Hace unos días, el cuadradito que
Blogger ofrece para insertar comentarios se me quedó pequeño, al
querer responder a uno en el que Lectoradicta envidiaba mis andanzas
en la casa de campo de mi padre. Un poquito más abajo, casualmente,
Laura también mencionaba la envidia en su comentario, afirmando que
no la había sana. Y yo, que me empeño en trazar esquemas bastos
aunque comprensibles de la realidad, como ser atado a una mente que
soy, no puedo dejar ya de pensar que la envidia, como el love, está
en el aire.
Así
que, de acuerdo, hablemos de la envidia.
Para
empezar, debo decir que siento cierta debilidad por algunos rasgos de
carácter habitualmente considerados como reprochables. La envidia
misma, la soberbia, la autocompasión o la exhibición del propio
desamparo. No quiero decir en absoluto que los lleve a gala, con
ánimo de cultivar una imagen estudiada de inconformismo. A mí los
malditos, las mujeres fatales, los lobos solitarios y demás
aspirantes a diablo me aburren todavía más que la carrera musical
de José Luís Perales. Pero, no sé, su carga de censura me resulta
hasta simpática. Son como las malas hierbas del corazón: en gran
cantidad pueden invadir una cosecha y arruinarla, pero vistas de una
en una, no son más que seres de tallo endeble y una nefasta
reputación no tan justificada. Para combatirlas, los agricultores
gastan toneladas de hebicidas que condenan al campo a una extrema
homogeneización, de modo que sólo en los bordes a los que no llega
la química puede sobrevivir un resto de diversidad y hasta de hermosura. También las personas gastamos una cantidad ingente de
energía psíquica reprimiendo nuestras taras, cuando lo cierto es
que si las deshojáramos de la envoltura de negatividad que han ido
acumulando tras su paso por refranes, catequesis y aulas, tal vez
podríamos usarlas en nuestro beneficio, o al menos aprender a
tolerarlas.
¿Son bonitas o no? La foto tiene dueño, y no soy yo. |
Por
eso creo en la posibilidad de una envidia sana. Claro que también
tiene el poder de convertir tu mente en un estercolero, o peor aún,
en un terreno yermo. Pero cuando no va ligada a la mala sangre, ni
tan siquiera a ese condicional admirativo tan peligroso, a todos los
cómo me gustaría ser como X dichos entre suspiros, que nos
ponen a hacer equilibrios sobre el filo de la resignación, la
envidia puede llegar a ser una buena herramienta de auto-conciencia e
impulso.
Cada
envidia informa de un deseo que hasta que no se ha topado con un
modelo externo, no había tenido oportunidad de materializarse. Y
cada uno de estos deseos brota de un aspecto de lapersonalidad que
quizás necesita espacio y expresión. Sabiendo una perogrullada
semejante, uno no tiene más que sentir curiosidad por lo que
envidia, y por la frecuencia específica con la que se pone a vibrar.
¿Por qué me ha asaltado esa especie de nostalgia ávida cuando X me
ha dicho que se va de viaje a Nicaragua? ¿ Por qué tú envidias la
placidez con la que una de mis zapatillas se balancea en mi pie
mientra leo en el porche de una casa de campo? ¿Por qué yo envidio
los logros sociales de otros blogs?
Se
trata de explorar qué parte de ti está envidiando en ese momento, y
si el deseo expresado tiene enjundia o sólo es un vahído de
romanticismo que no tiene nada que ver con lo que para ti es
importante. ¿Es sincera la envidia que me asalta al visitar alguna
aldea idílica perdida entre montañas, o al leer relatos sobre vueltas
al mundo? ¿O son arrebatos volátiles de fantasía? ¿Envidias con
ahínco bastante como para pararte a pensar en ello? Si es así,
bravo. Ahí tienes un buen pedazo de arcilla para modelar. Ahora te
toca echarle un vistazo a tus limitaciones y a tus habilidades, a tu
haber y a tu debe. ¿En serio que no puedes disponer de esa casa con huerto donde coger moras como una Heidi trotoncilla? ¿Tampoco
de alternativas razonables que de alguna manera satisfagan la parte
de ti que siente esa envidia? ¿No hay huertos urbanos en la ciudad
donde vives, ni espacios libres de cemento; no puedes llevarte un
termo de café y un croasán calentito a la playa y disfrutar cuando
quieras de un desayuno con vistas? ¿Hay algo que me impida pedir un
mes de excedencia y buscarme un vuelo al Tíbet, si me da por ahí, o
escribir una novela? Bueno, sí, tal vez la falta de imaginación y
de talento, pero si mi envidia generara suficiente bilis, tal vez
sabría encontrar alguna manera de compensarlo.
Así
que cómo no va a poder ser sana la envidia, si tiene músculo como
para ponerte en marcha, ágil o lenta, directa o zigzagueante, hacia
alguna meta que empieces a plantearte con seriedad. Al fin y al cabo,
y por acabar con un tonillo rijoso de autoayuda, envidia y esperanza
se pintan del mismo color.
Completamente de acuerdo, tita S, yo siento envidia cada vez que te da por deleitarnos con los paisajes que ves, tanto por los paisajes en sí mismos, como por tu forma de contarlos. Y no es mala, no lo es.
ResponderEliminarEso se sabe si es un "Jo, yo también quiero" no pasa nada. Lo malo es cuando la sientes en las tripas y te sube... Esa no, no está bien.
Muy bien, así me gusta, defendiendo a los reprochados.
Besos!!
No pasa nada si el "jo, yo también" se usa para algo. Si se queda ahí adentro, puede llegar a infectarse.
EliminarLo mejor es que ahora yo también puedo usar tu envidia, y plantearme la idea de dedicarle más espacio a la escritura de mis verdes favoritos.
Un beso siempre.
¡Ole!.
ResponderEliminarTal vez es que yo connoto a la envidia de mala baba, de mala conciencia o directamente, de no-conciencia, porque cuando uno la tiene, efectivamente, ese impulso va acompañado de las preguntas que tú planteas y, por tanto, de la transformación inmediata en motivaciones y en crecimiento.
Definitivamente creo que si la "envidia" va acompañada de "sana", ya no la llamo envidia.
Besazos y cambia la etiqueta de "chuscos" a "cojonutis".
No me dejaría mi mamá cambiar la etiqueta.Me llamaría rápidamente soberbia.
EliminarClaro que puede ser sana, aunque creo que con músculos más bien debiluchos. Ah, pero cómo temo a la otra, la que convierte al que la padece en una especie de Prestige extendiendo una lenta pero implacable marea negra a su alrededor.
ResponderEliminarLo sé, queridita, lo sé, y te acompaño en el sentimiento. Está claro que esa mala hierba hay que exterminarla aunque sea con plutonio enriquecido.
EliminarNo puedo creerlo, esta mañana le daba yo vueltas a este tema...
ResponderEliminar¿Y....? Expláyate un poco, mujer.
EliminarMe gustado mucho, tienes mucha razón. La envidia puede ser un sano mecanismo para reconocer lo que uno quiere. Bien enfocado, como todo, es un resorte de la inteligencia. Qué bien explicado. Enbtre otras cosas, me ayudas a ordenar ideas. Un motivo de muchos para querete. Besos.
ResponderEliminarFíjate que tú me ayudas mil veces a tenerlas, así que es correspondido. Otros tantos besos para ti.
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