Llamarlo fantasía quizás sea un
poco grosero. Escucha los ecos de esa palabra en tu cerebro. ¿No ves
inmediatamente a una maestra de las de antes, con medias color carne
y una sonrisa ladeada, nada compasiva? ¿No te parece que te lanza
un reproche? ¿No te ves avergonzado a ti mismo, como si te hubieran
pillado con las manos en algún sitio no demasiado casto? Yo veo todo
eso, aunque no crecí en la posguerra, ni me puse a soñar sobre el
libro de texto, ni hice mucho más con las manos que llenármelas con
rayajos de rotulador y pegamento. Por si acaso, prefiero la palabra
idealización.
Y ahora que has empezado a prestarle
atención a tu mente, calcula qué porcentaje de ella se emplea en
darle un espacio virtual a lo que no existe en el mundo. Cuánta
conciencia dedicas a proyectar una realidad mejorada, un poco más
allá de lo que puedes alcanzar con un movimiento. Repasa todos los
debería o no debería ser así que has formulado en tu
vida. Cuenta las horas que has pasado embobado en un museo de cuadros
perfectos que aún no te has atrevido a pintar.
Todo esa especulación tiene su peso,
aunque a ti te parezca volátil. Todas tus utopías te dirigen a
algún sitio, o bien te desorientan. Te espolean o te paralizan. Las
percibas o no claramente, forman tu marco de referencia, y eso a
veces puede contribuir a modelar la mejor de tus vidas posibles, y
otras, puede impedir que te escapes hacia versiones igualmente
buenas.
Imaginemos el mejor de los casos. Tu
deseo se arremanga y se pone a trabajar codo con codo con tu
voluntad. El buen proyecto se materializa, y... el cuadro que va
resultando no es completamente igual a su esbozo. Porque la realidad
ofrece siempre un perfil indómito. Puede parecer que come de tu
mano, que te obedece, y sin embargo, muchas veces tienes que
preguntarte si de verdad se trata de aquello, si en lo que vas
consiguiendo reconoces la piedra filosofal que lo iba a arreglar todo.
Piénsalo.
Un piso más grande en el que la vida se
hará inevitablemente menos caótica, más espaciosa. Un trabajo en
el que se te permita desarrollar tu autonomía y tu creatividad. Un
grupo de amigos que barran con risas esa fugaz sensación de que todo
suena ya a repetido. Aquella persona con la que había tanta química
y con la que, tarde o temprano, tendrás una segunda y definitiva
oportunidad. La parcelita de prado donde plantar una casita y
cosechar silencio y libertad. El libro que deberías estar
escribiendo si de verdad tuvieras talento. El viaje en el que un
panorama soberbio marcará tu camino. La ciudad humana en la que
volver a empezar. La persona serena y radiante que nunca echará
broncas porque alguien haya ensuciado el suelo de la cocina, y en que
algún día del año que viene, esta vez sí, te convertirás.
Después de esto, ¿crees que te voy a
poner en aviso contra la idealización? ¿Que lo más sensato sería tirar
la expectativa al cubo de la basura y aceptar punto por punto lo que
la realidad te quiera poner por delante? Ni hablar. Todo lo
contrario. Ve a por ello, corre tras lo que desees. Patéate las
inmobiliarias. Apáñatelas para conseguir que alguien financie tu
agencia low cost de viajes. Apúntate a un curso de
submarinismo. Usa toda tu alegría y tu persuasión con aquella
persona. Pide un traslado a un pueblo de doscientos habitantes.
Ensucia borradores de mierda con tramas y personajes. Múdate a
Lisboa. Dale duro al budismo.
Inténtalo al menos. Hazlo. Ten el coraje
de torear al deseo antes de que su incumplimiento te dé una cornada.
Permite que el empeño sea lo mejor de ti mismo. Pero, escucha, en el transcurso rompe los planos. Las montañas son algo más que ese
montón ordenado de curvas de nivel. Y la realidad siempre termina
siendo más grande y más libre de lo que a tu mente le cabe. Ten
siempre en cuenta que un error de base te apartará varios metros de
la trayectoria perfecta.
Lo mejor es tener sueños, deseos, aunque sepas que muchos serán irrealizables, pero mientras si o mientras no nos hacen seguir adelante.
ResponderEliminarNiet.
EliminarNo estoy de acuerdo. Los sueños irrealizables hacen lo que pueden para mantenerte empantanado en una imagen. Son como una venda de gasa en los ojos que perturba tu visión clara de lo que estás viviendo de verdad.
¡Me viene al pelo!
ResponderEliminarYiipii. Sabes que vamos a tener que encontrarnos tarde o temprano para que me cuentes alguna leyenda, ¿verdad?
Eliminar