miércoles, 2 de abril de 2014

Los libros lo saben


Acabo un libro, y empieza el dilema propio de la abundancia. Mi e-reader es una granja intensiva de tramas, y ahora mismo no sé por cuál de ellas decantarme. Estoy bloqueada. Él me dice que no le dé importancia; que en realidad uno no elige los libros que van a encandilarle una temporada, sino que son los propios libros los que lo eligen a uno para propagar su infección de saber o de encanto. A lo mejor usa frases menos adornadas. Mi parte más cartesiana se abstiene de hacer comentarios. No sabría reprimir la opinión feroz que le provoca todo lo que atufa a realismo mágico.

Pero como también tengo una parte confiadota, me abro de mente y de brazos. Como si creyese que un trozo de palo sacado en procesión puede tener el poder de devolvernos la lluvia. Voy pasando con el dedo un poco más despreocupado las pantallas que componen mi estantería virtual. En medio de la ligereza, una punta de nostalgia. En esto han quedado los merodeos por librerías que me han regalado tanto consuelo, tanto placer. Quedarme prendada de una portada, aspirar hasta el diafragma el aroma del papel nuevo: lo más parecido que conozco a dejarse tomar por el olvido en un fumadero de opio. O a pasarse las horas muertas deambulando en busca de pareja por un tontódromo.

Pero juego a pesar de todo. Cierro los ojos, detengo el dedo al azar. Y el ganador es... ¡Middlesex, de Jeffrey Eugenides! Publicado por Anagrama. Bien. Porque Cal, como Tiresias, ha vivido como mujer y como hombre... Yupi, un hermafrodita. Me pone. Caleidoscopio de historias... Mmm. Bien. Descendientes de griegos de Asia Menor. Bien. Magníficos ecos homéricos. Requetebién. Tumbada sobre la panza, empiezo a leer.

Al cabo de dos páginas ya estoy pescada. Me quedo quietecita, las manos en los carrillos, los codos apoyados en la cama, sin que se me ocurrra debatirme en su red de imágenes y palabras. Ahí van enganchados también mis recuerdos de niña lectora. Felices, sumamente felices. No puedo leer la frase Háblame, musa, sin que en mis oídos suene a te quiero, te adoro. De eso ya hablé hace muchos post. ¿Ha acertado mi dedo? Quizás es pronto para decirlo, habida cuenta de que el libro tiene seiscientas páginas. Pero qué importa: yo soy de enamoramientos raudos, y aunque luego la realidad se encargue de emborronar el polvillo dorado de lo que me atrapó, yo nunca me desdigo de mis primeros momentos de entusiasmo.

¿He sido escogida? ¿Me ha olido este libro las feromonas y los entresijos? ¿Sabe que tengo una guía intacta de Grecia esperando en la estantería a que me decida a comprar un billete de avión? ¿Sabe que ya he escrito postales en mi cabeza desde alguna playa de guijarros volcánicos? ¿Que sin haber estado nunca en esa orilla, el sol egeo ya me ha tostado? ¿Sabe que podría pasarme la vida saltando como Ulises de isla en isla narrativa? Debe de saberlo. Lo sabe.

5 comentarios:

  1. Eso me recuerda que una vez tuvimos los billetes comprados...perdimos esa oportunidad; se presentará otra vez?

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    1. Mmmm, no sé, si ya te cuesta coger un autobús para ponerte en media hora en Graná...

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  2. Te ha pescao, mal que le preste a esa parte cartesiana.
    A disfrutarlo!

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    1. Mira, estoy loca por bajar la persiana del chiringuito, lavarme los dientes, meterme el pijama dentro de los calcetines, y al lío!

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    2. Jajaja... si todos los que hacemos uso de ese uniforme nocturno saltáramos a la vez, moveríamos el mundo.

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