viernes, 28 de noviembre de 2014

Ahí van mis cinco


Me acuerdo de todo el kit de Barbie Forestal que me fui montando al poco de empezar a trabajar. Las guías de pájaros y de hierbecillas. El paquetito de gasas y mercromina, pomada para picaduras y protector labial. Un par de bolsas de red de las que se usan para ensacar patatas, porque nunca podía estar segura de que no fuera a encontrar un rodal de setas de ensueño, o un corazón amable emperrado en que me llevara a casa unos kilos de naranjas. La navaja que me regaló un compañero al que le contaba todo, todo y todo, cuando se hacía de noche bajo los árboles. Y mi brújula. Hoy me acuerdo sobre todo de mi brújula.

La compré nuevecita, en un Decathlon quizás, pero tenía ese aire vetusto de las cosas que las tecnologías digitales han relegado a un cajón sin salida. Era una brújula vintage, tenía una carcasa de latón dorado, y pesaba como una jornada laboral de catorce horas cuando me la metía en el bolsillo del forro polar. Me encantaba darle vueltas en la mano y sentir su tacto frío cuando andaba por el campo. Me encantaba llevarla, pero no la usaba nunca. Casi nunca. Muy raras veces la abría con la intención de hacer una práctica de orientación en algún camino en el que no me encontrara muy perdida. No tardaba mucho en volver a cerrarla, con un elegante click digno de Willy Fog que me encantaba. Podía pasarme una hora entera abriéndola y cerrándola, abriéndola y cerrándola, generando ese click tan old-fashioned que sonaba como un metrónomo para mis pasos. Pero no sabía utilizarla. Entendía la teoría, pero no me las arreglaba muy bien con aquella aguja tan errática. Así que por ahí anda el norte. Pues mira qué bien, me decía. Eso a mí no me ofrecía seguridad alguna. Cuando enfilaba mi cuerpo hacia la dirección que me interesaba, la aguja oscilaba cual política educativa. El norte era una cosa muy frívola y poco digna de confianza.

(Fin del Pasaje Melancolía)

Me acuerdo hoy de mi brújula a propósito de aquellos Objetivos Alocadamente Improbables. Si trabajas bien con ellos, si consigues el equilibrio ideal entre lo disparatado y lo inseguro, te darás cuenta enseguida de que no son un norte precisamente fiable para guiarte por el bosque de tu vida. Los OAI tienen que ser lo bastante locos como para que el hecho de visualizarte cumpliéndolos te haga poner cejas de Ancelloti, pero no tanto como para que su improbabilidad derrape hacia la fantasía.* Y ese equilibrio tan frágil sólo puede dar consejos de calado dudoso. La aguja de los OAI baila como una dama de honor borracha. Y sin embargo... Es posible echarse un bailecito con ella. Es posible que los OAI no sirvan para nada, y a la vez te echen un cable. Que no sean el mejor GPS del mundo, pero te permitan intuir tu posición relativa respecto a lo que en el fondo, muy en el fondo, necesitas.


La ceja que ondula el camino.
¿Qué dise, quilla?

Mis OAI, a bote pronto y por orden creciente de improbabilidad, serían hoy los siguientes:

  • Llegar a escribir el libro cuya simiente ha empezado a arraigar en mi corazoncito (Improbable, porque no sé si mi cuerpo y mi mente son genéticamente aptos para peoná semejante)

  • Comprame una furgoneta como esta (bastante improbable, porque mi plaza de garaje alquilada es de tamaño Playmobile, y porque mi coche de doce años anda todavía de modo bastante aceptable, y porque desembolsos de cuatro ceros me hacen pensar concienzudamente “pa qué, Silvia”)

    Mi cumpleaños es la semana que viene. Acepto donativos.

  •  Hacer travesías a pie o en bicicleta por lugares agrestes, dormir con los cárabos, cargar todo lo que necesito en una mochila, vendimiar relaciones en ruta (muy improbable, porque no sé si me atrevería a hacerlo sin cómplice).

  • Pedir una excedencia para conocer la experiencia WWOF y partirme moderadamente el espinazo a salto de granja (muy, muy improbable, porque mi padre puede morirse esperando a que le ayude a hacer caballones y exterminar hierbas malqueridas)

  • Vivir en una casa de campo, lejos de los coches y de las vecinas con insomnio y de los aires feos y de los apegos urbanos (muy,muy,muy improbable: demasiados ajustes laborales, demasiadas negociaciones sentimentales)

Y podría seguir y seguir, hasta un grado de improbabilidad muy elevado a cinco, pero la aguja loca de mis OAI parece que se obceca en un norte más o menos claro. ¿Alguien lo distingue? Lo silvestre y el aire libre. Quién me iba a decir que a estas alturas iba a aprender a leer al menos esta brújula.


* Lo siento, Bubo, pero lo tuyo con Megan y las hojaldrinas no es un OAI, sino un OTF (Objetivo Tú Flipas)

12 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Es que soy previsiblota, corazona. O a lo mejor curiosamente fiel a unos puntos cardinales que entiende m'as mi intuici'on que mi raciocionio.
      Jopeter, estoy estrenando un tecladillo que escribe lo que le da la gana.Y las tildes no le gustan.
      Pero s'e que sois todos seres comprensivos, caracolillos.

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  2. Es lo que tiene vivir en las nubes. No distinguimos OTF de OAI. Es lo que tiene no tener brújula.

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    1. Di que sí, hombre. A ver quién se atreve a decirnos que la fantasía no puede ser un GPS tan bueno como cualquier otro método de orientación más o menos lógico.

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  3. Pues a mí me gustaría (no necesariamente por este orden):

    - El típico sueño recurrente: Volar.

    - Una mitomanía: Lauren Bacall todita pa mi solo.

    - Una ensoñación espacio-temporal: haber nacido en los años 40 y en Gran Bretaña para poder vivir en plena juventud la década de los 60.

    Eso sí: como no soy egoista, cualquiera de los tres deseos me satisfaría lo suficiente como para no anhelar los otros dos.

    Y sí, también tengo ilusiones más de a pie, como escribir/publicar un libro o ser más sociable. Pero unas no dependen de mí y otras no me atraen lo suficiente. Qué más da.

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    1. Tus OAI son más bien ODI: Objetivos Maravillosamente Imposibles. El segundo me parece propio de un alma sumamente refinada.

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  4. que curioso, son los míos excepto el dos y el cinco (tengo una furgo (modesta) y vivo en el campo).
    no conocía la experiencia WWOF pero me lo apunto.
    y a cambio te recomiendo un blog de un tipo curioso que plantea microaventuras. en cuánto pase el crudo frío leonés me prometo a mi misma irme a dormir al bosque.
    saludos de cárabo ;-)

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    1. Entonces a lo mejor podrías apuntarte a mi futura lista de hipotéticos cómplices. Dormir al raso en el verano leones me parece un plan generador de saliva.

      El enlace... uaaaa. ¡Gracias! Corro el riesgo de quedarme encandilada.

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  5. Lo mejor es utilizar la brújula para... eso, para tenerla en el bolsillo y sentir su tacto frío. Realmente esa es su aplicación más útil.
    Saludos.

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    1. Quizás es que lo de andar siempre bien orientados y enfocados hacia el sentido es otro de esos prejuicios que llevamos inscritos de serie.
      Un abrazo.

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  6. Ala! ya me has dado que pensar! con lo a gustito que estaba yo estos días sumida en un dulce encefalograma plano como la palma de mi mano pidiendo.

    Ahora voy a tener que coger a crisis y fastidiarle la vida poniéndome objetivos incumplibles y así olvidarme de ella... pobrecita.

    ¡Ala pues!

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  7. Qué guasa tienes con el Ancelloti y la dama de honor borracha.
    Veo otra característica de las OAI: Improbables para el que las emite y altamente sensatas y realizables para quien las lee.
    Yo te veo por parajes agrestes, a tope (también es que quería usar la palabra agreste, que me encanta... agreste, agreste, agres...)
    Muas

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