martes, 18 de junio de 2013

Track 1: Something important


"Something important", de Jukes. B.S.O. ineludible de este post
 
Esta es una de esas tardes en ligero declive. Como cuando vas conduciendo, y empiezas a descender apenas sin darte cuenta, sin que te haya dado previamente la impresión de haber superado un excitante, amenazador, travieso cambio de rasante. Tu postura sabe antes que tu cerebro que estás bajando, y es algo dulce y casi voluptuoso soltar el pie del acelerador y dejarte caer. Sólo un poquito. Como una gota de sudor deslizándose por detrás del lóbulo de la oreja.

Escribo caer, declive, con cierto reparo. Están tan lastradas las palabras. Pero no hay nada de lo que preocuparse. Ni tensión ni vértigo. Sólo los últimos tímidos giros de una peonza liberada de su cuerda. Después de un rato vagabundeando por páginas de viajes en internet, he cerrado la tapa del ordenador con una caricia. El viejo frenesí del exceso de información sigue ahí, ronroneando como el sucio ruido de fondo de la radio. No voy a ser tan cándida como para declarame a mí misma que soy capaz de superarlo. La pantalla es un espejito mágico, una manzana envenenada, el beso de una princesa renegada que te transforma en rana. He ido de Eslovenia a Holanda a la cocina llena de hierbas que nunca se pudren de una rubia danesa. Con la gelatina superficial de los ojos, no más. Y no pienso castigarme por ello. Hoy tengo capas superpuestas de agua y aceite en la mente: la eterna sensación de estar dejando escapar el tiempo, por debajo; un amable corte de mangas a la exigencia de que la vida sea un producto eficiente, por encima de ella.

Y me he concedido un ratito de felinidad en el sofá. Lo bastante como para recuperar el idioma íntimo que me sorprendí entendiendo después de levantarme de la siesta. Una especie de lenguaje no verbal del alma. Como si te hubieras pasado esa media hora larga de duermevela soñando historias perfectamente estructuradas. Te pones de pie dando topetazos, sonriendo de una manera bobalicona y fortuita. Los libros siguen en su sitio, los cacharros limpios copulando alegremente en el fregadero. Los coches siguen pasando y la televisión vecina zumbando. Todo igual, pero todo recién creado. La mecánica del mundo permanece; mi mente confirma una vez más su particular ley de la gravitación hacia la duda y, sin embargo, hay una especie de entendimiento de algo que no tiene nombre. Salgo del abrazo del sofá, me doy al del agua. Mientras me ducho tengo la absurda sensación de que la que me resbala por el cuerpo me absuelve y me ama. Una idea de perfecta vanagloria que no hace daño a nadie. Soy ahora como uno de esos potrillos islandeses de las fotos que me enseñó ayer Esperanza. Crédula, pendiente sólo de mi necesidad de alimento y abrigo. Entiendo, sí. Igual que cuando alguien dice algo especialmente gracioso y te ríes con él o con ella, y os quedáis callados después, y ya sabes que el equilibrio de fuerzas se ha alterado y que ese alguien es ya algo más que un alguien cualquiera.

Entiendo. Bailo, brillante todavía de crema hidratante. Reencuentro una canción que me encandiló cuando la escuché por la radio al volver el domingo pasado de Estepona. Y así, tan suavemente, tan en delicioso declive, todo cuadra. Lo que no tenía nombre queda bautizado: me río a la par con mi respiración, y nos enamoramos. Soy un ser vivo, y cualquier cosa que me decida a hacer tiene la misma radical, o la misma ausencia de, importancia. 

 

6 comentarios:

  1. Despues del ligero declive, una buena remontada. Bien.

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    1. A lo mejor debí elegir "vaivén", más que "declive". La sensación de la tarde era ese adorable vértigo que da columpiarse.

      Besos, besos.

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  2. Declive, pero delicioso, me quedo a espiar un rato..

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    1. Claro, mira a través de un periódico con dos agujeritos y ponte cómodo. Dejo abandonado el chiringuito un rato para hacer lo propio ;)

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  3. Yo también digo que delicioso, como Jordim y además, escribo el suspiro que me ha salido al termindar: Ay!.
    Y es que, qué hermosura cuando, la cosa que sabes que sí, aquello que te has dicho mil veces, de repente, lo entiendes. Te cala.
    (Cala está muy manida, también, jiji).
    Me ha encantado, como siempre.

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    1. Gracias como siempre, bonitísima. A mí me gusta calar: me hace pensar en un bizcochito borracho.

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