Acabo
un libro, y empieza el dilema propio de la abundancia. Mi
e-reader
es una granja intensiva de tramas, y ahora mismo no sé por cuál de
ellas decantarme. Estoy bloqueada. Él me dice que no le dé
importancia; que en realidad uno no elige los libros que van a encandilarle una temporada, sino que son los propios libros
los que lo eligen a uno para propagar su infección de saber o de
encanto. A lo mejor usa frases menos adornadas. Mi parte más
cartesiana se abstiene de hacer comentarios. No sabría reprimir la
opinión feroz que le provoca todo lo que atufa a realismo mágico.
Pero
como también tengo una parte confiadota, me abro de mente y de
brazos. Como si creyese que un trozo de palo sacado en procesión
puede tener el poder de devolvernos la lluvia. Voy pasando
con el dedo un poco más despreocupado las pantallas que componen mi
estantería virtual. En medio de la ligereza, una punta de nostalgia.
En esto han quedado los merodeos por librerías que me han regalado
tanto consuelo, tanto placer. Quedarme prendada de una portada,
aspirar hasta el diafragma el aroma del papel nuevo: lo más parecido
que conozco a dejarse tomar por el olvido en un fumadero de opio. O a
pasarse las horas muertas deambulando en busca de pareja por un
tontódromo.
Pero
juego a pesar de todo. Cierro los ojos, detengo el dedo al azar. Y el
ganador es... ¡Middlesex,
de Jeffrey Eugenides! Publicado por Anagrama.
Bien. Porque Cal, como Tiresias, ha vivido como mujer y como hombre...
Yupi, un hermafrodita. Me pone. Caleidoscopio
de historias...
Mmm. Bien. Descendientes de griegos de Asia Menor. Bien. Magníficos
ecos homéricos.
Requetebién. Tumbada sobre la panza, empiezo a leer.
Al
cabo de dos páginas ya estoy pescada. Me quedo quietecita, las manos
en los carrillos, los codos apoyados en la cama, sin que se me
ocurrra debatirme en su red de imágenes y palabras. Ahí van
enganchados también mis recuerdos de niña lectora. Felices,
sumamente felices. No puedo leer la frase Háblame,
musa,
sin que en mis oídos suene a te
quiero, te adoro.
De eso ya hablé hace muchos post. ¿Ha acertado mi dedo? Quizás es
pronto para decirlo, habida cuenta de que el libro tiene seiscientas
páginas. Pero qué importa: yo soy de enamoramientos raudos, y
aunque luego la realidad se encargue de emborronar el polvillo dorado
de lo que me atrapó, yo nunca me desdigo de mis primeros momentos de
entusiasmo.
¿He
sido escogida? ¿Me ha olido este libro las feromonas y los
entresijos? ¿Sabe que tengo una guía intacta de Grecia esperando en
la estantería a que me decida a comprar un billete de avión? ¿Sabe
que ya he escrito postales en mi cabeza desde alguna playa de
guijarros volcánicos? ¿Que sin haber estado nunca en esa orilla, el
sol egeo ya me ha tostado? ¿Sabe que podría pasarme la vida
saltando como Ulises de isla en isla narrativa? Debe de saberlo. Lo
sabe.
Eso me recuerda que una vez tuvimos los billetes comprados...perdimos esa oportunidad; se presentará otra vez?
ResponderEliminarMmmm, no sé, si ya te cuesta coger un autobús para ponerte en media hora en Graná...
EliminarTe ha pescao, mal que le preste a esa parte cartesiana.
ResponderEliminarA disfrutarlo!
Mira, estoy loca por bajar la persiana del chiringuito, lavarme los dientes, meterme el pijama dentro de los calcetines, y al lío!
EliminarJajaja... si todos los que hacemos uso de ese uniforme nocturno saltáramos a la vez, moveríamos el mundo.
Eliminar