Me apoyo contra una pared de azulejos
marrones. Puro delirio decorativo del que pudo mamar el
cliché Cuéntame. Oigo cómo se llena la cisterna de un
váter. Uno de esos trasnochados, boca ancha como un pelícano,
sopera en la que flotan tu...chorrito de jerez, tus...picatostes.
Indiscreto a más no poder. A poco menos de un metro de distancia
noto aún el calor de mis líquidos. Llevo todo la mañana meando en
esta marmita, y ahí estoy entera. Yo trabajando con eficiencia.
Depurando el café del desayuno, las fresas. No había agua para
tirar de la cadena, y sólo ahora se me ha ocurrido buscar la llave
de paso. Amarillo pis, rojo sangre, verde hiel. Llevamos el arco iris dentro. Sólo si lo dices es cursi.
Esta sarta de
memeces no puede interesarle a nadie. Y si digo que soy agudamente feliz mientras escucho el agua
caer contra la porcelana, ¿interesa?
A mí sí. Sigo coleccionando esos
instantes en los que el contento se disfraza de mediocridad. Trata de
pasar desapercibido, pero yo lo espío, lo acecho, me abalanzo sobre
él. Zas. Ya eres mío. Contento de pasar un trapo por una superficie
peluda de polvo. Echarte saliva en una picadura de mosquito recién
puesta. Ver cuajarse la clara de un huevo. Malgasté mi primera
juventud a la espera de una felicidad que viniera vestida de sí
misma, grande y regia.
Por eso este feo cuarto de baño me
concierne. Disfruto con el sonido del agua. No porque me recuerde a
un arroyo de montaña. No hay sucedáneos. Podría cerrar los ojos e
imaginar que estoy en medio del monte, y no en la séptima planta de
un edificio detestable. No necesito imaginar. Estoy donde estoy. Es
un buen lugar.
Porque en ningún otro sitio me había
dado cuenta de que un váter respira. ¿Demasiado tiempo frente al
ordenador? Mapas que no se imprimen, tablas con cifras que no dicen
nada ya del mundo de afuera, palabras sin tinta. No es raro entonces
que cualquier cosa tangible me cautive. Lo miro mientras se llena y,
en serio, me parece como si tuviera pulmones. Inhala, exhala. Sé que
es un efecto óptico inducido por mi propio movimiento de
respiración. Pero de repente no me resulta tan disparatado que los
objetos del mundo se me acompasen. El lavabo, el cilindro de las
toallas de papel. También lo hacen. Como cuando cantas sin voz por
la calle las canciones que escuchas en los auriculares.
Y me pone alegre creer por un momento en
la fantasía de que las cosas están vivas y acompañan. Tranquilas y
relativamente comprensibles. Dialogando con mi ojo y mi tacto. Me
cuentan que cada esquirla de mundo puede ser interesante.
Nunca dejes de coleccionar mediocres e inmesos momentos felices, me oyes tita S? Nunca.
ResponderEliminarBesito pa' ti, porque no se puede más mona.
Mi Ficticitaa, tú sí que sí.
Eliminar¿Qué tomaste ayer en el desayuno?. Confiesa.
ResponderEliminarLo de siempre. O el pan de horno moruno viene a tope de dioxinas, o soy asín.
EliminarJuro y prometo que cada esquirla de mundo es interesante. Nuestro mundo de aquí al lado y, sobretodo, los mundos más lejanos, los que nos queden por ver...
ResponderEliminarGenuflexión por rendimiento.
También quiero saber qué dieta sigues... :)
Mucha verdura y miopía.
EliminarY qué me dices de las válvulas mitrales, o las bacterias que nos usan de hábitat.