domingo, 22 de noviembre de 2015

Cama revelada

 
Siempre me voy a trabajar dejándome la cama desecha, temiendo que el desayuno se me ponga de punta, o que algo de la noche no se renueve, esa especie de contaminación íntima que flota en el aire mientras lleno la cafetera. Horas después, cuando vuelvo a casa, la arquitectura arrugada de las sábanas me sorprende. La parte de abajo del pijama despatarrada como en una escena del crimen. El aire de vida en Pompeya congelada.

Entro a mi habitación en busca de las zapatillas y la ropa de estar por casa y corro al cuarto de baño a cambiarme, para que el campo no invada el lugar donde duermo. Soy rápida, fundamentalmente porque me muero de hambre, pero un poco también porque me da apuro mirar mi cama. Es como si ahí hubiera pasado algo, y la protagonista de esa historia recóndita hubiera huido o estuviera ya muerta.

¿Y no es así? ¿Qué queda de la noche pasada salvo un par de hebras incoherentes de sueño? Piensa en lo que tarda en escapar tu calor de la cama abandonada. El mismo tiempo en que la nube rosa sobre la montaña se vuelve gris, antes de que la noche caiga. Lo que tarda en disolverse tu cifra modesta de experiencia en la contabilidad general del mundo.

Piensa en las camas por las que pasaste. Aquella que vio demasiado o la que siempre se quedó con ganas de un poco más de marcha. La que fue isla desierta sin Viernes o América recién descubierta. Barco, nave espacial a otro planeta, cabaña en el árbol. Sala de espera de la funeraria. Pasa a cámara rápida todas las vueltas de insomnio, los despertares raros y fugaces, los abrazos. Suma las horas que has estado en esas camas, y escribe al lado del número el rastro que de ti conservan.

Una cama desecha y sola es un lugar inquietante. Un casa llena de fantasmas que no saben comunicarse. 


Magnum again
 

6 comentarios:

  1. Qué cosas... llevo una buena y larga racha de dejarme la cama hecha antes de ir al trabajo, pero justo hoy no me ha dado tiempo. Creo que la hago precisamente para eludir esa inquietud de cama deshecha de la que hablas. Éso y el sentimiento de culpabilidad, cual si Don Limpio (o mi madre) estuvieran en la cocina con los brazos en jarras recordándome que la cama sin hacer es uno de los pecados capitales.
    Me encantan estos, tus homenajes a las pequeñas cosas.
    Muas!

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    1. Tu madre, o..una tal Dorita! A mí es que me no sé qué de que mis cosas nocturnas se queden aprisionadas entre las sábanas lisas.

      Un beso, corazona mía.

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  2. Un día intenté contar las camas en las que he dormido. No pude. A veces intento olvidar cuántas personas han dormido en su cama, para vencer todas las inseguridades. Y no puedo.
    Saludos, desde el norte gélido, estos días.

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    1. ¿Y las camas de los hoteles, cuentan en ese inventario? Yo intento recordar a todas las personas junto a las que he sabido dormirme del todo. Me salen pocas.

      Besos desde un sur que también se entona.

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  3. Gran invento la cama!
    Ese desierto de dunas, ese mar embravecido de bolsillo...

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    1. ¡Ooooooh, me has matao seriamente con el mar de bolsillo!

      Un abrazo, migo.

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