No quiero cazar experiencias ni moverme
por el mundo para coleccionar imágenes. No quiero tachar destinos de
una lista. No quiero llegar, poner esa pose de he aquí un lugar
que quizás me cambie, e inmediatamente marcharme. No quiero
llevar en la maleta ninguna reacción prevista.
Y sin embargo, quisiera contemplar el mar
hecho neón en una playa de las Maldivas. Quitarme todo la ropa,
porque ante lo sublime hay que presentarse desnuda, y meterme
despacio en el agua, anonadada, asustada casi, volviéndome poco a
poco azul y rutilante, bautizándome en un caldo galáctico del que
quizás saldría con otro nombre. O con ninguno en absoluto.
Oh, ah, oh, aaaah. Aquí más. |
Quiero asomarme a un volcán. A uno de
verdad, no a la boca de un gigante dormido, qué cursilada. Comprobar
con mis ojos que todos, coches y ballenas, líquenes y avispas,
flotamos sobre el fuego en frágiles balsas de tierra y agua. Que la
vida se ha escrito sobre el infierno como una errata. Si se me van a
quemar las pestañas, puedo conformarme con ver de lejos un río de
lava.
Quiero ver las secuoyas. Por decirlo de
alguna forma. El pie accesible y relativamente comprensible del
coloso. Su cuerpo completo es inabarcable: habrá que seguir
imaginando. Quiero postrarme ante el pasado vivo. Quiero que esa
majestad muda me deje sin palabras. Después, tararear.
Quiero seguir la ruta de Viajes con Charley. Quiero andar por Oregón. No me preguntes qué tiene, ni
lo que Steinbeck pudo escribir sobre su paisaje. Yo no me acuerdo ni
por asomo. Pero conservo de no sé qué lecturas y no sé qué
embeleso académico una serie de nombres mágicos y abretesésamos. Ceilán, Macao, Vanuatu. Oregón.
Quiero ir a Socotra. Me bastaría si no
fuera más que un nombre estrafalario. Pero mis ojos miopes tienen
vocación por lo raro, y se saciarían para siempre con la
contemplación de esos árboles que parecen sopranos marcianas
asomadas coquetamente a un mar tan plano y tan turquesa y tan
abstracto.
Me conformo con llegar desde aquí |
Quiero ir a Nueva Zelanda, llamar desde allí a mí casa y decepcionarme un poco si no me responden al revés.
Quiero ver el blanco asesino de la
Antártida y luego olvidarlo. Mar blanco, cielo blanco, y nada que la
mente pueda reconocer como tierra. Y que después los bloques de
apartamentos me parezcan un milagro. Quiero ir a Islandia y
preguntarme esto qué es, esto qué es, esto qué es a cada paso.
Quiero ver el desierto y luego
desengancharme.
Quiero entender los mares.
Quiero que esta cama donde sesteo sea mi
vagón, mi caravana y mi barco.
¡Síi, porque lo que es el avión...!
ResponderEliminar¡Dan ganas de cogerse unas bicis y visitar la playa de las brillantinas!
ResponderEliminarY aunque no queramos viajar para tachar destinos de una lista, qué ganas de hacerla con esos nombres tan sugerentes. Reconozco que algunos no los había oído nunca, ¡y esa foto!...
ResponderEliminar