miércoles, 21 de mayo de 2014

Volver cuesta un poco más que irse

 
Cielos, ¿tan difícil era esto?

¿Y en serio lo hacía yo de manera más o menos fluida? ¿Me ponía el ordenador en las piernas y, sin tomar batidos de proteína ni suplementos, iba traduciendo como podía los textos en arameo que bullían por mi cabeza?

Me parece medio increíble. Desde hace un rato rebobino hacia atrás el documento de casi seiscientas páginas, ¡seiscientas!, donde se supone que monto y ajusto lo que después voceo por el altavoz de este blog. Leo al azar alguna frase. Y me embarga la misma sensación de extrañeza que sentí al entrar primero en la ciudad y después en la casa, después del viaje. Miraba los árboles de verde europeo que ciñen el río y le conceden la gracia de creerse una cosa grande. Miraba las casitas blancas que se arraciman por la loma donde mi barrio se convierte en zona de domingueo y en cementerio. Todo me parecía nuevo y exuberante.

Franqueé después una puerta en la que giró milagrosamente la llave que había en mi mochila. Y allí seguí mirando. Vi presencias robustas y tiernas. Pinceladas de color sobre un fondo cálido como la arena de playas que adoro. Miré el sofá adornado con cojines un poco rústicos y me asaltaron imágenes de una suave cotidianidad en pijama. Miré fotografías enmarcadas que un día quedaron congeladas después de que yo moviera un dedo. Miré la pared tras la cama donde mi mente dice que duermo. Vi los tres versos modelados en plástico de un aforismo de Emerson que hace poco plantamos de cabecero. Be silly. Be honest. Be kind *.

(A veces uno se hace digno de sus elecciones un poco azarosas. A veces uno descubre durante el viaje las razones que le impulsaron a salir de su casa. A veces uno va recogiendo piezas y al final el mosaico cuadra)

Eché un vistazo largo a la casa, y el conjunto me agradó lo bastante como para que me apeteciera trabar amistad con la persona que montó todo esto. Me costó una media hora de reconocer a vecinos por el balcón y de encontrar cosas en los cajones correctos para poner decir esta es mi ciudad, esta es mi casa. Ahora leo cosas que ya he escrito como si lo hubiera hecho alguien que no era completamente yo. Y me acerco con timidez al teclado para encuadrar y parir nuevas fotografías mentales como si nunca lo hubiera hecho antes.

Y seguro que quien lo hizo no era completamente yo, tal como soy en este instante. Dejad que lo ilustre con una imagen idiota. Ahora soy una especie de bombón de licor: algo cerrado que esconde dentro de sí un núcleo dulce, recio y sin forma, pero capaz de estallarte en la boca. Tened paciencia conmigo. No sé muy bien por dónde empezar a desenredar la madeja que he acumulado en mi viaje.

O sí que lo sé. Cualquier cabo es bueno para empezar a tirar de él. Cualquier hilo lanzado a la corriente sin mucha esperanza puede servir para pescar un pez. Pero dadme un poquito de margen. Necesito este estiramiento antes de reconocerme en lo de seguir escribiendo.


* Para los que aún piensen que aprender inglés es una chorra: “Sé simple. Sé honesto. Sé amable”. Que sí, que la traducción inmediata de silly es tonto, pero a mí me gusta más el toque de ingenuidad campestre que hay en la palabra simple.


7 comentarios:

  1. Pues buena vuelta. (Lo de bienvenida lo dejo porque esta es tu casa.)

    ResponderEliminar
  2. Jijiji, he estado esperando con más avidez tu post que el mío propio. Cuesta la vuelta sí, ya sabes, la contracción tras la expansión es más antinatural y asauresco, si me apuras.

    ResponderEliminar
  3. lectoraadicta22 mayo, 2014 09:49

    Si fuera tu madre te diría: " No volverás preña, verdá hija mía? Por lo de bombón relleno
    Como ves cumplo perfectamente el primer punto de la leyenda que tienes sobre tu cama.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuidaaaooo, lo que hay que leer. Pero sí, estoy preña de mí misma.

      Eliminar
  4. Desde lo más intrincado de mi asaura te digo que es algo distinto a que me esté costando volver. Me está costando demasiado poco, y eso resulta raro. E azin.

    ResponderEliminar