Restregar la bañera con un estropajo,
jugando a Jackson Pollock con el líquido azul que no se parece al
mar más que en la mente fétida de los publicistas, y que da ganas de bucear, sin
embargo, y escuchar esta canción entonces
E
inmediatamente tener que pararme y considerar, mientras la espuma
química se seca y deja un rastro de caracol en mis manos, que
mis sueños calientes son muy poco elaborados. Mi
erótica no tiene trama, y bastante poco que me importa, porque justo como se dice en este libro que leo a salto de mata: No
existe historia ninguna. No se trata de la historia. Se trata del
mundo que quita el aliento: ahí está todo. La historia no es importante: lo importante es el aspecto del mundo. Eso es lo que te hace sentir cosas. Lo que te hace sentir presente.
Así que mi fantasía carece de acción
desquiciada y efectos especiales. No hay posturas retorcidas ni eso
que tú llamarías morbo. No es una película X, sino la cajita de
fotos pasadas de moda que podrías encontrar en un anticuario:
Yo explorando la cordillera de tu cuello
doblado, el recuerdo de tu cola primate.
En un ascensor, tu brazo que pasa a medio
palmo de mis dientes y, durante un cuarto de instante, la sospecha de
que vas a pulsar el botón de parada.
Partir almendras en silencio, sentados en
el suelo como niños amish; meterte en la boca tres o cuatro,
y después barrerte las muelas con mi lengua.
Olerte en mi camiseta una hora después
de separarnos.
Enseñarte y que me enseñes a hacer
cosas íntimas, físicas y lentas: escalar o tocar el piano; ordeñar
una cabra, darle la tensión justa a unas riendas, encontrar setas.
Clavarme las uñas en un muslo al
recordar tu nombre junto a las higueras.
Bailar sabiendo que me miras en una noche
sin vergüenza.
Conducir mientras dormitas en el asiento
del copiloto con una mano posada en mi pierna.
Andar por la hierba contigo sin ropa
interior ni zapatos: todo suelto bajo el vestido, arriba y abajo, sin
más deseo por ahora que dejarlo libre y a su aire como un pequeño
animal manso.
Tú estirándote en el monte, manchado de
sol y de sombra. Tú saliendo del mar con las pestañas en manojitos.
Tú caminando hacia las dunas, y una levísima inclinación de
cabeza. Tú – en – el – cam – po.
Todo el tiempo del mundo para
reinventar los nombres de nuestros huesos.
De eso están hechos los fotogramas de
mis sueños: de un derroche de tiempo y un tú
intercambiable.
"Nuevas generaciones de lectores", dice un párrafo del comentario sobre ese libro: ahí dejé de leer. Ignoraba que unas u otras generaciones consideren cosas distintas sobre un libro, un cuadro, el arte. Así nos va, cuando nos ponemos a cuestionar esencias.
ResponderEliminar¿El libro en sí mismo? Bien, claro: si te ha inspirado esta entrada es que es bueno. Y a los críticos que les den.
¡Cuidao! Que la entrada me la inspiró nada más que la canción. La cita fue acarreada por la corriente del texto a propósito de lo del aliento. Esa fue la palabra que se me enganchó: la erótica como suspensión de la respiración, más que como mecánica.
ResponderEliminar¿ Y el libro? Bueno, lo de ir con él a salto de mata se debe precisamente a que su tono lapidario y su estructura me resultan un poquito irritantes, y a que huele de más a justificación. Pero esa es otra historia. ..
Que la erótica está en todas partes o ninguna según se quiera.
ResponderEliminarQue en el amor y el sexo nada esta escrito y mucho menos sobre frecuencias y/o apetencias.
Ese "tú" tuyo tiene que estar bien contento de tenerte. De verdad.
Salud y un abrazo niña, que no me he ido, solo estaba un poco ausente.
Ese tú mío a veces es más plural de la cuenta, un cóctel simpático de seres que me habrán tenido, sí, pero a los que nunca he tenido el gusto de tener.
EliminarY me encanta tenerte por aquí, de la forma que sea.