Hay un Oporto donde los azulejos de fondo
verde, azul, amarillo, son todos gris marengo tras décadas
de humo.
Donde unos lavaderos públicos no son
carne pintoresca para tu guía de viaje, sino un recurso básico para
esas dos o tres casas que esconde el pilar jurásico del puente.
Donde los trapos de cocina más nuevos
que cuelgan del cordel se compraron en 1984.
Donde las viejas nunca se peinan, y los
hombres que no tienen adonde ir matan las horas con el codo apoyado
en la mesa de una tasca, solos, en su mesa de su tasca,
como esperando a que un Velázquez los retrate.
Donde la hierba y una constelación de
colillas rellenan las juntas entre los adoquines de las cuestas.
Donde una gallina rubia y robusta picotea
los restos de arroz de una boda, a
dos pasos del Palacio de la Bolsa tan elegante.
Donde en la espalda de uno que creerías
yonqui-desahuciado cuelga la mochilita de Doraemon de la niña que
lleva de la mano.
Donde en tiendas de grifos y ortopedia
nunca se ven clientes.
Donde no huele la dulzura decadente del
oporto, sino un año de meados.
Pero a mí me encanta. |
Donde la biblioteca más agradable del
mundo tiene el aspecto de la cabaña de troncos de Robinson Crusoe.
Levantas la mirada del libro, la revista, el ordenador, y el verde del
parque te limpia las virtualidades.
Donde la decrepitud es pornográfica, de
tantos huecos y humedades que enseña.
Donde se habla un portugués menos
encrespado y diabólico que el lisboeta.
Donde unos negros que toman el fresco en
la plaza pasan de guardar cola cuando llegan los voluntarios con una cacerola de sopa y bollitos: sólo cuando están servidos el
mendigo, la chica que fue tan lista y tan guapa, la madre de tres hijos o uno que podría ser tu primo, ellos
se levantan, se atusan la ropa como príncipes y reciben lo que les
toca.
Donde dos niños se persiguen y se
disparan con palitos de madera gritando ra-ta-ta-ta.
Donde en la plaza del barrio los viejos
juegan a las cartas con una seriedad de estadistas que no pactan con
troikas.
Donde fachadas que alguien sacó de un
libro para colorear y recortar tienen un entresijo que el que las
fotografía nunca alcanza.
Donde siempre huele a guiso rico y a ti
te gustaría subir escaleras de madera que crujen y gritar abuelitaaa.
Donde tras el rimmel corrido de las calles siempre encuentras caras limpias y belleza.
Donde ningún turista te disputará unos paisajes que, misteriosamente, siempre consideraste tuyos.
Qué bien lo he pasado paseando por los lugares que describes!
ResponderEliminarPrecioso post y foto!
Muas
Es que me siento yo tan a gusto haciendo mis croniquitas de viaje que a veces me parece trampa.
EliminarGracias, bonita. Si no has ido, ve.
Me quedo embobada observando la imagen, tratando de saber si es
ResponderEliminaruna foto o una pintura hiperrealista...
Es una foto hecha con una cámara Canon Ixus Nosecuántos. Lo sé porque es la mía y la foto la tiré yo. Yeah.
EliminarSí que debe ser bonito Oporto, ¿de dónde iba a salir si no semejante inspiración? ¿y semejante foto?.
ResponderEliminarNo lo conozco, pero conociendo Lisboa y observando tu fotografía concluyo que seguro me gustaría.
Con permiso, me quedo un rato.
¡¡Salud!!
Todo el tiempo que quieras, esta es tu casa. Y sí que es bonito: tiene partes bonitas en el sentido ortodoxo de la palabra, y partes que te emocionan tanto, que lo único que se te ocurre decir es "qué bonito".
ResponderEliminarAunque debo aclarar que Lisboa es y seguirá siendo hasta que el fin de mis dioptrías mi debilidad.
Un abrazo!
Gracias a tí, un propósito es Oporto, pero no este año.
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