No es mi voz favorita, pero....Oxala meu futuro aconteça
Lo sabemos, por desgracia. Lo hemos leído
aquí y allá o sufrido en las propias carnes. Hemos sentido el deseo
de tatuarnos un brazo para no olvidarlo: el apego y el dolor son
primos hermanos. A lo mejor el segundo es hijo adoptado del
primero. Lo sabemos: se empeñan en recordarlo los libros más o
menos sagrados, las historias que no se conforman con happy
endings, los abuelos que matan el tiempo haciendo palotes en los
geriátricos. No debemos aferrarnos a lo que amamos. Porque vendrá
la muerte, vendrán los vientos que vuelven del revés los paraguas,
vendrán los cambios.
Pero, ¿cómo vamos a dejar de
enamorarnos? ¿Cómo aprender a hacer equilibrios entre las ganas
locas de cantar, y la cautela de no intentar retener lo cantado?
Quisiéramos que este momento durase para siempre, pero cada estación
de nuestro buen aprendizaje, cada lección de la madurez, nos impiden
mirar adelante con ojos ávidos. Harán todo lo posible por evitar
que la plenitud del ahora lance hacia el futuro sus tentáculos. No
permitirán que nuestra felicidad dé abrazos al aire. Tendremos que
saber cuándo pararnos.
Y si somos sensatos, nunca diremos ojalá,
para que el miedo no entre por el mismo hueco que el deseo abre.
Como la infección por una caries.
Pero ojalá estemos juntos y sanos muchos
años.
Ojalá no se funda la luz dorada de una
casa que, vista desde fuera, nos hace pensar que llevamos una vida de
jerarcas.
Ojalá que esta madriguera sea siempre un
proyecto en marcha.
Ojalá darnos calor sea nuestra ambición
más loable.
Ojalá siempre haya un gato cerca que nos enseñe el derecho a ser acariciados.
Ojalá que la hierba no se olvide de
seguir brotando.
Ojalá nada desmienta que cada libro es nuestra autobiografía. Ojalá sigamos confiando en sus mentiras.
Ojalá que las otras vidas posibles no
nos dejen un sabor amargo.
Ojalá que ninguna otra cosa merezca la
pena más que esto.
Ojalá que la pérdida y la
ausencia no vengan a desvalijarnos.
Ojalá la palabra ojalá quede
desterrada de nuestro vocabulario.
Tú sí que sabes decir las cosas, amiguita.
ResponderEliminarUn beso.
Tú sí que sabes ablandar el maltrecho ego de una blogueras.
EliminarMás para ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos...canta Silvio Rodríguez, en una larga lista de "Ojalás"; aunque seguro que este muchacho no estará entre tus simpatías musicales (a estas alturas, creo que ya de casi nadie), merece la pena escuchársela.
ResponderEliminarLa conozco, la canté cuando tocaba (los terribles años universitarios), la olvidé para siempre porque, efectivamente, mis simpatías musicales sólo me llevan a Cuba si es posible mover el culo con ellas. No la recordé en absoluto mientras escribía.
EliminarOjalá sigamis leyendo posts tan bonicos como éste
ResponderEliminarMira, ahí el ojalá lo admito. Jijiju.
EliminarEl "Ojalá" bien usado, no se dice: se exclama... o se entona, o algo asi. Es decir, no se usa de un modo completamente "racional" o utilitarista -lo cual denotaría que somos supersticiosos- sino como expresión de que, a pesar de lo tremendamente terrenos que somos, aún queda algún hilo de plata que nos une a nuestro pasado mágico. Un ojalá nunca debe asustarnos: ojalá lo usásemos con más frecuencia.
ResponderEliminarAy, es que a mí "Ojalá" no deja de rimarme con fatalidad. Con lo que te empeñas en retener aunque no puedas controlarlo ni dejar de estar salvajemente expuesto al cambio. Con aferrarse desesperadamente y con el pánico a las pérdidas.
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