Cielos, ¿tan difícil era esto?
¿Y en serio lo hacía yo de manera más
o menos fluida? ¿Me ponía el ordenador en las piernas y, sin tomar
batidos de proteína ni suplementos, iba traduciendo como podía los
textos en arameo que bullían por mi cabeza?
Me parece medio increíble. Desde hace un
rato rebobino hacia atrás el documento de casi seiscientas páginas,
¡seiscientas!, donde se supone que monto y ajusto lo que después
voceo por el altavoz de este blog. Leo al azar alguna frase. Y me
embarga la misma sensación de extrañeza que sentí al entrar
primero en la ciudad y después en la casa, después del viaje.
Miraba los árboles de verde europeo que ciñen el río y le conceden
la gracia de creerse una cosa grande. Miraba las casitas blancas que
se arraciman por la loma donde mi barrio se convierte en zona de
domingueo y en cementerio. Todo me parecía nuevo y exuberante.
Franqueé después una puerta en la que
giró milagrosamente la llave que había en mi mochila. Y allí seguí
mirando. Vi presencias robustas y tiernas. Pinceladas de color sobre
un fondo cálido como la arena de playas que adoro. Miré
el sofá adornado con cojines un poco rústicos y me asaltaron
imágenes de una suave cotidianidad en pijama. Miré fotografías
enmarcadas que un día quedaron congeladas después de que yo moviera
un dedo. Miré la pared tras la cama donde mi mente dice que duermo.
Vi los tres versos modelados en plástico de un aforismo de Emerson
que hace poco plantamos de cabecero. Be silly. Be honest. Be kind
*.
(A veces uno se hace digno de sus
elecciones un poco azarosas. A veces uno descubre durante el viaje
las razones que le impulsaron a salir de su casa. A veces uno va
recogiendo piezas y al final el mosaico cuadra)
Eché un vistazo largo a la casa, y el
conjunto me agradó lo bastante como para que me apeteciera trabar
amistad con la persona que montó todo esto. Me costó una media hora
de reconocer a vecinos por el balcón y de encontrar cosas en los
cajones correctos para poner decir esta es mi ciudad, esta es mi
casa. Ahora leo cosas que ya he escrito como si lo hubiera hecho
alguien que no era completamente yo. Y me acerco con timidez al
teclado para encuadrar y parir nuevas fotografías mentales como si
nunca lo hubiera hecho antes.
Y seguro que quien lo hizo no era
completamente yo, tal como soy en este instante. Dejad que lo ilustre
con una imagen idiota. Ahora soy una especie de bombón de licor:
algo cerrado que esconde dentro de sí un núcleo dulce, recio y sin
forma, pero capaz de estallarte en la boca. Tened paciencia conmigo. No sé
muy bien por dónde empezar a desenredar la madeja que he acumulado
en mi viaje.
O sí que lo sé. Cualquier cabo es bueno
para empezar a tirar de él. Cualquier hilo lanzado a la corriente
sin mucha esperanza puede servir para pescar un pez. Pero dadme un
poquito de margen. Necesito este estiramiento antes de reconocerme en
lo de seguir escribiendo.
*
Para los que aún piensen que aprender inglés es una chorra: “Sé
simple. Sé honesto. Sé amable”. Que sí, que la traducción
inmediata de silly es
tonto, pero a mí me
gusta más el toque de ingenuidad campestre que hay en la palabra
simple.
Pues buena vuelta. (Lo de bienvenida lo dejo porque esta es tu casa.)
ResponderEliminarGracias, mozuelo. Y bienvenido, claro.
EliminarJijiji, he estado esperando con más avidez tu post que el mío propio. Cuesta la vuelta sí, ya sabes, la contracción tras la expansión es más antinatural y asauresco, si me apuras.
ResponderEliminarUopa,
EliminarMe equivocao: te he respondido abajo.
Si fuera tu madre te diría: " No volverás preña, verdá hija mía? Por lo de bombón relleno
ResponderEliminarComo ves cumplo perfectamente el primer punto de la leyenda que tienes sobre tu cama.
Cuidaaaooo, lo que hay que leer. Pero sí, estoy preña de mí misma.
EliminarDesde lo más intrincado de mi asaura te digo que es algo distinto a que me esté costando volver. Me está costando demasiado poco, y eso resulta raro. E azin.
ResponderEliminar