miércoles, 24 de junio de 2015

Casi me lo creo


Sólo la cáscara de mi cerebro es irónica y se empeña en descreer de los ritos. Sólo ahí se le otorga crédito a lo original y a lo nuevo. Desde ese caparazón de tipa ilustrada me río de la magia. Miro de reojo los ceremoniales y los llamo cháchara.

Pero un poco más abajo de esa capa soy blanda. No hay que escarbar mucho. En ese tuétano de mi mente la voluntad y la duda metódica ceden el cetro a la confianza. Se tiene fe. Se pronuncian conjuros íntimos. Se me da permiso para decir oh, vamos, por qué no, sin apuro y apenas sin palabras. Con la mirada limpia de un ternerito. Se siente ternura por lo usado. Se corean estribillos viejos y canciones de cuando tu abuela fregaba el suelo con un escobón de mimbre. Ahí es donde lo primitivo se hace fuerte.

De vez en cuando en la sensatez se abren grietas y entonces asoma mi inocencia. Y así no me da vergüenza aceptar paparruchas obvias como que el fuego purifica. Consiento en que mata microbios. Los tíos duros del cine pasan por la llama un cuchillo y se sacan las balas de cuajo. Pero ¿puede dejarte limpio el fuego de tus deudas emocionales? Tonterías que sin embargo no me importa tragarme.

Por eso anoche anoté en un papel lo que me gustaría quemar en una hoguerita de andar por casa. Empecé con cargas muy concretas. Cosas algo bochornosas cuyas escritura debería explotar si quisiera alcanzar el éxito como bloguera. Pero las taché porque... Las taché, y punto. Todavía puedo usarlas para entenderme. Y a cambio puse:

la comodidad de no plantearme preguntas
cierta desidia que se camufla muy bien con los colores del estar conforme
la falta de atención
ser a veces perezosa en lo de entrenar el entusiasmo
ser perezosa, a secas
olvidarme de alimentar la alegría
la desgana ante esfuerzos cotidianos; conducir y hacer la compra; fregar el cuarto de baño; sentarme tranquilita en una silla de oficina
la queja
las novelitas románticas
la proyección y la expectativa
vivir con estrategias
todo el arcoíris de preocupaciones inmanejables
ser cebo para una idea de la totalidad caníbal: querer ver y saber todo, vivirlo todo, tenerlo y dar todo
seguir esperando quieta ese algo mejor, ese alguien principesco, esa otra yo

Saqué luego un plato hondo y puse patas arriba la casa hasta encontrar un mechero. Justo entonces se me secó la inocencia. No quería purificarme de todo eso. No creo en nuevos ciclos que te dejan el saldo a cero. No estoy dispuesta a olvidar mis desperfectos.

4 comentarios:

  1. Me ha hecho mucha gracia el final! Lo tuyo es tuyo, qué coña!

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  2. Leyendote me preguntó en que momento perdí la inocencia, si alguna vez lo fui.
    ¿Desde cuando me parecen " chachara" casi todos los ritos?

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