viernes, 30 de agosto de 2013

Microparaísos

El pueblo lo tiene todo para enamorarnos. Un puñado de casas con líneas de simplicidad rigurosa. Una atronadora ausencia de materiales plásticos. Matas de judías que aspiran a colonizar los espacios libres. Gente que dice buenos días sin que lo dicte la publicidad de ninguna oficina de turismo. Muy poca gente, en realidad. Gallinas que se apropian de las calles con un descaro envidiable de taxista. Un alrededor en el que se codean la dulzura vacía de los pastos y una lujuria de árboles que a la vez tutelan e incitan. Hay vacas. A qué desalmado no le gustan las vacas, y hay gatos; no hace falta añadir nada. Hay de vez en cuando flores entre el pavimento empedrado, y muretes de piedra ciñendo las veredas de salida. Y montañas a la distancia justa: lo bastante lejos como para no pesar sobre el corazón y la mirada; lo bastante cerca como para mantener viva el hambre de nuestras piernas.

Me gusta también que el monte casi quiera asomarse a las ventanas. Hay una casa en particular, una de las que componen el quebrado perímetro. Tiene a ras de su fachada trasera un herbazal de revista, una mesa para comer al aire libre, un fresno que le da sombra y que nadie ha necesitado plantar. Es una concesión del bosque, una avanzadilla. Junto al murete ridícula o candorosamente bajo por el que espiamos alguien sí que plantó unas matas de frambuesa. Tal vez un retoño de las silvestres que me hicieron gritar de lujuria en la excursión que hicimos ayer. Hay una, solo una maravillosa frambuesa de seda que no soy capaz de respetar. Jose me lanza una cómica e inservible mirada de censura. Sabe perfectamente que yo habría sido capaz de vender el Paraíso hasta por una chufa que colgase de huerto ajeno.

Y con el paraíso es con lo que él compara este sitio. Quiero quedarme a vivir aquí, dice, completamente honesto durante el tiempo que dura la frase. Y a pesar del sabor a beso suave de la frambuesa, a punto está de ganarme la melancolía. Porque hemos repetido esa misma frase tantas veces que parece que llevamos colección. Hemos querido quedarnos en mil lugares cuyos nombres confundiremos en cuanto pasen los kilómetros y los días. Nos hemos posado como abejas caprichosas y nos hemos ido zumbando a libar en otros valles y otros arroyos y otras montañas. Siempre hemos pronunciado, igual que ahora en Oto, o esta tarde en Vió, o pasado mañana en Escuaín, ah, qué paraíso, un poco frívolamente, como turistas incapaces de formar en su mente la imagen de un invierno salvaje, con árboles desplumados, y frío y soledad en las entrañas, y fruta madura como la más irrealizable de las fantasías.

Pero el viaje me vuelve física y maciza. Los ojos, las tripas, los pulmones, la sangre se me van llenando de árboles, sin que me sature nunca, sin que quede un hueco vacío. La pena por la acumulación de postales que se despistarán en la memoria es una muletilla oxidada del pasado: no hay espacio ya para la nostalgia por los lugares en los que nunca llegaremos a quedarnos. Es verdad que esos paraísos donde nunca sonará nuestro despertador sólo existen en los cuentos que nos contamos los lunes que siguen al fin de las vacaciones. Pero también es verdad que podemos toparnos con microparaísos en los que alojar y mimar los presentes sucesivos. Lugares que nunca se verán contaminados por la anticipación de un futuro crudo y realista, y que se diluirán sin dolor en un pasado imparable. Lugares donde, por un instante, nos quedaremos para siempre. 

 
Esta postal de Oto ya ha sido recepcionada en varios teléfonos, pero las de Vió tienen sombras inexplicables e ineditables


6 comentarios:

  1. Entre mi colega PepePaco que se dedica a seguir metiendo fotos en una albúm que ha llamado "Ordeseando" y ahora tú con este post... ¡Me tenéis contento! (Los dientes hasta el suelo.)

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    1. Y cómo te digo yo ahora que dentro de una semana estaré otra vez de vacaciones, y cualquiera sabe.

      "Ordeseando". I´m loving it. Ordesa, for ever.

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  2. Hola guapa. Que gusto volver a leerte. Que cómodo viajar a través de tus pies y tus ojos.
    Besos.

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    1. Me gusta ese lema para el blog. Lo de "qué cómodo..."

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  3. Anónimo entre comillas02 septiembre, 2013 21:59

    Anda, pues mi escueto comentario a este post se volatilizó (no sé si por lo escueto). Pues repito lo perfectos que son el lugar, la foto y el post mismo.
    I like "Ordeseando" too...

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    1. No, mujer, que lo pusiste en el post anterior. Qué mala es la mistela.

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