Una poca de cosa sí que da que Facebook
se haya apoderado de Whatsapp. Porque aunque esté de capa caída,
aunque se haya convertido en la versión virtual de ese buzón de
correos que ya ni te molestas en desatascar, Facebook
sigue conservando un perfil que a mí me parece siniestro.
Facebook altera la textura de la
realidad. Facebook baraja los planos en que te mueves, como si tu
vida fuera un truco de cartas. En eso opera más o menos como tu
cerebro: confunde los términos más o menos estables de lo
que está cerca y lo que está lejos, de la verdad flagrante de tu
vida y de las hipótesis que descartaste o te descartaron,
de lo que tienes y lo que se perdió. Facebook es un constructo muy
parecido a la imaginación.
Facebook se divierte contigo como la
Madame Merteuil de Las amistades peligrosas, y por eso no
pone obstáculos a que entre tus amigos figure gente que dejó de
hablarte hace mil años. Te da permiso para contemplar
tráilers de películas que te han sido estrictamente vetadas. Te
cuela en la remota cocina de alguien que una vez se metió en tu
cocina. Te chiva quién ronda la cama todavía más
remota de alguien que una vez durmió, y lo que sigue, en tu
cama. Te da apuntes de lo que podría haber sido tu historia si él
no hubiera sido tan veleidoso; ella tan apremiante; tú tan
distraído, tan inmaduro, tan poco atento a las señales; vosotros en
realidad tan asimétricos; vuestras ciudades tan distantes. Facebook
convertido en el álbum de tus vidas alternativas.
Facebook: escaparate de Tiffany´s.
Alguien que sólo te llevo a la playa
para celebrar vuestra ruptura con un arroz de pescado a destiempo
enseña sus huellas sobre la arena, en una foto de Facebook. Alguien
que con los ojos achinados del flirteo planeó viajar contigo a
Tailandia se deja fotografiar a lomos de un elefante por una cámara
que no es precisamente la tuya. Alguien cumple años: La Red te
permite saberlo, tu orgullo te prohibe felicitar. Alguien cuelga
una imagen del que debería haber sido tu plato favorito. Alguien te
comunica a ti y a cualquiera su desazón y su contento, su esperanza
y su hastío. Alguien mira la misma puesta de sol que tú miras, y te
parece ciencia ficción.
Facebook: una barrera elástica que te
rebota bien lejos de lo que estuvo a punto de ser tuyo.
Ahora Facebook compra Whatsapp, ese
territorio en el que la intimidad todavía es una cosa abordable que
se deja puntuar. Y a mí me da dentera imaginar que se abre una puerta
de acceso a todos los muñequitos amarillos, las cacas sonrientes y
los secretos de gente para la que mi existencia se resume en un
retraído muro virtual.
Sí, la verdad es que sí tita S, da miedín.
ResponderEliminarPues aún así les seguimos el juego.
ResponderEliminarLo describes perfectamente, lo de cómo se divierte con nosotros. A mi me da mucha cosica la dependencia que nos generan todas estas redes virtuales...y efectivamente no me escapo de ellas. Al igual que otros vicios, procuro no abusar de ellos. En flin, no voy a agacharme a coger la primera piedra, no.
ResponderEliminarMuas!!!!!
No termino de ver del todo en qué puede contagiarse el "mundo whatsapp" del ahora su dueño Facebook, total porque haya pagado la cifra de 14.000.000 millones de euros por metérselo en el bolsillo...
ResponderEliminarLeía hoy casualmente el comentario sobre un libro llamado Vigilancia Líquida; parece llegar a la conclusión de que lo más perturbador de todo esto es nuestra colaboración, como dice Lectoraadicta; nuestra idílica visión de que las redes sociales pueden ser la panacea de la comunicación sin barreras, aunque se ve que tú lo tienes más claro y describes de maravilla esa especie de juego de espejos que a veces parece el dichoso "Face".
Era un pequeño delirio que me servía de excusa para hablar de FB: me pareció gracioso que el colmo de la sobreexposición se haya comido al colmo del corrillo íntimo.
EliminarY respondiéndote a ti, responde a todAs! las queriditas comentaristas: FB no es un ente malote al que seguimos el juego: FB lo hacemos nosotros, y nosotros marcamos las reglas del juego. A todos nos gusta mirar aquello de lo que las circunstancias nos apartan.