sábado, 11 de abril de 2015

Correspondencia

 
Resultado de imagen de aqui y ahora paul auster
Con un par

Gracias a este libro, vuelvo a acordarme hoy de todas aquellas cartas. 
 

Las de muchos folios reventando las costuras del sobre, como un puño cerrado en torno a un regalito sorpresa.
Las que escribía con un bolígrafo específico para su destinatario. Un azul distinto al de los pulcros apuntes del instituto, con un olor característico, una mezcla de leche caliente y flores que terminó resumiendo en mi memoria a la persona que, sin percibir tales sutilezas, me leía. Un pacto de tinta en lugar de sangre.
Las que de forma civilizada y justificable permitían la supervivencia del amigo invisible.
Las completamente redundantes, intercambiadas con chicas a las que veía a todas horas y con las que compartía todo tipo de ensueños y todavía una ausencia flagrante de dudas.
Las pistas de una adolescencia tan cursi que podría habernos picado las muelas.

Las que seguramente dejaban un olor a hambre a lo largo de todo su itinerario postal.
Las que expresaban mejor que ningún otro gesto el anhelo de correspondencia.
Las que dejabas caer en el buzón amarillo, hoy tan vintage como un 600, con una temeridad aprensiva, con la sensación de estar quizás liándola de un modo imperioso y fatal.
Las absolutamente lunáticas y milagrosas. Las que escribí como quien lanza una caña a un charco de lluvia, por si acaso, y al final pican. Pero esa es otra historia larga y tonta que aún me emociona pasados doce años.

Las que hablaban de muchas cosas pero sólo decían una.
Soledad
Los relatos de Robinson Crusoe.
Las que envías sin darte cuenta de que sólo se dirigen a ti.
Las que recuerdan a esas mantas llenas de trastos viejos tendidas en el Rastro o la Feira da Ladra. El museo de tu vida abierto a una mirada que quizás lo entienda y lo sienta. Tu colección de pequeños tesoros guardados en un bote de Colacao.

Las que sin salir de mi ordenador supieron cruzar el Atlántico e intentar algo parecido a la telepatía.
Las que construyeron puentes ocultos e indestructibles.
Las que todavía palpitan de candor, de confianza y de hermandad.
Las que escribo con un desparpajo que añoro cada vez que me doy testudazos contra el teclado. Las que definen lo que soy mejor que toda esta verborrea gritada al pie de un acantilado: un animal con instinto de amistad.

 

4 comentarios:

  1. ¿Y qué son, si no, estos post...?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno...A veces quiero creerlo, pero sin un corresponsal concreto se pierde la tensión de ese puente de cuerdas, y uno sólo se zarandea.

      Eliminar
  2. Hace unos días me acordaba también yo (casuality) de todas las cartas que he escrito y que sigo haciendo ahora en forma de mails. Estoy convencida que supusieron el entrenamiento para ahora escribir estos chascarrillos con los que me entretengo (así como informes para el trabajo y otros escritos más formales).
    Y también admito que algunos de mis mails, aun todavía, tienen la intención secreta de algunas de aquellas cartas: capturar mails de vuelta. Hay partes de mi ancladas en tendencias pasadas.
    En cualquier caso, me encanta escribir cartas tengan la forma que tengan.
    Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Imagíname ahora con brazos en jarra y un piececito punteando el suelo. ¿Te gusta escribir cartas, moza? ¡¡A mí también, y más todavía recibirlas!! ¿A qué estás esperando?

      Eliminar