domingo, 13 de julio de 2014

Palim...qué

Últimamente aparece de modo inesperado, cada vez con más frecuencia. Llega, se está conmigo unos instantes, y antes de que pueda concentrarme en su cara y sus gestos, se escapa. Apenas me da tiempo a reconstruir la relación que nos une. Porque nos parecemos, no hay duda, y sin embargo... Tenemos los mismos ojos de color vacilante, las mismas muñecas finas, el mismo peinado que a duras penas contiene la amenaza de una avalancha rizada. La misma dificultad para mantener las manos quietas: las dos desmenuzamos servilletas en los bares; aplastamos flores hasta hacer papilla con ellas; dejamos que los dedos bailen claqué sobre las mesas. Nos parecemos tanto que cualquiera juraría que somos la misma. Hasta yo estoy a punto de admitirlo.

Me visita cuando cierro los ojos durante la siesta, o cuando me peleo con el filo romo de los cuchillos. Se sube a mi coche como la chica de la curva, cuando conduzco por carreteras que conocemos ambas. Me la encuentro en el álbum de paisajes al que llamo hogar sin recato. Y antes de que regrese al mismo rincón de memoria algo anárquico del que parece haber salido, me doy cuenta de que en realidad somos la misma persona, con diez años de diferencia.

Y sin embargo... La miro en cualquiera de sus idas y venidas, y no me siento capaz de pronunciar esta frase: me acuerdo de mí hace diez años. Algo no concuerda ahí. Percibo alguna incongruencia. Será que ya no me sale conjugar mis propios verbos en otras formas que no sean las del presente. Será que se ha secado la cola que mantenía unidos a los personajes que se han ido sucediendo bajo mi misma apariencia.

Y me resulta curiosa esta paradoja: cada vez me atengo con más ahínco al momento; cada vez me cuesta más identificarme con mi propia historia; pero cada vez se me iluminan más trozos de memoria. Como si al prestarle menos atención a lo que fue y a lo que no, a lo que pudo ser y a lo que quizás venga, los recuerdos se convirtieran en una enfermedad crónica. Las Silvias del pasado son el benjamín que se ha quedado sin trabajo ni casa y se instala indefinidamente en la del hermano mayor.

En el libro que recomendé hace unos días leí que el tiempo en realidad es un palimpsesto. Lo entendí de manera intuitiva, pero no tuve ganas de dejar la lectura para comprobar vía diccionario el significado exacto de la afirmación. Ahora, al ver lo que la Wikipedia tiene que decir al respecto, me doy cuenta de que es eso, exactamente eso: yo soy ese manuscrito que se ha borrado varias veces para poder ser reescrito. Soy un texto que se va formulando sobre la huella de textos pasados. Me parece más hermoso y fácil de digerir que la idea de un solo yo constante.

Ahora yo añado algo: el texto actual mejora y hace inteligible el pasado. Me parece que a la persona que me visita de improviso se le ha ido poniendo el gesto más alegre a lo largo de los años. Todavía anda un poco verde para darse cuenta. Por eso, cuando vuelva a aparecer la cogeré del hombro y le diré que se esté tranquila, que ya tiene una existencia plena.

4 comentarios:

  1. "El Palimpsesto" es el nombre que quise dar a mi tesis, pero difícilmente iba a ser aceptado por la comisión de doctorado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo que llamarte para que me cuentes porque hablas en pasado. Tienes que contarme porque ese concepto era tan inaceptable.

      Eliminar
  2. Hoy no he leido ni tu post... No te perdonare jamas... Cambiar una cigüeña por mi... Q vergüenza!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oh, querido mío, si fue ella la que me secuestró.Cómo podría yo hacerme perdonar?

      Eliminar