Echo de menos ser capaz de escribir un
relato. Ese tipo de bricolaje: emociones pegadas con cola sobre la
superficie lijada de una anécdota; trozos de personas que hay que
atornillar aplicando la presión justa para que el conjunto casi
humano no se desmonte. Echo de menos a esa gente postiza que he
usado para disimular mis carencias o maquillar mis excesos. Pienso en
ellos bastante. En los pocos que me he sacado de las tripas. A veces
estoy a punto de creerme que de verdad nacieron, y que siguen vivos
por alguna parte, fuera de cobertura.
Pero no me sale. Cuando despierto a
deshoras trato de que la corriente mental me lance de nuevo a tierras
de mentira. No sopla ni un silbido de viento, y me quedo a la deriva.
Ya no hago fuerzas con los brazos. Prefiero esperar y confiar en mi
naturaleza. Buscar una historia es como intentar coger truchas con
las manos. Ellas y yo estamos adaptadas a medios distintos. Hay que
aceptarlo.
Y luego me levanto, enciendo la radio, y
las noticias no han cambiado. He visto esas imágenes con una
atención viscosa de trucha. Tú también las has visto. Nuestra
compasión ha cumplido su parte del trato. Manejable, efímera. La
cafetera alborota ya en la cocina. Reconforta tener un lugar en el
mundo. Techo, nevera, una despreocupación felina por la
supervivencia, y tiempo suave que llenar con empeños pueriles como
el de escribir un relato.
Pero ahí, no muy lejos, hay gente
saturada de historias. Deshecha de ser perseguida por la trama infame
del mundo. Cumplida de sucesos. Me pregunto si alguien contará esas
historias que no son originales siquiera. Si no quedarán pronto
obsoletas, arrancadas de nuestra atención ahíta por una nueva
remesa de titulares.
Me pregunto si alguien podrá pescar con
finura su angustia. Si en algún argumento tendrá cabida el miedo de
los niños. Si surgirá un nuevo hombre del saco con barba de
estropajo que le corta la cabeza a los que son malos. Si alguien
sabrá ponerle palabras al olor de la desesperación en los trenes, a
la esperanza desgarradora sobre las vías, al bello paisaje europeo
venenoso de indiferencia. Al desamparo hecho dogma.
De aquí. |
Me pregunto si es decente siquiera
pretender barrer la realidad bajo una alfombra de blandas historias
de mentira.
Los sucesos o la realidad transformada tambien ella en bien de consumo.
ResponderEliminarAun seguimos en la fase de darnos cuenta, ni siquiera en la de ser plenamente conscientes de lo que pasa.
Y poco margen tenemos tu y yo, salvo el hacer que nuestro entorno sea digno y consciente.
Besos
¿Por qué no lo intentas? Lo de poner poner voz a los que no la tienen.
ResponderEliminarSeguro que cerca de ti existen historias dignas de ser contadas.
yo echaba de menos leer y escribir y me he puesto a ello, aunque al principio se note la falta de rodaje larga, todo irá fluyendo según pase el tiempo, así que ponte a escribir, sea lo que sea,salga como salga
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