lunes, 10 de noviembre de 2014

Esto va de no dejar que se pierdan los detalles

 
La jaula donde fue capturado el mapache. Guardaré ese fotograma en mi memoria durante años. Lo veré pasar por mi mente dentro de quince, en el transcurso de una meditación sentada, si es que sigo perseverando. Lo confundiré con un sueño en 2035, cuanto esté a punto de quedarme dormida en la siesta. Abriré los ojos de golpe y pensaré qué raro. Quién puso ahí esa escena. ¿David Lynch, acaso?

La jaula, que en realidad es un transportín color crema pocha, gotea lejía por la puerta. Dentro, flotando en un líquido que jamás desinfectará mi recuerdo, un puñado de esponjitas de azúcar: rosa cursi en contraste con los restos de sangre y de mierda que han quedado del lance. Hemos leído que los mapaches se pirran por esas chuches, y preguntado en dos o tres gasolineras hasta dar con ellas. Qué habrán pensado de nosotros, dos criaturas uniformadas que bajan marciales de un todoterreno y se ponen a la cola tan serios. Tan profesionales. No seré capaz de olvidarnos, aunque me alucine reconocerte en ese que disimula una bolsa de colorines junto a su pierna, reconocerme en esa que busca monedas con prisa y sin mirar a los ojos a la dependienta.

No olvidaré la pequeña manita negra, sorprendente, dolorosamente primate, que agarra contra un pecho de peluche una de esas esponjitas. Una mano que nos obligamos a visualizar como garra para que lo que estamos haciendo tenga algún sentido. Este animalito de aspecto mimoso podría arrancarnos un ojo si tratáramos de hacerle una caricia. Podría desbaratar nidos y madrigueras, convertir en un plató de Tele 5 el ecosistema. Pero ahí estamos nosotros para impedirlo. El cebo ha funcionado como si el animal sufriera mal de amores y necesitara un chute de calorías; la carita de atracador de cómic se pierde en la versión pegajosa del paraíso que hemos concebido. No la veremos más. No querremos saber si murió con la boca dulce. Sólo nos quedará aquel fotograma: el transportín vacío, el rosa estúpido de las chucherías. Una suciedad que habla de la enésima batalla por la supervivencia. Lejía para no dejar rastro de lo difícil que es convivir en este planeta.

Recordaré esa imagen una y cien veces y pensaré qué raro. Qué vida tan rara hemos vivido, sin darnos cuenta.

A continuación pensaré de nuevo en los detalles. El terrible poder de los detalles para hacer de cualquier escena algo memorable. El bicho no se me habría grabado en la memoria si no hubiera agarrado de esa manera infantil la esponjita. La película no sería tan violenta sin esa combinación de mierda y dulzura asesina. Me exhortaré una y otra vez para permanecer atenta al detalle. Cebaré una y otra vez mis trampas para no perder ni uno de ellos.

Y entonces te veré de nuevo cargando por media ciudad con una garrafa naranja, llena hasta los topes con tres litros de mi orina. Dentro de quince, treinta años, habré olvidado para qué análisis concreto tenía que servir toda esa cantidad increíble de mí misma. Habré olvidado quizás alguna palabra de nuestro idioma privado, o alguno de tus regalos de cumpleaños. Pero jamás, jamás, se me borrará ese detalle capaz de traducir sutilmente toda tu camaradería.

Te recordaré portando mi orina como si fuera oro líquido o mirra y pensaré qué raro. Qué absurda y maravillosamente rara la vida.

10 comentarios:

  1. Me encantan los contrastes de tu post: "rosa cursi" con "mierda", o el visualizar una imagen del futuro no bajo las faldas de una mesa camilla sino portando una garrafa de orina...Todo eso no perturba en absoluto la atmósfera atónita y un punto nostálgica del post.
    (Oye, me ha salido un comentario de texto!!)
    (Y, por Dios, hordas de mapaches se dirijan a Tele 5!)
    Muas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Futuro, lo del pipí? No, pasome ayer. Y el epíteto "atónito" está sumamente bien traído (por seguir con el tono doctoral): eso es precisamente lo que quería comunicar.
      Déjate de hordas, que a lo mejor a algunos nos toca hacer horas extra.

      Eliminar
  2. La potencia expresiva está bien, es fuerte; pero me pierdo, me faltan datos: ¿simbolismo, surrealismo, síntesis, collage de ideas...?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uyeah, gracias por este comentario que me incita a mejorar.

      ¿Surrealismo? No más del que puedes encontrar a diario en una vida del montón. Me pasó lo de capturar un mapache con esponjitas, me ha pasado lo de ver a mi pareja acarreando un bidón de meados de mi casa al hospital con una lealtad difícil de expresar de mejor por otros medios más ortodoxos.

      Así que me quedaré con el collage de ideas: un par de recuerdos unidos por el nexo de una idea: cómo los detalles concretos, un poco surrealistas quizás, con capaces de hacer que una escena, una situación, una emoción, se vuelvan inolvidables.

      Eliminar
  3. Anónimo entre comillas11 noviembre, 2014 22:44

    Cómo son capaces, los detalles, de condensar la vida; como esos mecanismos que recogen directamente la humedad del aire y consiguen convertirla en agua, donde es escasa o como el resultado de la destilación en un alambique, que perfecciona la materia prima hasta hacerla otra cosa mucho más valiosa.

    ResponderEliminar
  4. Yo que había compuesto diversas escenas truculentas a costa del bicho...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como este es mi blog, los puntos suspensivos los prohíbo.

      Eliminar
  5. En psicología humanista la cosa iría de anclajes, de recuerdos que despiertan emociones adrede.

    ResponderEliminar
  6. Y como la memoria es ese sitio inestable en el que es tan fácil perder el rumbo, lo mejor es generar el mayor número de anclajes. Me gusta esa palabra.

    ResponderEliminar