lunes, 10 de junio de 2013

Mini-atenciones

Ayer, en un diminuto escondite de tiempo entre la tarea titánica de guardar la ropa de invierno y la preparación de la comida, leí este artículo en el blog Homo minimus. Mini-meditaciones. Me gusta. La idea es llenar el día de breves ejercicios de atención plena, como método más fácil y práctico para desactivar el poder del automatismo cotidiano que los atracones en el gimnasio espiritual de la meditación sentada. Una sentadilla de consciencia por aquí. Un solo estiramiento de la capacidad para conectar con la realidad por allá. Repito: me gusta. De manera interesada, quizás. Porque es precisamente el tipo de entrenamiento que ya domino. No me exige un esfuerzo desmesurado. No estresa mi agenda ni mis rodillas. Va mejor con mi carácter un tanto fluido. Me inyecta un chute instantáneo de amor a la verdad de tener alquilado un cuerpo vivo.

Así que, por qué no, vamos a retomar aquella simpática serie de los Artículos del Pájaro Cuco. Vamos a colocar un huevo en nido ajeno. A aprovecharnos afectuosamente del impulso de otra mente. Vamos a agradecer hasta el infinito la generosidad de los que donan sus criaturas en internet. Vamos a hacer nuestra propia lista de mini-meditaciones:

  1. Siento cómo mi boca se llena de saliva; noto toda esa espuma marina. Dejo que se retuerza esa criatura inquieta que es mi lengua, detrás de los barrotes de los dientes.
  2. Intento diferenciar una sola voz concreta, de entre el vocerío colectivo que jalea un partido de baloncesto en la tele.
  3. Me planto delante del horno encendido para estudiar minuciosamente las evoluciones del queso sobre el pastel de verdura. Cómo suda, cómo se derrumba y se expande.
  4. En la mano derecha, la base de mis dedos está especialmente reseca, y la piel se estira a duras penas, como si la hubieran jibarizado.
  5. Juego a dibujar constelaciones de pecas en el brazo que me enlaza la cintura durante la siesta.
  6. Escucho con atención el sonido como de espiga en agosto de mis uñas rascándome un muslo.
  7. Palpo con un punto de sadismo los muchos músculos donde empiezo a tener agujetas.
  8. Acaricio lenta y repetidamente el lóbulo de mi oreja izquierda, hasta que me parece el de otra persona.
  9. Me meto los dedos en las orejas y cierro fuerte, fuerte los ojos. Fundido en rojo y retumbar del corazón.
  10. Si suena música en la casa de la vecina, permanezco alerta, a la espera de escucharla tararear alguna canción.
  11. Mantengo el rastro de un sonido en mi mente, las vibraciones de la estela que deja un cometa sonoro. Por ejemplo, la campana de aviso de mi móvil.
  12. El sueño coagulado exclusivamente en los párpados, al despertar.
  13. Esa primera imagen híbrida entre la vigilia y el sueño que se forma como un espejismo.
  14. Los coches subiendo por la cuesta, igual que olas en un mar perezoso.
  15. Estirar del todo la pierna, hasta que duela, el tobillo en el ángulo más recto posible, como si el conjunto entero fuese uno de aquellos rastrillos de playa de la infancia.
  16. El silencio después del soliloquio gorgoteante de la nevera.
  17. Busco las veredas que se abren entre las palabras de una página impresa.
  18. Un clásico: ver las nubes pasar como una interminable migración de mamuts lanudos.
  19. El temor y a la vez la excitación con que me acerco la taza de té humeante a los labios.
  20. Tardo un par de minutos en materializar las ganas de mear. Por gusto de notar la pulsión del líquido sobre mi vientre, y un apunte de todas esas oscuridades íntimas, todas las cavidades.
  21. Escucho el idioma de mi barriga, como si estuviera de visita en una ciudad extranjera.
  22. Mirar a alguier. Mirar. Mirar. Mirar al otro hasta que se convierta en algo tan indescifrable como un gato.
  23. Contemplar los títulos de crédito de una película como si fuera el agua de un río.
  24. Todos los reflejos contenidos en los cristales de las gafas ajenas.
  25. Pintarme las uñas con el firme propósito de no hacer absolutamente nada mientras se secan.
  26. Imaginar la postura y el paisaje sobre el que se recorta la persona que me acaba de enviar un whatsapp.
  27. Con un par de dedos exploradores sigo mi esqueleto.
  28. En la beatitud que sigue a la ducha, trato de rastrear el olor de cada uno de los potingues que acabo de untarme. El champú. El gel de farmacia. La crema híperhidratante. El aceite capilar. Sí, capilar.
  29. Repaso lo más concienzudamente que puedo la cadena de manos que se han posado sobre los objetos que yo toco, o sobre los alimentos que como.
  30. Me contemplo desde fuera. Un viaje astral en postura vertical.
  31. Busco el primer haz de sol que entra en mi casa, y sea lo que sea que esté haciendo, lo dejo y me siento en él como si fuera un trono.
  32. El aire saliendo en tromba de mis pulmones al carcajear.
  33. Ya acostada, enumero el mayor número posible de imágenes del día que está a punto de acabar, como en un especie de homenaje funeral.
  34. Y a la mañana siguiente, antes de levantarme, procuro fijar con laca los esquivos sueños de la noche.
  35. Odio guardar la ropa en el armario. Para compensar, procuro doblarla y colgarla con un mimo infinito, como si hubiera todavía alguien dentro.
  36. Hago un inventario de todas los movimientos que saben hacer mis manos a la hora de hacer la cama.
  37. También enumero los músculos que he de activar para sacarme el sujetador por debajo de la ropa.
  38. Durante al menos cinco minutos, contemplo los merodeos un tanto psicópatas de la mosca que se ha colado por el balcón.
  39. El vals que se marca la copa de un árbol, vestida de lentejuelas, vista desde dentro.
  40. Dejarlo todo, también, cuando suena esta canción, y bailar como si estuviera a punto de empezar la última hora de mi vida.

5 comentarios:

  1. Como bien dices, no hay mejor ejercicio, y las rodillas lo agradecen. Al final, el objetivo de la meditación (clásica y sentada) es entrenarse para poder llegar a ese estado de presente continuo y disfrute a la par, que tú pones tan bien en práctica... (o, al menos, así lo entiendo yo).
    Un apunte: hace muy poquito, una mujer muy sabia me dijo que "había que poner amor en todo lo que hacemos, darle vida a las cosas", decía, "porque si no ponemos amor en esas cosas, ¿cómo queremos que el amor venga a nosotros?".
    Muas

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    1. Darle vida a las cosas. Es una hermosa manera de llamar tanto a la atención de la mirada como a la escritura. Eres una crack.

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  2. Que intereante lo de las mini-meditaciones, me apunto. Gracias.
    Y gracias por descubrirme a Homo Mínimus, me ha gustado.

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    1. Hay tienes un montón para leer. Y a ver si un día me dejas que hago lo propio con tus mini-meditaciones.

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  3. Algunas de esas tambien las practíco, por ejem. la 15, esta la realizo casi siempre que estoy sentada.
    Otra. Mirar atentamente las manchas del Vitíligo en mis brazos, intentando repigmentarlas con el poder de mis deseos, a veces hasta les hablo y les doy besicos.
    Y muchas más, por el estilo.

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