Imagino últimamente esto: que me
construyo una islita de jubilación psicológica y quemo en la orilla
las naves de la sensatez.
Imagino que hago un uso maníaco de mi
interpretación personal del Imserso, consistente en leer las obras
completas de Julio Verne.
Imagino que desarrollo una variante
particular del Alzheimer que borra toda suspicacia narrativa, toda
vocación por la palabra perfecta y el contenido implacable, todo
espíritu crítico, toda perspicacia. Que la literatura cándida y
lineal del siglo XIX deja de darme arcadas.
Imagino que me convierto en la versión
lectora del Maligno y que poseo personaje tras personaje como
Leonardo di Caprio rubias de piernas largas. Que sufro una regresión
severa y olvido el deseo de querer vivir en la realidad las
aventuras que leo.
Imagino que la nostalgia de los lugares
imposibles y la vida como una hazaña y el flirteo interminable me
empieza a sonar a chino.
Imagino que el crecimiento personal me
chupa tanto un pie como el de mis uñas. Que el papel que desempeño
como sujeto activo en el mundo se disuelve en escenarios disparatados
y tramas barrocas. Que me olvido de mí misma como el parabrisas de un
coche se ha olvidado de la escarcha al mediodía .
Imagino que saco de la tumba a la niña
de timidez enfermiza que reventó su ejemplar de La isla misteriosa. Que rescato del altillo de un armario los libros que condené después de convertirme en rehén de las hormonas.
Imagino que el entretenimiento es la
actividad más noble y más osada a la que puede aspirar un mortal.
Y para hacer realidad lo que imagino, me he decidido entrenar. Voy a imponerme un hábito de travesías y
puertos. Voy a ser más constante con mi dieta de exploraciones. Voy
a olvidarme de pensar que lo que leo e imagino es distinto de la
realidad.
Voy a leer leyendo libros fantásticos
como este:
Babeo por los libros amarillos |
Que me lleven a paisajes y pasajes
deslumbrantes como este:
Siete mil millones de hombres pueblan
hoy el planeta. A principios del siglo XX eran menos de dos mil. Se
estima que, en total, ochenta y cuatro mil millones de seres humanos
han nacido y muerto desde la aparición del Homo
sapiens. Es poco. El cálculo es simple: si cada uno de
nosotros escribiera tan sólo la vida de diez personas a lo largo de
la suya, nadie sería olvidado. Nadie sería borrado. Todo el mundo
pasaría a la posteridad. Eso sería justicia.
A propósito, y sin ánimo de romper el
clímax, yo ya he escogido a una de las diez personas sobre las
que me toca escribir en esta vida. La cosa va también de exploraciones. Hasta
aquí puedo leer.
Que sepas que el subtítulo perfecto para esta entrada sería: la última cena. Me estoy imaginando a todos los discípulos preguntándose ¿seré yo, maestro?
ResponderEliminar"¿Seré yo, seré yo?", te diría si yo convidara y tú fueras mi discípulo.
EliminarLa frase está muy bien, pero ¿realmente valdría la pena escribir sobre la vida de todas las personas que han poblado el mundo? Yo creo que no. La mayor parte de nosotros puede sentirse afortunada, cuando muera, de quedar en la memoria de unos cuantos familiares y amigos: cuando ellos desaparezcan, desaparecerá la memoria que hubo de nosotros y el mundo seguirá girando impertérrito. Muy pocos seres humanos tienen una vida tan interesante, o edificante, como para que las generaciones posteriores tengan noticia de ella. Y por supuesto, de la mayoría sería mejor no saber nada salvo para maldecirlos: Hitler o Stalin serían buenos ejemplos. Pero ya ves, justo de ese tipo de monstruos es de los que más nos acordamos. Mala señal.
ResponderEliminarA mí la pervivencia de mi memoria realmente me trae al fresco. Pero la de un puñado al menos de esos ochenta y cuatro mil millones....Algunas de esas historias diminutas que no han dejado huella: el primer lumbrera que se decidió a vender tabaco en una venta de la Sevilla del XVI. Si la gente paseaba por la playa en Baelo Claudia; los paisajes que veía mi bisabuelo el arriero cuando trabajaba... Reconozco que tengo un umbral muy bajo de lo que me parece interesante.
Eliminar... Mmmmm, Has hablado con alguien más de estos lares sobre el objeto de tus pesquisas? Me pareció muy interesante. Buceemos, pues!
ResponderEliminarPor cierto, no tiene nada que ver pero ¿Has leído "La mujer que buceó dentro del corazón del mundo"?
- J.M. -
Por estos lares no, pero ya voy preguntando aquí y allá, y hasta me están ofreciendo respuestas. Mola bucear: se ven paisajes de belleza rarita.
EliminarDicho lo cual, voy a buscar ese libro del que no tengo noticia.