sábado, 19 de abril de 2014

Track 4: No pasa nada

 

Se desparraman los maltratados cedés que llevo en la guantera desde hace mil años, como cartas del tarot que hubiera que interpretar. Yo no creo en señales ni símbolos, ni en interruptores que de pronto iluminan visiones transcendentes de la realidad, pero jugar me encanta, sobre todo cuando me invento las reglas del juego y las aplico como me da la gana. Así que, jugando, recojo al azar uno de los cedés que han sembrado la alfombrilla. Cualquiera dice algo de mi vida, le pone banda sonora a mi pasado, habla de una escena de desamor o de libertad. Pero este es el que ha salido, y esa de arriba es la primera canción que suena. Y, medio comprendiendo la letra, no me queda otra que reconocer que a veces el azar sabe portarse como un verdadero profesional.

Tudo vai terminar, tudo era un momento, oigo cantar a la voz resfriada de Bebel Gilberto. Y, entonces, tantas cosas que no me ha hecho falta poner en palabras para comprenderlas; tantas que en cambio he querido expresar; tanto que he dicho malamente con la intención de ofrecer algo así como un consuelo, todo explota también en mi voz e inunda mi coche, como si una piñata hubiera reventado adentro.

Y es tan viejo, tan viejo ese conocimiento, que resulta chocante la forma en que cada vez que reaparece tiene todavía poder para erizarme la médula y convertirme en un animal avisado. No importa que lo estudiáramos en clase de filosofía ni que sepamos cien mil refranes al caso. Hay que olvidarlo una y otra vez, para una y otra vez incorporarlo a la carne. Nosotros lo supimos anoche, mientras hablábamos por teléfono de la aventura engorrosa en que se ha convertido esto de ser un adulto. Lo supe yo esta mañana, mientras volvía a sentarme en pijama sobre la gravilla del patio, fiel a mi ceremonia de sol y ojos cerrados, y con la acequia canturreando a mi espalda.

Todos aquellos momentos que parecían un nudo gordiano pasaron. Los que creímos definitivos, los que sólo podían ser un compendio de lo que habíamos conseguido o dejado conseguir en la vida. Los que nos tuvieron en ascuas y nos hicieron sujetarnos la tripa a dos manos. Los que amenazaron con destruir de un plumazo el personaje que nos habíamos escrito u otros habían escrito para que lo interpretáramos. Los que nos llevaron a levitar a dos palmos del suelo. Todo se libró de nosotros.

Todo pasa y se funde con todo: la angustia y los platos que fregamos hace tres días; el arrebato con el tiempo empleado esperando a que cambie el semáforo. Todo momento álgido termina poniéndose al ras de sus compañeros. Todo momento trivial recibe su baño de oro al ser recordado. Todo momento es a la vez humo y tesoro. Y tal vez la mente humana no haya evolucionado bastante como para comprender esa paradoja y saber descargar de importancia a tanta cosa que pasa y nos pasa.

7 comentarios:

  1. Creo que la lección de dar menos importancia a las cosas no la aprenderemos nunca.

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  2. Supongo que si se aprende a eso uno adquiere la etiqueta de sabio...

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    1. O de gato que contempla o se entretiene con sus moscas imaginarias.

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  3. Anónimo entre comillas20 abril, 2014 22:53

    Lección fundamental de una de las asignaturas fundamentales -para mí- de esto que llamamos vivir; procuro no faltar a ninguna clase cuando toca.

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  4. Preciosísima la canción!.
    Comparto todo lo que dicen las vecinas de arriba.
    Me quedo con la cantidad de veces que hay que aprender y re-aprender que, aunque nos parezca siempre lo mismo, quiero creer que cada re-aprendimiento no es exactamente igual al anterior.

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  5. ¿Te imaginas que aburrido sería si un día nos diéramos cuenta de que ya lo sabemos todo, todo y todo?

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