El pueblo lo tiene todo para enamorarnos.
Un puñado de casas con líneas de simplicidad rigurosa. Una
atronadora ausencia de materiales plásticos. Matas de judías que
aspiran a colonizar los espacios libres. Gente que dice buenos días
sin que lo dicte la publicidad de ninguna oficina de turismo. Muy
poca gente, en realidad. Gallinas que se apropian de las calles con
un descaro envidiable de taxista. Un alrededor en el que se
codean la dulzura vacía de los pastos y una lujuria de árboles que
a la vez tutelan e incitan. Hay vacas. A qué desalmado no le gustan
las vacas, y hay gatos; no hace falta añadir nada. Hay de vez en
cuando flores entre el pavimento empedrado, y muretes de piedra
ciñendo las veredas de salida. Y montañas a la distancia justa: lo
bastante lejos como para no pesar sobre el corazón y la mirada; lo
bastante cerca como para mantener viva el hambre de nuestras piernas.
Me gusta también que el monte casi
quiera asomarse a las ventanas. Hay una casa en particular, una de
las que componen el quebrado perímetro. Tiene a ras de su fachada
trasera un herbazal de revista, una mesa para comer al aire libre, un
fresno que le da sombra y que nadie ha necesitado plantar. Es una
concesión del bosque, una avanzadilla. Junto al murete ridícula o
candorosamente bajo por el que espiamos alguien sí que plantó unas
matas de frambuesa. Tal vez un retoño de las silvestres que me
hicieron gritar de lujuria en la excursión que hicimos ayer. Hay
una, solo una maravillosa frambuesa de seda que no soy capaz de
respetar. Jose me lanza una cómica e inservible mirada de censura.
Sabe perfectamente que yo habría sido capaz de vender el Paraíso
hasta por una chufa que colgase de huerto ajeno.
Y con el paraíso es con lo que él
compara este sitio. Quiero quedarme a vivir aquí, dice,
completamente honesto durante el tiempo que dura la frase. Y a pesar
del sabor a beso suave de la frambuesa, a punto está de ganarme la
melancolía. Porque hemos repetido esa misma frase tantas veces que
parece que llevamos colección. Hemos querido quedarnos en mil
lugares cuyos nombres confundiremos en cuanto pasen los kilómetros y
los días. Nos hemos posado como abejas caprichosas y nos hemos ido
zumbando a libar en otros valles y otros arroyos y otras montañas.
Siempre hemos pronunciado, igual que ahora en Oto, o esta tarde en
Vió, o pasado mañana en Escuaín, ah, qué paraíso, un poco
frívolamente, como turistas incapaces de formar en su mente la
imagen de un invierno salvaje, con árboles desplumados, y frío y
soledad en las entrañas, y fruta madura como la más irrealizable de
las fantasías.
Pero el viaje me vuelve física y maciza.
Los ojos, las tripas, los pulmones, la sangre se me van llenando de
árboles, sin que me sature nunca, sin que quede un hueco vacío. La
pena por la acumulación de postales que se despistarán en la
memoria es una muletilla oxidada del pasado: no hay espacio ya para
la nostalgia por los lugares en los que nunca llegaremos a quedarnos.
Es verdad que esos paraísos donde nunca sonará nuestro despertador
sólo existen en los cuentos que nos contamos los lunes que siguen al
fin de las vacaciones. Pero también es verdad que podemos toparnos
con microparaísos en los que alojar y mimar los
presentes sucesivos. Lugares que nunca se verán contaminados por la
anticipación de un futuro crudo y realista, y que se diluirán sin
dolor en un pasado imparable. Lugares donde, por un
instante, nos quedaremos para siempre.
Esta postal de Oto ya ha sido recepcionada en varios teléfonos, pero las de Vió tienen sombras inexplicables e ineditables |
Entre mi colega PepePaco que se dedica a seguir metiendo fotos en una albúm que ha llamado "Ordeseando" y ahora tú con este post... ¡Me tenéis contento! (Los dientes hasta el suelo.)
ResponderEliminarY cómo te digo yo ahora que dentro de una semana estaré otra vez de vacaciones, y cualquiera sabe.
Eliminar"Ordeseando". I´m loving it. Ordesa, for ever.
ResponderEliminarHola guapa. Que gusto volver a leerte. Que cómodo viajar a través de tus pies y tus ojos.
Besos.
Me gusta ese lema para el blog. Lo de "qué cómodo..."
EliminarAnda, pues mi escueto comentario a este post se volatilizó (no sé si por lo escueto). Pues repito lo perfectos que son el lugar, la foto y el post mismo.
ResponderEliminarI like "Ordeseando" too...
No, mujer, que lo pusiste en el post anterior. Qué mala es la mistela.
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