sábado, 4 de abril de 2015

Restos de la burbuja

 
Desde lejos debe de parecer un rey en su trono. Ha sacado una silla de plástico a la terraza y con los pies en la barandilla, hace equilibrios sobre sus patas. Dentro de la casa no hay nadie que le regañe. Su mujer no ha vuelto aún del paseo y tampoco le importa demasiado el mobiliario. Últimamente siempre tarda: están saliendo flores hasta en los desguaces, y a ella le encanta colocar ramos por todas las superficies horizontales. Ese retraso a él le parece una especie de bonus: abre una cerveza de las que tienen nombre de año, se reclina en la silla, y contempla a los pájaros. Ellos también se vuelven locos con la templaza. Unas nubes hechas jirones hacen de la puesta de sol una feria. Es bueno estar solo a esta hora y esperar a alguien.

Confía en que no se le haga demasiado tarde. Ella tiene la costumbre de andar mirando al suelo, y se olvida de que a veces la noche te cae encima como si fuera a robarte. No hay luz en el portal ni en las farolas, y no le apetecería tener que bajar con la linterna a alumbrarle las tres cerraduras que la separan de casa. Preocupaciones mínimas como esa siempre le roban algo de lustre al momento. Va a caer la noche. Van a quedarse otra vez sin agua en mitad de la ducha. La fosa séptica va a declararse de nuevo en huelga. Va a pasar otro coche sospechoso y se va a quedar ahí fuera un buen rato, vigilando la luz del salón, calculando.

Pero esta tarde no está dispuesto a que todo eso le entibie la cerveza. Se repantiga un poco más en la silla y las patas crujen. Un día de estos irá a comprar un par de mecedoras, y así sí, así sí dará gusto vivir en el campo. Tendrán el cielo para ellos solos, y una calma con la que nunca habían soñado. Al principio ni podían dormir con tanto silencio. Pero ya se van acostumbrando.

Sobre todo ella. Por ahí parece que asoma su sombrero de tela. Lola Exploradora, la ha bautizado. Antes jamás habría consentido en ponerse nada en la cabeza que le arruinara el pelo. Pero aquí se siente más libre. Usa botas de senderista en vez de zapatos. Salta de la cama y saca inmediatamente al perro, en bragas y camiseta. Le ha costado horas de insomnio, pero ahora por fin empieza a entenderla. Por qué se ha convertido en una extraña que no lo desagrada del todo. Por qué hace tiempo que dejó de quejarse de esta mierda. Por qué se tragó sin problema aparente todos los argumentos con que lo convenció para que compraran esta vivienda.

El campo de golf está en proceso de evolucionar a sabana. Mucha de la gente guapa que iban a tener por vecinos ha visto cómo a sus avalistas los desahuciaban. Y menos mal que no tuvieron aquel niño. Hubiera tenido que crecer sin amigos en esta ciudad fantasma. Paredes de cemento para jugar al frontón el solito no le habrían faltado. Hubiera aprendido a adaptarse. Como Lola la Pionera, que prefiere ser otra persona antes que aceptar el desastre.


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Gracias a esta buena gente rabia y foto.

1 comentario:

  1. La mayor o menor capacidad de adaptación. Ahí, la clave de cómo solventamos la "papeleta"

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