miércoles, 22 de julio de 2015

Mano inocente


A veces una se divorcia de su contexto un rato y se descubre haciéndose preguntas tontas. Ahí me tienes, una de la tarde, junto a un cortijo en ruinas, otro día en que el calor no por redundante se hace más verosímil. En mi canalillo se podrían cocer macarrones. Y en lugar de cuestionarme si lograré driblar a la lipotimia de nuevo, me veo pensando en si una mano puede ser inocente. Verano del infierno.

Tengo el brazo metido casi hasta el codo en una caja llena de garras y picos. No te fíes nunca de un mochuelo, eso es lo que hoy he aprendido. Con su ceja blanca de viejo maestro con narcolepsia, con su contemplar indulgente de las cosas humanas. A mí me encantan. Y eso no lo cambia el hecho de que carezcan de modales en las distancias cortas.


Athene noctua - Mochuelo europeo
Gracias, señor fotógrafo


Yo trato de ser comprensiva. Disculpo los mordiscos, el bufido que casi consigue intimidarme. Porque hay terrores que todas las especies compartimos. Imagina que te meten en una caja opaca junto a cuatro desconocidos. Imagina que cada tanto tiempo la caja se abre por arriba, la luz te ciega, y una mano tan grande como tú agarra al que se arrebuja a tu lado. Nunca más volverás a verlo. Sabes que a ti te tocará tarde o temprano.

Y a este mochuelo matón le ha tocado. Es hora de regresar al olivo, amiguito. De buscarte sustento y pareja. De ser testigo de un mundo rural que se desmorona. De poner en cada atardecer una pose mitológica. La dura y envidiable vida del animal libre. ¿Y te resistes?

De verdad que procuro no hacerte daño. Estate quieto y acabamos con esto rápidamente. Por favor, no te pongas otra vez boca abajo. ¿No entiendes que no puedo abrir la caja del todo? No quiero que tus dos amiguitos se escapen. ¡Pajarraco del carajo! Eso ha dolido. A ver si con la tontería no te parto una pata. Al menos espero que de esta refriega los dos aprendamos algo.

Tú, que a veces lo mejor es no moverse para que sea la libertad la que venga a nosotros, en vez de destrozarnos persiguiéndola.

Yo, que igual que la prisa es tóxica, también lo pueden ser los remilgos. La delicadeza. La aprensión del daño que puede acarrear un movimiento mal ejecutado. A veces lo mejor es hacerlo a bruto y sin pensarlo. Devolverle a la mano su inocencia. Olvidar que puede lastimar y ser lastimada.

Hacer lo propio con el resto del cuerpo. Con la cabeza.

2 comentarios:

  1. El penúltimo párrafo me ha recordado -por ejemplo- en la mejor forma de quitar una tirita...

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