Me
pasa como en esta canción que canturreo de camino al gimnasio con
alegría hipócrita, porque tengo memoria. Que nací demasiado tarde
para ciertas cosas. Piénsalo bien: el resultado de tu vida no
depende tanto de lo que hagas con tu tiempo, como de que te lleves
bien o mal con el tiempo de esas cosas. Las que terminas pensando en
mayúsculas. Si mi tiempo no hubiera ido persiguiendo como un chucho
abandonado al de M., yo no sería quien soy ahora. Si hubiéramos
sabido bailar sin pisarnos, mi paisaje actual se esfumaría. Lo que
estoy viendo por la ventana mientras escribo. La dulce compañía en
la habitación de al lado. Tal vez la misma escritura.
Por
suerte ni en tu vida ni en la mía tiene competencia El Ministerio
del Tiempo. Todavía. Nadie vendrá a poner patas arriba tu
decorado de causalidades y casualidades. Nadie remasterizará tu
historia. Ahí se quedan sus desacordes y su ruido.
En
cambio, los libros a veces sí esperan. Para algunos de ellos naciste
demasiado tarde. Eras demasiado novata cuando los encontraste y los
comprendías sólo a medias, o te parecían estar escritos
directamente en esperanto. Ese idioma que vive en la punta de la
lengua y que al final siempre se despeña. Algunos de ellos los
dejaste para siempre de lado. No hubo ni habrá ya manera de superar
la disonancia de edades. Otros los aparcaste, y ahora son algunos de
ellos los que te persiguen como un chucho abandonado. Tú los
recoges, les quitas pulgas y mugre. Y entonces te llevas la sorpresa:
por fin sois contemporáneos.
Tengo una edad entre medias de ambos. |
Eso
va a pasarme con el de la derecha. Ahora mismo resuena en mí como
una canción que creo conocer pero de la que no recuerdo la letra.
Terminaré por cantarla. Tengo plena confianza. Ya me pasó con el de
la izquierda. Ese libro cuyas cubiertas un día tuvieron alguno de
los colores de un vestido de novia. Lo paseé por mil sitios mientras
iba creciendo. Lo llevé a la playa, lo metí en bolsos y mochilas,
traté de entenderlo bajo quejigos y pinsapos. Levantaba la vista de
la página, miraba a mi alrededor como si todo fuera nuevo, y a
diferencia de lo que podía esperar respecto a M., pensaba te daré caza algún
día. Hoy lo
repaso y me digo ah, era eso.
He rellenado con mis propios ejemplos lo que entonces me parecía
abstracto.
También
La mujer de pie y yo
llegaremos a acoplarnos. Lo compré porque al abrirlo en la librería
di con esta frase: Toda la dicha que puedo anhelar en este
mundo cabe entre este árbol y mis ojos.
Inevitable encontrarnos.
En primer lugar, cómo me gusta la canción y el vídeo, y ganas de ir a un parque de atracciones para que sea como en una película. Y qué bonito que vaya solo, y que esté aprendiendo a hacerlo.
ResponderEliminarEn segundo lugar, no lo recuerdo. Esto quería ser una enumeración pero me he quedado corta. ;)
Con su cara de haber tenido un amigo invisible hasta los veintisiete y haberse dejado de hablar con él por una novia invisible. Da ternurita.
EliminarMe encanta la canción!! Ahora a mi cerebro le toca procesar cómo de la misma fuente ha tenido conocimiento, además, del Baile del Serrucho.
ResponderEliminarRespecto a los libros, talmente, así como leer el mismo en dos momentos de la vida. Lo que dices: cuestión de crecimiento.
Besos, resalá.
Procesa: la fuente es mi culo bailongo y tolerante que no emite más juicio que el del ritmo. Terminarás dando serrucho, serrucho, serrucho.
EliminarMuchos para ti.
Yo a veces pienso incluso que nací demasiado pronto; y por eso siempre me ha gustado rodearme de gente más joven. O quizás yo también lo sea y mis padres me mintieron...
ResponderEliminarO quizás la edad importa una eme y antes o después uno hace lo que puede.
EliminarNos has revolucionado a todas con la canción, maja.
ResponderEliminarPam pam pam - aha - pam pam pam - aha-...Y ya no hay manera de escapar.
Eliminar