domingo, 10 de enero de 2016

No hay rutina

 
Hay gente de la que desconfío a la primera frase. Gente que se jacta de ser sincera. Gente que, sin sonrojarse, se declara letraherido. Gente que te perdona la vida cuando les hablas de tus ritmos extremadamente diurnos, porque te acuestas cuando acaba el telediario y te levantas con los mirlos. Gente que hace apología de los destilados. Gente que empieza solidarizándose con un drama y termina diciendo sí, pero. Gente que mete la palabra rutina en el campo semántico de burócrata, mezquindad o fascismo.

Con gente como esa podré coincidir media hora bajo un mismo techo, pero entre nuestros ojos nunca se dibujarán rayos eléctricos. Nunca nos buscaremos el calor como crías.

Ellos me considerarán idiota si confieso que coger naranjas me parece una forma de cielo. Si digo que poder preparar esta tarde una ensalada de garbanzos me ha tenido eufórica. Pondrían los ojos en blanco si me vieran alisar la cama con un cuidado primo de la reverencia.

Yo pensaré que son idiotas al escuchar su enésima soflama contra la rutina. Me rascaré con furia los rastros de dermatitis al ver dibujarse en el aire sus frases de Facebook. Pondré los ojos en blanco cuando me hablen oootra vez de la toxicidad de lo que se repite. Me parecerán tan dignos de crédito como fotógrafos de unicornios.

Porque basta con que un temblor te sacuda las costumbres para que sepas que la rutina es una criatura igual de fantástica y de postiza. Ninguna experiencia se repite. Nada tiene el mismo tono ni la misma textura que otra cosa similar que haya sucedido. He desayunado mil veces pan con queso fresco y tomate, y el sabor me provoca cosquillas cada día. He visto pasar dos mil veces las bandadas de garcillas, y ni una sola vez han dejado de conmoverme. El despertador me habrá sacado de la cama unas ochenta mil veces, y en cada una me ha asombrado el prodigio de seguir viva.

Hay que tener una mente estereotipada para creer en la rutina y arremeter contra ella. Hay que ser aburrido para aburrirse. Y basta probar el estado de excepción de los hospitales para que el día a día se convierta en una cosa regia.

13 comentarios:

  1. Prima... siempre te digo..como me gusta leerte.. menudos últimos possttt...ains...Me alegro mil de que todo vaya asentándose y volviendo a lo que era.

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    1. ¡Corazona! Tengo la esperanza de que no todo vuelva a lo que era: que mi padre se cuide más que antes, y que lo que yo aprendo cada hora no se me olvide nunca.

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  2. Eres calorcito y alimento para el alma, Silvita mía :)

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    1. He ahí un comentario boomerang: no puedo pensar nada más idéntico respecto a ti.

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  3. Pues me pareces muy interesante y auténtica por pensar así. :)

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    1. Pues yo cada vez que te leo canto como Baloo de "El libro de la selva", quiero mirar como túuuu, dubidubidubidubiduu.

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  4. Silvia, es que esto es como todo... ¡Que nooooo! XD
    Me ha recordado este post a otro en el que hablabas de lo que te sacaba de tus casillas la frase susodicha. Ya me partí entonces y me parto ahora, con ese humor sibilino de tus párrafos.
    Cuando vuelva a sentirme antisocial, volveré a este post.
    Besos!

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    1. Sibilino no, que no quiero dar gato por liebre; silvilino mejor!
      Me cuesta imaginarte antisocial, queridinha.
      Muchos besos!

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  5. Sólo los que le tienen miedo a la rutina hablan mal de ella. Un miedo totalmente incomprensible, ya que, como bien describes, si lo sabes apreciar, la rutina siempre enriquece.
    Saludos.

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    1. Enriquece como los cuentos de hadas, e igualmente, si la estudias en serio te das cuenta de que no existe.
      Saludos, Elvis.

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  6. Qué bonito, me ha encantado lo que dices, Silvia. Hace muy poco pensaba que un hecho tan rutinario como abrir la puerta de casa es siempre diferente, pues depende de las experiencias del día, de lo que nos acaba de pasar, llegamos y abrimos la puerta de casa, y dejamos el abrigo, y la bolsa de la compra de un modo u otro, siempre es lo mismo pero nunca igual.
    Besos, guapa

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    1. Mira que eres amable siempre, española: esta sí que es un preciosa no-rutina.
      Cantidad de besos.

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