Hoy me voy de comida romántica, dijo mi colega el
jueves. Charlábamos bajo pinos y me contó que, claro,
quince de octubre, era su cuarto aniversario. Le miré
deslumbrada por un rayo de sol latoso, y un poco por la velocidad del
tiempo. ¿Cuatro años ya, S.? Pero si ayer mismo me estaba pintando
con sombras violeta; creo que no lo he vuelto a hacer desde entonces.
Sí, señora, cuatro años. Él también tenía sol en los ojos, y
supongo que un poco de asombro. Y sólo un rato después caí en la
cuenta de que yo estaba de aniversario igualmente. Este sitio donde
escribo nació un día antes o después que su boda. Los
dos nos comprometimos entonces.
Pero yo no voy a ser romántica. No tengo
la intención de hacer un discurso de cumpleaños, ese
autocomplaciente género bloguero que quizás he practicado y que
ahora me irrita. Sólo quiero ahondar en la sorpresa de que escribir
se haya convertido en una tarea que no necesita ya ser pensada,
calibrada cada poco, analizada. Es simplemente esa cosa que hago.
Como lavarme la cara y untarme crema hidratante en cuanto me levanto.
Como colgarme un trapo de la cinturilla cuando cocino. Gestos a un
mismo tiempo prescindibles y esenciales. En absoluto son necesarios
para mi supervivencia. Y, sin embargo, gracias a ellos me siento más fresca, más
despejada, más limpia.
He dejado de estar pendiente de mí misma
escribiendo, cómo se me ve y sobre todo cómo me veo con las uñas
pintadas sobre el teclado. Mira lo que hago, mamá, miraloquehago,
Mira Lo Que Hago. Ya no genero balances de esfuerzos y rendimientos.
Se han acabado los informes de resultados. La rentabilidad de la
escritura no es ya una variable urgente. Ya no espero ningún pago.
La expectativa es ese estímulo tan manejado que apenas hace
cosquillas. Doña Musa, no me debe usted nada.
Escribo como voy andando al gimnasio.
Podría ir en coche, apostar por opciones cómodas, pero entonces me
perdería algo. El movimiento que calienta y complace a mi cuerpo, la
implicación directa con la calle. Podría dedicar mi tiempo a otros
asuntos. Colaborar en un banco de alimentos, corretear montañas,
estudiar fotografía o botánica. Afortunadamente, estoy libre de
talentos innatos.
Así que desde hace cuatro años escribir
es simplemente lo que hago. Sin necesidad de exégesis ni mitología.
Sin tarta de cumpleaños. Al fin y al cabo, cada encuentro con la
expresión es una posibilidad de juego, una pequeña renuncia, una
manera de estar festejando.
Espero y deseo poder seguir leyendote durante otros muchos años..y como dices en el post ..escribir es una tarea q realizas sin pensarlo..yo tb abro tu blog...de manera casi automatica..cada dia a ver si me encuentro un post nuevo ( q casi nunca comento) es lobq tiene no tener caoacidad para expresar lo q se siente o lo q se piensa , q nos limitamos a leer a las personas q son capaces de trasmitir a traves de la escritura.
ResponderEliminarQue la travesia q empezaste hace 4 años continue..y yo la lea.
Feliz viaje..besos
Noor, tu comentario me emociona, en serio.
EliminarRepito tus palabras, pero yo en Admirativa ¡Un año ya!.
ResponderEliminarUn beso.
Y mira que se te ha hecho corto. ¡¿Un año?!
EliminarMientras escribir sea una posibilidad de juego, los cumpleaños serán bienvenidos. Cada uno de esos buenos años es una reafirmación, entonces..
ResponderEliminar¡¿Ya?! ¿Cuatro años leyéndote y retomándonos de esta particular manera?
ResponderEliminarPues felicidades por la constancia transformada en bonita costumbre.
Besos
Por muchos años más!
ResponderEliminarSalud!
Admirable.
ResponderEliminarSoy lamentable respondiendo comentarios. Debería haberlo dicho antes, pero....lo mejor de estos cuatro años es este calor que se encuentra bajo la mantita de los comentarios.
ResponderEliminarMuchas gracias!!!!
Jijiji. Disculpas.
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