Ellos no tienen ni idea de que son mis
héroes. Quizás porque son muy modestos, o porque se encuentran
relativamente cómodos dentro de sus trajes de Clark Kent. A lo mejor
ya ni se acuerdan de que debajo de los vaqueros o el chándal llevan
un uniforme de valientes. A lo mejor nunca fueron conscientes de
ello. Yo nunca se lo he dicho, desde luego.
Porque nunca lo he sabido realmente. O lo
supe de muy chica, y se me olvidó poco después. Se me fue de la
cabeza, junto a todas esas cosas que dejaron su sitio a lo que hay
que aprender para ser uno mismo. Los números y las letras empujan de
la mente al infinito, el juicio a los juegos, la autonomía a los
vínculos. ¿Por qué me doy cuenta justo ahora de con quién he
estado tratando? No lo sé. A lo mejor ya me he cansado de darle de
comer y sacar de paseo a mi ego.
Así que ahora puedo verlos bien.
Reconocerlos por fin como héroes. Y se merecen que se los recuerde.
Es algo que les debo. Porque confieso que más de una vez he puesto
los ojos en blanco al mirarlos. Qué mundana era yo, con mis
currículum y mis viajes, mis alquileres sin cargas y mi soltería
interminable. Qué de pueblo ellos. Tan sometidos aún a la ley de su
origen, a las pautas de pensamiento de sus padres, al argumento de su
película costumbrista. Llegué a ser tan mezquina como para imaginar
qué hubiera sido yo si él fuera profesor emérito en neurocirugía
y ella tuviera una galería de arte. Si hubiera resultado una persona
más precoz, más arrojada, más brillante. La herencia tiene esa
doble cara: te restringe y te libera a la vez. Te ofrece el dudoso
privilegio de lavarte las manos de vez en cuando respecto al curso de
tu vida.
Pero aun saliendo como salí, lenta,
indecisa, normalita, no dudé en medirme con ellos y en sentirme tan
ufana como cuando de pequeña comparaban mi talla con la de mis
primas, y mi culo estaba siempre más duro y las tetas me crecían
con más ganas. El árbol genealógico se hacía más fuerte con cada
rebrote. Yo misma era un arma de la evolución. Más libre que ellos.
Más lista.
Pero no, señora. NO. Resulta que ellos
protagonizaron la revolución íntima de este país, y yo sólo he
visto Cuéntame. Abrieron surcos sin darse cuenta ni
importancia en una tierra áspera. A mí siempre me ha caído la
fruta encima sin agitar una sola rama. Conquistaron libertades que
hoy me parecen innatas. Mi padre esperó bajo la lluvia a que su
inminente suegro le diera entrada a su casa. Tu madre se fue a
trabajar a Barcelona sin el permiso de tu abuelo, que siempre pensó
que eso eran cosas de fulana. Mi madre aprendió a hacer croquetas
para otros cuando era una cría. Llegó a Madrid cuando cada kilómetro
que la separaba de su pueblo valía medio año*.
Tuvieron que desarrollar estrategias de
adaptación al deshielo. Colonizaron la modernidad. Fueron pioneros.
Rompieron con el determinismo de sus familias. Sembraron en un erial.
Construyeron para nosotros la normalidad, y eso los volvió
excepcionales. Sólo nos separan veinte, treinta años. ¿Tan sólo?
Mis padres le dieron un empujón al tiempo. Eso sí que es un
superpoder.
*Torrenueva,
Ciudad Real, queda a trece kilómetros de Valdepeñas, que está
justo a 200 de la capital. O sea, que mi mamá salió de su pueblo
allá por 1870.
Y ahora vas y me imprimes y entregas este post a tus padres. Y me copias cien veces: "nunca volveré a renegar" jejeje.
ResponderEliminarCierto, son héroes. Tus padres y muchos de los padres de la gente de nuestra quinta. Habrá de todo "como en botica" pero desde luego la generación de nuestros padres se lo curró mucho.
Campeona tu madre. Por cierto.
Y campeona tú, por este post tan bonito.
¡¡Salud y orujo compañera!!
Por cierto, no sé si somos de la misma quinta pero me parece que no estamos lejos. Si eso.
Eliminar¡Me vas a obligar a copiarte ese brindis!
EliminarMi madre mola mil, y no puedo más que agradecerle su heroicidad nivel Absurda de la Vida: qué ocurrencia, tenerme a los veinte.
(A mí todavía me quedan cinco para Crisis. Me doy permiso todavía para mirarla como si fuera cosa exótica)
Pensadora, muchas gracias bonita.
ResponderEliminarEs una suerte tener padres-héroes y darse cuenta.
ResponderEliminarComo el paso dado por cada generación ha sido como el de un gigante, la heroicidad de los padres de la mía (de la mayoría de ellos) consistió en sobrevivir, nada menos.