miércoles, 22 de octubre de 2014

Qué peso me estoy quitando


A veces me encuentro con que no tengo gran cosa que decir. O con tres o cuatro retales que no sé muy bien cómo unir para que me den un tapetito apañado. A veces el ritmo de publicación que me he impuesto se comporta con mi pobre experiencia como un entrenador personal sanguinario. En ocasiones así el sentido común me sugiere que me meta las manos en los bolsillos antes que teclear cualquier cosa que no sea digna de interés. Pero, amigos, si los escritores se caracterizasen por su sentido común, y conste que no me incluyo en esa etiqueta, la historia de la literatura sería una merienda de iluminados. Y no: los escritores suelen ser pobres personas con más dudas que certezas, y más vidas de humo que anécdotas.

El caso es que cuando debo sacarme algo de la manga para que mis desamparados lectores no lloren por las esquinas no romper mi compromiso con la escritura, pero por mucho que rasque, no encuentro nada-de-nada-de-nada, saco el cuaderno donde escribo con la pezuña. Donde me cito conmigo misma al final del día. Donde me toqueteo y me doy permiso para ser torpe, sucia y descuidada. El ordenador ya está encendido. Es una gran boca hambrienta que reclama trozos de mi vida. Un perro que hay que sacar de paseo para que no lo deje todo perdido de caca. El cuaderno no reclama nada. No exige orden ni estructura, no da pie a la hipótesis de un juicio. Es poco más que un váter adonde van a parar los restos del día digerido. Escribir un post es un partido de competición; tomar apresuradas notas a mano es botar la pelota de basket en un solar vacío y lleno de charcos; botar, botar y botar, como quien pasa cuentas de un rosario; como quien medita. Es entrenarse. Por eso recurro a él cuando no sé por dónde meterle mano a lo serio: con la esperanza de que el rasgar del boli sobre la hoja vacía encienda la mecha de las palabras. Es mi abrelatas de la expresión.

Hace un momento me senté frente al ordenador. Ya tenía el cuaderno preparado. Sabía de antemano que hoy estaba desnuda frente a la pantalla, miope, sin la lente de un tema que me ayudara a enfocar mi visión. Estoy sola en casa y quiero leer, quiero ir a un vivero a comprar plantones de rúcula y lechuga para hacerme un huertecillo de balcón y darle así una salida a todo lo que mi anulado genoma campesino está ávido por demostrar. Quiero ponerme a partir almendras con una martillo, que es una cosa absurda que, consumada dentro de un piso minúsculo, me parece el colmo de la diversión. Quiero, yo qué sé, hacer queso parmesano vegano, zumba con un vídeo de Youtube o sentir mi respiración. Cualquier cosa que no me deje huella en el entrecejo.

Pero aquí estoy, tecleando frases que cuestionan mi interpretación de lo que es digno o indigno. Entrenándome más que compitiendo para ganar. No he llegado a abrir el cuaderno. No ha sido necesario. No me ha dado corte hacer nudismo frente a la pantalla. Es porque se están produciendo cambios en mi manera de entender las cosas de la escritura: estas han perdido su cualidad de solemnes. Han dejado de ser lo serio. Para mí son vitales, como es vital jugar para un crío. Pero precisamente son eso, un patio de recreo. No una profesión, ni un dogma ni un estado del alma. Ya no me asustan, ni hacen que me avive la dermatitis a fuerza de rascarme. No me ahondan las arrugas. Darme cuenta de que sin una Gran Ambición Escritora puedo pasar y hasta hacer pasar un buen rato está siendo un gran paso. Ahora soy más libre. Disfruto más del asunto. No me doy humos, no me importo tanto. Aprendo a hacerme amiga de mi tiempo. Estoy madurando.

Y creo que eso puede tener cierto interés. No por lo que a mi infumable caso respecta, sino por lo que, al usarlo como espejo, vosotros podáis obtener.


              Y ahora... Cositas como estas me dan la vida. No soy yo, obviamente. Menda tiene la mitad de tetas pero el doble de gracia. Húngaras...


 

6 comentarios:

  1. La húngara no puede ser más penosa "zumbando".

    ResponderEliminar
  2. (Jo, no se ha grabado el primer comment enviado... decía algo asín:)
    Que resulta que qué casualidad que cinco minutos antes de leer tu post he estado mirando un enlace para hacer quedo vegano! (la primera que lo pruebe, invita!!, jaja).
    Y que nada, que me alegra mucho que te descargues de pesos innecesarios y que le des a la tecla y a la prosa nada más que para tu completo disfrute.
    Aunque... ¿cómo que no tienes nada que escribir? ¿Quieres que te recuerde a cierto personaje que hace relamerme de la risión nada más que imaginando sus peripecias, aún en el limbo?
    Besillos

    ResponderEliminar
  3. Donde dije "quedo", digo "queso"... ñam

    ResponderEliminar
  4. ¿Youtube no tiene ningún tipo de filtro sobre los videos que sube la gente?
    Aunque la pregunta más bien debería ser:¿dónde o cuando perdió esta chica el sentido del ridículo?
    En fin, cada uno hace lo que quiere con su imagen...
    Sobre lo de escribir...yo pienso que esto de los blogs es para divertirte, no para ganar premios literarios, ni para crear a tu alrededor ejércitos de fieles seguidores de tus doctrinas... Pero cada uno con su blog hace lo que quiere, ¿no? Lo que a ti te guste o te haga feliz, pues eso.
    Besos!!

    ResponderEliminar
  5. Lo mío con el blog es más una cuestión de inspiración o ausencia de esta. No me pongo límites. Escribo cuando me apetece sobre lo que me apetece. A veces me gusta y a veces no me gusta cómo escribo. Pero ahí queda y eso es lo que mola.

    Salud!

    ResponderEliminar
  6. Lectoradicta y Jatz Me: confirmado, los húngaros no tienen sentido del ridículo. Tienen el cerebro estropeado por ese idioma imposible que usan para comunicarse entre ellos solicos. No creo que ningún Homo sapiens aprenda jamás húngaro si no lo ha mamado. Eso debe marcar.
    Laura, qué quieres que te diga, donde se ponga el Parmiggiano Reggiano, que se quite el Pastiche Veggano. Y lo que te hace relamer, gorriona, no sé si cabe en el blor. Algo me dice que una cosa y otra jugarían entre sí a Los Inmortales.
    Más para Jatz: es que. ..me da cosi decirlo... pero empecé el blot con la intención de usarlo como herramienta para Llegar a Ser Escritora. Me chifla ese disfraz.
    Y Pensadora: hace ya demasiado desde que llegué a convencerme de que no debía dejar lo de la escritura en manos de la apetencia. Demasiado como para arreglarme ya la sesera. Ahora sólo puedo conseguir que me apetezca casi siempre.

    ResponderEliminar