sábado, 27 de diciembre de 2014

Qué pasa dentro de esos cacharros

Quiero saber muchas cosas.

Quiero saber qué tienen los pájaros en sus ridículos cerebros para cruzar océanos y continentes con el automatismo con que tú te agarras a la barra del metro. Quiero saber qué apareamientos exactos se producen dentro de mi horno entre las moléculas del agua, la levadura y la harina. Cómo encuentra mi dedo índice las teclas de la n, la j y la k, sin confundirse ni hacerme escribir chorradas como aviok, nardín o jilogramo. Quiero saber por qué siempre que escucho una canción emocionante bostezo, o cómo distingue un gato los pasos de su dueño de los del resto de vecinos del bloque, al salir aquel del ascensor y avanzar por el descansillo.

Quiero saber tantas cosas que probablemente tendría que borrar otras de mi cerebro para hacer algo de hueco. Fuera el mecanismo de pintarme los labios. Fuera Sarandonga/nos vamo a come/un arroz con bacalao, y ¿está el enemigo?, que se ponga. Fuera por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa y la fecha de cumpleaños de a quien nunca le interesó el mío. Fuera las caras de Bélmez y Liberia, capital Monrovia. Cuando seas padre, comerás carne. Los seres vivos nacen, crecen , se reproducen y mueren.

Y tendría que descartar hasta el recuerdo de libros favoritos para colmar mis ganas de saber cómo se traduce la realidad en fotos. Cómo puedo atrapar y guardar en mi bolsillo desde una peca tuya al Mulhacén y el Veleta. Cómo pueden compincharse mi cámara y mi móvil con ese tipo de coleccionismo algo patológico. Qué diabluras hace la luz en las tripas de los aparatos para darle de comer a mi feroz memoria. Por qué lo que ven mis ojos no coincide exactamente con lo que ve el objetivo. Por qué lo ve el objetivo coincide a veces, milagrosamente, con lo que ve mi corazón.



Saco el móvil; retozo con él un poco cuando ya no me quedan ganas de seguir leyendo ni de atender a mis cuatro dedos gordos; encuentro esta foto. Recuerdo cuándo la tomé, pero no haber visto exactamente eso de arriba: un cielo así de azul, una hierba tan verde, la sombra tan esbelta, una luz hecha casi religión. Mis retinas no estaban tan saturadas, o quizás la cercanía de los otros sentidos – un ramalazo frío de brisa en la mejilla, el olor de un charco enfangado, un pájaro desquiciado por tanto espacio – contaminaba la pureza de la visión. Como si la imagen del móvil y la que guardo en la memoria no fueran un mismo par de zapatos. Del mismo modelo tal vez, pero de números distintos.

Lo curioso es que así son precisamente, idealizadas y falaces, las copias de algunos paisajes que guarda mi emoción. Y así es como siento los lugares con árboles: sentados en el trono de un silencio regio que en el original no existía. Apropiándose de la luz y derramándola a su alrededor como si naciera de ellos mismos. Dándome a entender que no necesitan mi mirada en absoluto.

2 comentarios:

  1. Anónimo entre comillas27 diciembre, 2014 23:37

    Infinitas son las cosas que querríamos saber. Me divierte que algunas de las cuestiones más ¿sencillas? que te planteas me hayan puesto la interrogación a mí en estos dos o tres últimos días: los malditos apareamientos exactos entre las moléculas del agua, la levadura y la harina; todavía me río al imaginar la cara de boba que se me quedó, ante la puerta del horno, cuando creí que estaba asistiendo al espectuacular resultado de unos minibizcochos y empecé a verlos venirse abajo...
    Y esta mañana, cuando iba a echar un ratillo con los gatos de una amiga que ha salido de viaje y una gatita que vive en los alrededores de su casa y que enreda por las terrazas de la hermosa plaza de San Miguel Bajo ¡me ha reconocido! y se ha pegado a mí y me ha acompañado hasta entrar conmigo en la casa...Hacía meses que no la veía y siempre han sido sólo unos instantes para darle algo de comer ¿cómo entender eso?
    Son sólo dos pequeñas interrogaciones coincidentes.

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  2. Si almacenáramos en la memoria las cosas de la misma manera en que lo almacenan las máquinas... seríamos máquinas. Es mejor olvidar cosas de cuando en cuando y... además, para almacenar las cosas, ya tenemos a las máquinas, que para eso las hemos inventado...
    Saludos.

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