Quizás un día de estos te llame, te
mande un correo, te coja del hombro por los mentideros del Facebook.
Verás mi nombre en cualquiera de tus pantallas, si es que no
cometiste conmigo ese tipo de crimen que es mandar a alguien al
purgatorio de los contactos proscritos. Te sorprenderás, claro. Hace
ya años que dejamos de pronunciarnos. Y habrá un lapsus de nervios.
Mi cara irá escalando tonos en la gama del rojo a cada timbre de
llamada con que te hagas de rogar. Miraré mi bandeja de correo cada
veinte minutos. Me impregnaré con los mil pasquines publicitarios
del Facebook para comprobar si has respondido a mis mensajes. Pero tú
tampoco tendrás el poder, no, en absoluto. Puedo verte con el móvil
en la mano, los ojos deslumbrados por la luz del ordenador como una
liebre en la carretera, preguntándote qué hacer conmigo. Allá
donde estés, tu temperatura habrá variado en unas décimas
irrisorias, pero a lo mejor vitales. Alguna vieja ciudad tal vez
corra el peligro de inundarse.
Entonces descolgarás, hilarás y
deshilarás como Penélope unas cuantas frases, escribirás un hola
seguido de una carita amarilla. Y mantendremos un simulacro de
conversación o de correspondencia. Cuatro minutos de comotevás
triviales, tu respuesta a
mi correo y mi contrarrespuesta. Réplicas prefabricadas, silencios
densos como el mercurio, un espectáculo de temblorosa urbanidad. Me
arrepentiré imediatamente de haber marcado tu número; después de
leer tu parrafito me quedaré vacía como la superficie de la Luna. Y
a ti te pasará lo mismo. Al final encontraremos la manera de
solventar el trámite con elegancia, porque a nuestra edad todos
somos ya peritos en incomunicación. Diremos con alivio un me ha
alegrado escucharte no demasiado falso. Entenderemos fácilmente
que ha llegado el momento de dejar de responder correos sin resultar
maleducados. Mi cara recuperará su color. En tu habitación
revertirá milagrosamente el cambio climático.
Y sólo entonces volveré a añorarte. Mi
memoria se reirá otra vez con esos chistes tuyos que eran puros
puyazos. Nos veré imantados bajo el sol, bajo la lluvia, en la
ciudad y en los campos. Volveré a desnudarte, a abrazarte, a ver tu
cara resplandeciente de conexión. Te tendré más cerca y más
dentro que cuando compartimos algo. Me preguntaré qué falta hacía
envilecer recuerdos de amistad y de deseo con unas pocas frases de
cortesía. Por qué tenía que tratar con ese otro que se apropió de
tu nombre, si podía conformarme con el hermoso duplicado de lo que
fuiste conservado en mi interior.
No tardaré en encontrar la
respuesta. Tenía que saber de ti por respeto a tu realidad. A la de
ahora, a la de siempre. Tenía que escuchar tu voz una vez más,
resonando desde tus cuerdas vocales; concederte la libertad de no dar
una réplica perfecta; rescatarte de todas mis construcciones
mentales. Tenía que tolerar tu vacilación y tu cambio de rumbo.
Honrar el hecho de que una vez, X, supimos a qué sabían nuestras
lenguas; o que, Y, no nos dio vergüenza llamarnos hermanas;
o que, Z, nos reíamos tanto que
no hacía falta siquiera que nos acostáramos; o que, V, éramos tan
amigas que nunca imaginamos que llegaríamos a cumplir años. Tenía
que interrumpirte un momento y luego dejarte marchar. O, quizás, por
qué no, tan sólo intentaba restaurar el puente de nuestra
familiaridad.
Lo
intento todos los días. Que las cosas y las sombras y las luces y
los seres del mundo sean como de mi propia familia. Cómo no iba a
intentarlo contigo.
"...peritos en incomunicación". Me gusta.
ResponderEliminar¿A que vale para nombre de blog?
EliminarEsta es una de las veces que me caen lágrimas al leerte. Esta vez solo una: perfecta. Las demás se han quedado al borde de mi párpado inferior, desafiando lo previsible, como las burbujas de agua que se quedan en el filo de la taza de los surtidores de las poesías árabes. Me pones la mirada acuosa y un nudo en la garganta. Misteriosamente, gracias, lo necesitaba.
ResponderEliminarEsto... Sólo me sale decir que, aunque no hablemos tanto como me gustaría en directo, por teléfono, vía mail o vía socirred, siempre tendrás un puesto en el núcleo de mi familia.
EliminarCon lo difícil que se hace encontrar la palabra adecuada en estos casos parece del todo imposible.
ResponderEliminarY por eso la entrelínea merece todo respeto y amor.
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