De todas esas menudencias con que la
evolución premia la perpetuación del ADN; de todos los dones
arbitrarios que ofrece la existencia, yo me quedo con la risa.
Si sólo pudiera poner a recaudo un
tesoro; si quedara en alguna parte una isla, me llevaría a alguien
con quien poblarla con ecos de jolgorio.
Si se pusieran tan crudas las cosas que
no nos dejaran cazar más que una sola especie de riqueza. Si la
abundancia no fuera legal o decente. Si acumular gracias o aspirar a
lo absoluto estuviera prohibido, no tendría más remedio que preferir la
risa al resto de las ventajas de haber nacido.
Si tuviera que elegir la cosa más
preciosa, me quebraría en el proceso de hacer descartes, pero no dudaría. Apartaría
de mí el placer de sentir cómo cristaliza el agua de mar en mis
piernas. El corazón acelerado que poco a poco se amansa. El sudor
bienaventurado. El cansancio perfecto de alcanzar una cima.
Procuraría no mirar atrás al abandonar
la hierba nueva, la lluvia recién caída, el olor de la madreselva.
El lóbulo de una oreja. La siesta. La pereza sin dudas.
La salsa que se queda pegada en la pared
de la cazuela. Mojar pan y chupar el plato. Un melocotón que chorrea
barbilla abajo. El beso furtivo en un ascensor.
Besar el libro que te tiene enganchada.
Andar descalza en verano. Confiar en ser capaz de hacer el pino
todavía. La barriga de los gatos. Una hoja puesta al trasluz. Trazar
con un dedo el contorno de tus labios.
Irte a dormir sin que las cosas
pendientes te abrasen. Salir de la ducha como si no hubieras cumplido
más de dos años. Cerrar los ojos al sol y que el naranja inunde tu conciencia. Agradecer cada día que despiertas. Las nubes bien gordas y los juegos de luces y
sombras. Todos los arrullos y algarabías de
la naturaleza. ¡La música, qué carajo!
Renunciaría a todo eso a cambio de una
risa segura. Me recrearía en la idiotez hilarante antes que en la
inteligencia. Preferiría el dolor de barriga y el sofoco al equilibrio. Canjearía paz a cambio de alegría.
Perfecto resumen del post en su título.
ResponderEliminarUn beso.
Y yo! ¡yo también!
ResponderEliminarMe encanta, Silvia, que es lo único que me sale escribirte después de esto. Aunque si pudieras ver a través de la pantalla, te darías cuenta que en mi cara hay una sonrisa. Y ya si ahondamos en la mente, también me queda el recuerdo de unos días de playas azules, ocurrencias absurdas y risa floja.
Besos grandes (así se empieza bien un día).
PD.: Besar libros que me gustan... esa cosa que también hago, jajaja.
Que sepas que eres co-responsable de que no pueda escuchar la palabra asaúra sin que se me pongan las piernas flojas de risa.
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