domingo, 22 de septiembre de 2013

Sobre la envidia

Hace unos días, el cuadradito que Blogger ofrece para insertar comentarios se me quedó pequeño, al querer responder a uno en el que Lectoradicta envidiaba mis andanzas en la casa de campo de mi padre. Un poquito más abajo, casualmente, Laura también mencionaba la envidia en su comentario, afirmando que no la había sana. Y yo, que me empeño en trazar esquemas bastos aunque comprensibles de la realidad, como ser atado a una mente que soy, no puedo dejar ya de pensar que la envidia, como el love, está en el aire.

Así que, de acuerdo, hablemos de la envidia.

Para empezar, debo decir que siento cierta debilidad por algunos rasgos de carácter habitualmente considerados como reprochables. La envidia misma, la soberbia, la autocompasión o la exhibición del propio desamparo. No quiero decir en absoluto que los lleve a gala, con ánimo de cultivar una imagen estudiada de inconformismo. A mí los malditos, las mujeres fatales, los lobos solitarios y demás aspirantes a diablo me aburren todavía más que la carrera musical de José Luís Perales. Pero, no sé, su carga de censura me resulta hasta simpática. Son como las malas hierbas del corazón: en gran cantidad pueden invadir una cosecha y arruinarla, pero vistas de una en una, no son más que seres de tallo endeble y una nefasta reputación no tan justificada. Para combatirlas, los agricultores gastan toneladas de hebicidas que condenan al campo a una extrema homogeneización, de modo que sólo en los bordes a los que no llega la química puede sobrevivir un resto de diversidad y hasta de hermosura. También las personas gastamos una cantidad ingente de energía psíquica reprimiendo nuestras taras, cuando lo cierto es que si las deshojáramos de la envoltura de negatividad que han ido acumulando tras su paso por refranes, catequesis y aulas, tal vez podríamos usarlas en nuestro beneficio, o al menos aprender a tolerarlas.

¿Son bonitas o no? La foto tiene dueño, y no soy yo.


Por eso creo en la posibilidad de una envidia sana. Claro que también tiene el poder de convertir tu mente en un estercolero, o peor aún, en un terreno yermo. Pero cuando no va ligada a la mala sangre, ni tan siquiera a ese condicional admirativo tan peligroso, a todos los cómo me gustaría ser como X dichos entre suspiros, que nos ponen a hacer equilibrios sobre el filo de la resignación, la envidia puede llegar a ser una buena herramienta de auto-conciencia e impulso.

Cada envidia informa de un deseo que hasta que no se ha topado con un modelo externo, no había tenido oportunidad de materializarse. Y cada uno de estos deseos brota de un aspecto de lapersonalidad que quizás necesita espacio y expresión. Sabiendo una perogrullada semejante, uno no tiene más que sentir curiosidad por lo que envidia, y por la frecuencia específica con la que se pone a vibrar. ¿Por qué me ha asaltado esa especie de nostalgia ávida cuando X me ha dicho que se va de viaje a Nicaragua? ¿ Por qué tú envidias la placidez con la que una de mis zapatillas se balancea en mi pie mientra leo en el porche de una casa de campo? ¿Por qué yo envidio los logros sociales de otros blogs?

Se trata de explorar qué parte de ti está envidiando en ese momento, y si el deseo expresado tiene enjundia o sólo es un vahído de romanticismo que no tiene nada que ver con lo que para ti es importante. ¿Es sincera la envidia que me asalta al visitar alguna aldea idílica perdida entre montañas, o al leer relatos sobre vueltas al mundo? ¿O son arrebatos volátiles de fantasía? ¿Envidias con ahínco bastante como para pararte a pensar en ello? Si es así, bravo. Ahí tienes un buen pedazo de arcilla para modelar. Ahora te toca echarle un vistazo a tus limitaciones y a tus habilidades, a tu haber y a tu debe. ¿En serio que no puedes disponer de esa casa con huerto donde coger moras como una Heidi trotoncilla? ¿Tampoco de alternativas razonables que de alguna manera satisfagan la parte de ti que siente esa envidia? ¿No hay huertos urbanos en la ciudad donde vives, ni espacios libres de cemento; no puedes llevarte un termo de café y un croasán calentito a la playa y disfrutar cuando quieras de un desayuno con vistas? ¿Hay algo que me impida pedir un mes de excedencia y buscarme un vuelo al Tíbet, si me da por ahí, o escribir una novela? Bueno, sí, tal vez la falta de imaginación y de talento, pero si mi envidia generara suficiente bilis, tal vez sabría encontrar alguna manera de compensarlo.

Así que cómo no va a poder ser sana la envidia, si tiene músculo como para ponerte en marcha, ágil o lenta, directa o zigzagueante, hacia alguna meta que empieces a plantearte con seriedad. Al fin y al cabo, y por acabar con un tonillo rijoso de autoayuda, envidia y esperanza se pintan del mismo color. 
 

10 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo, tita S, yo siento envidia cada vez que te da por deleitarnos con los paisajes que ves, tanto por los paisajes en sí mismos, como por tu forma de contarlos. Y no es mala, no lo es.
    Eso se sabe si es un "Jo, yo también quiero" no pasa nada. Lo malo es cuando la sientes en las tripas y te sube... Esa no, no está bien.

    Muy bien, así me gusta, defendiendo a los reprochados.

    Besos!!

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    1. No pasa nada si el "jo, yo también" se usa para algo. Si se queda ahí adentro, puede llegar a infectarse.

      Lo mejor es que ahora yo también puedo usar tu envidia, y plantearme la idea de dedicarle más espacio a la escritura de mis verdes favoritos.

      Un beso siempre.

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  2. ¡Ole!.
    Tal vez es que yo connoto a la envidia de mala baba, de mala conciencia o directamente, de no-conciencia, porque cuando uno la tiene, efectivamente, ese impulso va acompañado de las preguntas que tú planteas y, por tanto, de la transformación inmediata en motivaciones y en crecimiento.
    Definitivamente creo que si la "envidia" va acompañada de "sana", ya no la llamo envidia.
    Besazos y cambia la etiqueta de "chuscos" a "cojonutis".

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    1. No me dejaría mi mamá cambiar la etiqueta.Me llamaría rápidamente soberbia.

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  3. Anónimo entre comillas23 septiembre, 2013 22:59

    Claro que puede ser sana, aunque creo que con músculos más bien debiluchos. Ah, pero cómo temo a la otra, la que convierte al que la padece en una especie de Prestige extendiendo una lenta pero implacable marea negra a su alrededor.

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    1. Lo sé, queridita, lo sé, y te acompaño en el sentimiento. Está claro que esa mala hierba hay que exterminarla aunque sea con plutonio enriquecido.

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  4. No puedo creerlo, esta mañana le daba yo vueltas a este tema...

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  5. Me gustado mucho, tienes mucha razón. La envidia puede ser un sano mecanismo para reconocer lo que uno quiere. Bien enfocado, como todo, es un resorte de la inteligencia. Qué bien explicado. Enbtre otras cosas, me ayudas a ordenar ideas. Un motivo de muchos para querete. Besos.

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    1. Fíjate que tú me ayudas mil veces a tenerlas, así que es correspondido. Otros tantos besos para ti.

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