Me miras sin saber del todo si soy muy
idiota o una fantasma. Pones esa cara. Sabes cuál es: esa
cara. Como si te hubiera dejado colgado el equipo de traducción
simultánea. Como si vivieras con una norcoreana. Encoges un hombro;
con las manos en alto te rindes. No eres el bandido atrapado, no:
eres la exasperación en forma de cura. Espero que me absuelvas,
entonces. Que te decidas por mi idiotez. Porque te aseguro que ser un
cero a la izquierda a la hora de pensar en dineros no es una forma de
petulancia. No me vanaglorio secretamente de ello. No creo haberle
hecho nunca la menor concesión al dandismo.
Esta vez aplazo tus buenos consejos no
porque no te entienda, o porque todo lo que no vea en mi monedero me
parezca tan inasible y abstracto como la idea de Dios. Estamos de
acuerdo en que dejar languidecer el dinero en una cuenta corriente es
cosa de tontos. Pero en mi cerebro tengo enterrada la semilla de un
plan. Quiero decir: un Plan. Y no me atrevo a escayolar mis ahorros
en un depósito, por si mi Plan necesitara ese abono para
arraigar. Me quedo callada. Te quedas callado. Nos miramos como el
gato de casa al advenedizo que ronda el comedero del pienso. Me lo
pienso mañana, termino zanjando. Creo. O sea, que nunca vas a
hacer nada al respecto. Tú siempre quieres tener la última
palabra. Eso, o que ya te funciona la traducción simultánea.
¿Y sabes por qué no he dicho nada?
Porque sabía que el Plan te iba a parecer una chorrada. A mí me
parece una chorrada. Mi semilla es minúscula, enjuta, acartonada
como la monomanía. Aún tiene que encontrar un buen suelo, tiene que
llover mucho, y tienen que llegar días de sol blando para que al
final y con suerte germine. Suelo, en el símil, significa próposito
y confianza. La lluvia es imaginación. Y el buen tiempo supongo que
no es más que la alegría de liarse la manta a la cabeza sin cavilar demasiado.
La cuestión es que me gustaría escribir
una novela. Llámalo fetichismo si quieres. ¿Una novela? Una novela.
O algo que gravite alrededor de un tema concreto a lo largo de al
menos un par de cientos de páginas. Algo que no tenga que ver
diáfana y necesariamente con mi biografía. Que me permita
involucrarme de manera un tanto exaltada. Que no me dé pie a
escribir un punto final justo a la hora de la cena e inmediatamente
olvidar. Y quiero escribir eso lo bastante lejos de mí misma. De mi
hábitat mullido y de mis amables rutinas. Conozco la afición de mi
mente al vagabundeo. Me precio de saber distraerme con gracia. Y soy
perita en excusas. Por eso sé que mi Plan no tendrá éxito si me
limito a buscarle huequecitos en mi tiempo. Esta no es una
semilla apta para agarrar en macetas.
He pensado en Lisboa. El punto de cruce
entre lejos y cerca, entre lo distinto y lo conocido. Entre la amabilidad y el desarraigo. Llámame obsesa. Podría haber pensado en
cualquier lugar apartado, en una casa rural entre encinas. Pero sabes
que a mí los árboles me arrullan y me hipnotizan. Me despojan de la
vanidad de expresar. Una ciudad, en cambio, ruidosa, repleta,
confusa, siempre te pone en bandeja la opción de querer refugiarte.
Y una ciudad que habla otro idioma te acerca más todavía al tuyo
propio. Te convierte en un niño que está aprendiendo a hablar. Y
creo que ese es el talante adecuado para empezar a escribir algo un
poco grande. En realidad, todo esto es poco más que retórica: me
valen tanto Cabo Verde o Noruega como Zamora.
He pensado en un mes. Un mes tan sólo
para apuntalar: escribir un borrador asqueroso en un paisaje de
cuarentena y volver luego aquí a continuar el trabajo. Octubre,
noviembre tal vez. Extirpar así de raíz la tentación de las playas
doradas y la primavera. Y sabes qué significa eso: renunciar a una o dos
nóminas. Pagar la parte de alquiler que me corresponde. Pagar el
alojamiento temporal. Pagar un bono de internet. Pagar kilos de
bacalao y broa de milho. Dinerito contante y sonante. Euros
sin la trampa y el corsé de un depósito. Cash.
¿Pero sabes la razón principal por la
que mi Plan es una chorrada, aparte de por su romanticismo burdo y su
falta de necesidad? Resulta que no se me ocurre nada que se pueda
convertir en novela. Ni siquiera en una croniquita. Así que no
temas. La pasta está custodiada por el bajo interés de mi fantasía.
Esto que has escrito me ha conmovido. Está lleno de significado, de bagaje, de esperanza, de proyección, de valentía, de pura vida. Esta ventana sigue dándome paisajes tan obstinados como cambiantes, lo mismito que la ventanilla de un tren. Así es nuestro día a día, igual pero distinto. Eres adorablemente humana y por eso nos reconocemos en ti y te queremos tanto.
ResponderEliminarTe digo en callaíto que he pensado copiar esto que me dices en una tarjetita para llevarlo siempre en el bolsillo de la camisa, bien cerca del corazón. pero me contengo, porque también vivo en pugna continua con mi adorable ego.
EliminarTe queremos tanto!
Dice un amigo que escribir un libro es fácil: sólo tienes que empezar a escribir y cuando llegues a la página 500, paras.
ResponderEliminarSalvando la chorrada, en ese mes que inviertas en tí, empieza a escribir lo primero que pase por tu mente, no hará falta que tengas un plan previo y poquito a poco, si es verdad que es tu momento, la novela irá saliendo solita... Y yo me la voy a comprar e iré a la feria del libro a que me la firmes, insisto.
Yo creo que sí que estaría bien llevar al menos el esqueleto de una idea más o menos concreta, para no estar tan perdida ni tener la sensación de que el tiempo y la propia presión apremia.
EliminarPero tampoco hay que ponerse hiperproductiva o estupenda: si no saliese nada más que basura, tampoco importaría mucho, porque la experiencia de emplear un solo mes de tu vida poniéndola patas arriba seguro que merecería la pena.
Sabes cuál será mi comentario (consejo): hazlo, no perderás nada valioso y seguro que Laura tiene razón en cuanto a tu problema último.
ResponderEliminarDedito hacia arriba!
Eliminar¿Crees que si no lo haces en nombre de tu sentido común ahorrativo y tu falta de ideas claras serás capaz de obviar esa necesidad o sueño por mucho tiempo? Quizás no sea el momento, tampoco sé si existe esa cosa llamada "momento", pero parece que escribir es algo muy tuyo (y que haces genial), y me imagino que reclamará espacio en tu vida de una forma u otra a lo largo de la misma. No sé si lo que digo tiene mucho sentido.
ResponderEliminarYo soy ahorradora compulsiva y temo el día en que me arrepienta del montón de papeles que he acumulado a costa de pretender controlar un futuro incontrolable (y lo peor es que ni ahorrando salgo de pobre :D).
Y seguro que saldría algo bonito. Es que escribes muy bonito.
¡Saludos!
Claro que tiene sentido lo que dices, Cristina. Yo no creo en el Momento, creo en el trabajo y en las buenas ideas. ¿Te imaginas que te pases la vida esperando para que luego el Momento dichoso no se presente? El Plan es ese, pero entre medias debe de haber cientos, miles de planes que, sumados, pueden dar forma a la necesidad de contar.
EliminarY mil gracias por el piropo! Un abrazo.
Ah, se me olvidaba! Mi capacidad para ahorrar es un ente pasivo que no depende ni de mi talentos ni de mi empeño. Sólo que...no se me ocurre en qué gastar lo poquito que sobra.
EliminarMe disculpa si te digo que no me gusta el último párrafo.Que no encuentres fuente de inspiración para tu Plan, no lo convierte en chorrada o innecesario.Si lo ves así, por qué te planteas siquiera el proyecto.
ResponderEliminarSi fuera por falta de ideas, te recomiendo que vieras Mujercítas y apuntes el consejo que le da a Jo su profesor.
Lo de innecesario se refería a que tampoco es esencial dejar de trabajar y mudarse a una ciudad hermosa para escribir lo que sea. Me gustaría que fuera así, pero yo misma me doy cuenta de que el Plan quizás tenga más de enredo aventurero que de otra cosa. Lo cual no le quita ni gota de mérito.
EliminarY lo de la chorrada...Bueno, mujer, estarás conmigo en que si tu Amigo Especial te aconseja encarecidamente abrir un depósito con tus ahorros y tú reculas porque quieres irte un mes a Lisboa a escribir una novela de la que todavía no sabes una eme...Suena un poco alejado del humano sentido común.
¿Y no me puedes decir tú el consejo para no tener que tragarme Mujercitas?
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ResponderEliminarAlquilate un apartamento en Alfama, octubre seguro que es un buen mes, mayo supongo que también, pero a mi me gusta más el otoño. Cuando estés allí ubicada tomate una Superbook (la única cerveza con chorrocientas medallas de "ouro" consecutivas, supongo que es la propia marca la que organza los certámenes cerveceros y siempre se premia así misma, el caso es que está muy buena). Si no eres cervecera bebete un vinho verde o un oporto o lo que más te guste y brinda a la salud de tus lectores, unos anónimos, otros más cercanos pero todos cautivados por tu forma de ver el mundo y sus gentes y por tu manera dejarnos entrar a echar un vistazo. Seguro que se te ocurrirá algo y si un mes te parece poco soy capaz de iniciar una colecta popular.
ResponderEliminarFíjate que en el concurso yo casi me decantaría por la Sagres. Mitomanía personal. Una parte de cada uno de los pasteis que devore la dedicaré a todo el que tuvo a bien dedicarme palabras tan encantadoras como estas en sus comentarios. O a los que, sin comentar, emplearon algo de su tiempo en acompañarme.
Eliminar¿Colecta? Me parto. Mi primer embrión de crowdfunding, chispas.
Un abrazo!!