Mi vestido huele todavía a playa y
tomillo. Mi uniforme para los días sin horario. Me lo pongo para
bajar al huerto, justo después del desayuno. Hago una bolsa con él
para transportar melocotones y tomates. Lo considero válido para ir
a comprar queso de cabra a este supermercado de ningún sitio que nos
plantaron aquí al lado, hace un año, donde intercambian miradas de
curiosidad los nativos con camisas abiertas tres centímetros por
encima del ombligo y los guiris que llegan en oleadas desde los
chalets cercanos, para vaciar los congeladores de carne y las baldas
de alcoholes blancos.
Me lo pongo encima del biquini, y dejo
que se lustre por dentro con el protector solar. Lo llevo en la mano,
como una bandera blanca, mientras mis pies hacen kilómetros por la
playa de los Lances. Lo veo ondear allí, en la superficie bruñida
como un espejo de su arena, entre el reflejo de las nubes y restos de
una espuma seca que parece saliva. Me lo vuelvo a meter después y lo
aliso con la mano, como una señorita antigua, un poco antes de
entrar a comer atún y venado en nuestra venta favorita. Se me
estampa de afiladas hojitas rústicas, mientras desplumo ramas de las
hierbas que luego usaré para que mis comidas se acuerden del campo.
Me echo una toalla encima, si leyendo en la hamaca me da frío. Al
acostarme lo dejo hecho una bola, encima de una maleta llena de ropa
bonita que nunca necesito. Es tan agradecido mi vestido, que a la
mañana siguiente aún se ve intacto. Exactamente como cada uno de
estos días que ni se ensucian ni se gastan. Días aromáticos.
Habrá quien diga que esta vida rima con
la palabra monotonía. Que no veo a nadie, ni me mezclo con la gente,
ni voy encadenando sucesos. Que uno no crece completamente recto y
robusto hasta que no sale del tejado paterno. Que lo único que pasa
es un día tras otro día tras otro día. Alguien se decepcionará
cuando yo no tenga mucho más que contar que árboles y olas y
cenas al aire libre. Podrá pensar que a esta historia mil veces
retransmitida le faltan trama y personajes secundarios. Hasta
protagonista. Y no le culpo: alguien es a veces una manera
diplomática de decir yo misma.
Y a veces las respuestas demasiado largas
se resumen perfectamente con una sola sonrisa. Mejor eso que tratar
de explicarle a alguien que estos días fáciles y olvidables en
realidad podrían convertirse en una especie de hito. Llegar a ser
algo tan sintético como el comienzo de una nueva era personal, en la
que cada deseo y cada impulso se desarrolle sin complejos ni
jerarquías. Me echo de espaldas en la cama, hechizada por el
chirriar monocorde de las cigarras, por nada, porque simplemente me
da la gana. Y es un deseo igual de lícito que el de estar frente al
ordenador, escribiendo. O le doy vueltas morosas a la salsa de
tomate, sin sentir remordimientos por no estar sacando pétroleo de
mi tiempo. Puedo vaguear, con la misma vocación que me conduce una y
otra vez en pos de la iniciativa. Puedo vagabundear por el
pensamiento como una perro-flauta sin trayectoria ni oficio. Puedo
bastarme a mí misma, con mi cuerpo y mi vestido multiuso, mi humor y
mis ganas de ser, a secas. Puedo ser tan sibarita como para dejar de
hacer balances, chequeos, comparaciones y pesadas. Puede parecerme
igual de bueno ocho que ochenta, siempre que sea yo la que elija la
cifra. Puedo dejar de identificarme con una sola perspectiva. Me
puedo dejar de espolear, porque de cualquier manera terminaré
llegando a algún buen sitio.
Puedo confiar en que días así de
simples se convertirán en mi propia obra brillante.
A mí me gustan estos días tuyos, y tus descripciones me sintonizan y reconcilian con algunos de los míos. Para los sucesos encadenados, tengo el Feisbuc ;)
ResponderEliminarEso, y que no se puede llamar monotonía a esa ristra de recetas que pusiste hace poco.
¡Feliz verano!
Es tan bonito eso de que dices de que lo que yo escribo pueda funcionar como dial para sintonizar contigo misma...Que te hago la ola, vamos.
EliminarPara mí, verano y feliz es lo mismo.
Un beso.
¡Mil veces AMÉN!
ResponderEliminarMil besos.
Y yo que no sabía que fueras tan pía.
EliminarDice el Tao Te King que "Sin salir de casa, se conoce el mundo [...]".
ResponderEliminarBesitos de lunes.
Con lo cual cierras el círculo, porque me suena que una vez dijiste algo sobre hacer del mundo tu casa. O fui yo? Estamos ahí, ahí, tú y yo.
Eliminar(Recibir comentarios en el móvil, a primera hora de un lunes, en la oficina, no tiene precio)
Una sola sonrisa, o ese penúltimo párrafo, pueden resumir perfectamente lo que podría ser una forma de estar en la vida.
ResponderEliminarEstamos ahí, ahí, tu y yo.
De eso no tengo la más mínima duda.
EliminarQué mente tan hermosa tienes, niña adorable.
ResponderEliminarJope. Qué maravilloso piropo. Deberías ser albañil.
Eliminar