martes, 3 de diciembre de 2013

Será trasto


Andaba yo batiéndome el cobre con un embrión de relato, cuando sonaron un par de timbrazos.

La puerta de casa. Qué raro. Ningún vecino del reino de paz que es este bloque llamaría de un modo tan imperioso. Jose se ha llevado su manojo de llaves. ¿Es que habrá llegado hasta aquí el loco del chándal? Salgo de la habitación con pasos amortiguados por calcetines, llego de puntillas hasta la entrada, me cuelgo de la mirilla. Un bulto gris verdoso ocupa todo el círculo. Alguien ha cargado su peso contra la puerta. Oh, my god.

El bulto se mueve. Trata de arrancarle una melodía a un timbre que sólo sabe pronunciar monosílabos. Ahora distingo el perfil. Es Jose. Cargado a su vez con dos bultos. Este demonio. Este ángel. Este hombre. Abro la puerta en un estado levemente alucinatorio. Pero qué. ¡Felicidades, los Reyes! ¡Felicidades, los Reyes! Pero qué. ¡Mira lo que te he traído! Entra en la casa, miro los bultos, logro encajar mi mandíbula inferior en su sitio. No sé si colgarme de su cuello o zarandearlo. Planta su carga en la mesa del salón. Dos cajas. Sin papel de regalo, blancas, vociferantes de marcas. Qué, me interpela, con los brazos en jarras. Yo las contemplo como si fueran, no sé, un ornitorrinco en un frasco de formol.

No voy a decir que no me esperara una sorpresita. Al fin y al cabo, mañana es mi cumpleaños. Y este hombre es así. Le daba pena que fuera un día como cualquier otro, de madrugón y uniforme, gimnasio y ordenador. No ver este año en mi cara los ojos de niña chica abriendo ávida sus regalos. Hace seis meses no pudo esperar a comprarme el e-reader. Yo, en junio: que no. Él: que sí. Yo: que no. Él: considéralo un anticipo. Desde entonces ya me he embuchado doce libros digitales. Este Hombre es Asín. Se echó a la calle a eso de las cinco de la tarde. Inocente de mí, yo pensaba: espero que se acuerde de que sólo puedo ponerme braguitas de algodón o de seda. O: me apuesto a que serán justo los pendientes negros que necesito. En ningún momento consideré que pudiera traerme algo que no cabría en los bolsillos de su chaquetón.

Y ahí están, todavía sobre la mesa, palpitando como fetos de cuarenta semanas. El bulto de la panificadora. El bulto de la yogurtera. ¿No querías hacer tu propio pan y tu propio yogur? Pues vualá. Bate sus pestañas de jirafa. Venga, me cuelgo de su cuello. Veo los bultos con el rabillo del ojo. Ahora soy yo la que se pone flamenca. Pero, tío, ¿esto qué es, el sueño americano? ¿Kansas City, año 1954? ¿Soy yo la dueña del par de piernas con tacones que aparecen en la cocina de Tom & Jerry? ¿Te has vuelto loco, colega?

Bueno, como estabas medio tristona, responde, y pone esa cara de travesura y arrobo que es el verdadero regalo. Los bultos preñados de objetos electrófagos son una excusa. Y que haya terminado confirmando mi tesis no importa. Es cierto que desde hace unos días sufría punzadas de una crisis de la mediana edad especialmente precoz. La vida que se estanca y a la vez se escapa por un agujerito, como una alberca mal diseñada. Los días que van necesitando algún tipo de restauración. Blablabla. Con mi sesera de vocación adolescente, me sentía poco preparada para enfrentar el maratón de los treincicinco. Contra eso, la mesa de mi salón, una oda al materialismo.

Pero francamente, queridos, me importa un bledo, ahora mismo. Un día de estos devolveré la yogurtera. Ya sabéis, por eso de ser medio coherente con el espejismo de una vida más simple e inocua hacia el que me dirijo, en mi travesía por este desierto de vatios. Pero el otro bulto ya ha parido su carga. Tengo todavía muchos años por delante para seguir amasando pan e ilusión.


8 comentarios:

  1. Ohhhh!!! Es tu cumpleaños mañana?? 35 soles tiene mi tita S?
    Aiiii que yo quiero tirarte de las orejas!!! Joooooooo...

    Mil besos enormes más enormes que de costumbre!

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    1. ¿Has visto lo viejuna que soy, con esta cara de mozuelilla que tengo?

      Te dejo en depósito los 35 tirones para cuando te decidas a bajar un poquito hacia el Sur.

      Más besos para ti, florecilla.

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  2. ¡¡Menudos panes tienen que salir de ahí!!. ¿En caminarte a una vida más simple?, ¿hacer tu propio pan?, ¿esas pequeñas crisis y mentes parloteadoras?...semos gemelas, admitámoslo ya.
    Más felicidades también por aquí (me lo ha chivado el fb hace un momentín).
    Muas

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    1. Yo estoy convencida de que sémoslo. Y como eso no ocurre muy a menudo, dame tus señas y te mando un pan. Si es que te atreves a ejercer de cobaya.

      Besos, queridita.

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  3. Anda que no tienes suerte chiquilla!.
    Mil felicitaciones y otros tantos besos

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  4. Pues, desde estas lejanas tierras, un gran beso de cumpleaños (a ver si el próximo verano tomamos yogur casero con pan).

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    1. ¡Montoya, querido! Mejor me traéis uno de esos famosos yogures, densos como el mercurio, que hacen los amish. Mejor venís antes de verano, malvados! Mil besos.

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