Hacemos
a veces cosas absurdas, las personas.
A
veces, por ejemplo, desperdicias horas de sueño rastreando pisos en
alquiler por internet, cuando lo cierto es que todavía no has
firmado un pacto oficial de mudanza. La relación con el lugar en el
que vives hace tiempo ya que empezó a mostrar síntomas de
cansancio. Hay yacimientos arqueológicos de mugre en rincones tan
inexplorados de tu casa que merecerían un número especial del
National Geographic. Hay tedio en lo más hondo del armario. Hay un
goteo de mezquinas imputaciones. Esta escasez de espacio me ahoga.
Este colchón me quiebra. Estas paredes anoréxicas me obligan a
tragarme la intimidad de mis vecinos. Pero la cosa no es tan grave
como para quebrantar el contrato en vigor. Los días pasan sin drama.
Los árboles se van pelando y vistiendo sucesivamente, y tú sigues
ahí, no tanto aguantando como eludiendo los cambios. Amontonar años
en una misma casa se parece bastante al matrimonio.
Y, sin
embargo, fantaseas. Como si a la hija de la vecina, que hasta hace
unas semanas andaba sobre zapatillas rosa chicle de Hello,
Kittie, de pronto le hubieran salido sinuosos bultos por todas
partes. Metes en la web de anuncios tus dos o tres o quince
requisitos fundamentales. Que tenga mucha luz. Que no haya ominosas
pantallas de cemento a cinco metros de tu nariz. Que al menos
disponga de un armario per capita. Que se pueda ir andando a comprar
huevos. Que el mobiliario no te dé ganas inmediatas de confesarte. Y
la página alcahueta hace su trabajo. Ahí lo tienes: un catálogo de
escenarios acicalado con tu propia publicidad engañosa. Salones en
los que imaginas una lectura más concentrada, en ese sillón con
brazos mimosos como los de un bombero, sin la cháchara de velatorio
que escupe la tele de la vecina. Terrazas donde los jazmines nunca se
te asfixiarán de telarañas, donde no te dará pereza plantar
huertos verticales. Ventanas intolerantes con el ruido. Espacio para
un par de bicicletas. Augurios de una vida vigorosa y ágil.
Y
cuando ya estás borracho, miras la hora y te asalta un ramalazo de
vergüenza. Qué manera idiota de perder el tiempo. Qué compulsión.
Cómo has vuelto a caer en la trampa de la carencia. Apagas el
ordenador y, mientras corres las cortinas, echas un último vistazo
por el balcón a tu paisaje cotidiano. Un dolor como si estuvieras a
punto de abandonar a tus hijos te oprime la garganta.
Los
humanos hacemos cosas absurdas, a veces. También nos preocupamos por
las consecuencias de sucesos que todavía no han ocurrido. Nos
obsesionamos con síntomas de enfermedades falsas. Añoramos
insanamente a gente y a edades que el tiempo apartó de nuestro lado.
Echamos de menos lo que nunca tuvimos. Envidiamos las cuentas ajenas.
Obviamos la solidez que nos rodea. Nos asustamos con nuestra propia
muerte. Construimos en la nada.
Y en medio de esas absurdidades suceden otras cosas, como que un sevillano que vive en la frontera con Canada, decida visitar a una antigua amiga y su marido (ja!) en Philadelphia y se pasen una parte de la tarde, hablando de los veranos en Estepona, y claro, no podía faltar, de su amiga común, la bloguera, y llegamos a la conclusión que nos debemos un día perfecto en Bolonia, con poniente suave, bocadillos, sombrilla, y conversación infinita... no será este año (prisioneros de las leyes de migración), pero es otras de esa añoranzas que siempren vuelven con el buen clima. Un beso, te extrañamos.
ResponderEliminarComentario de Montoya, o como pasar en cinco segundos de la sorpresa aguda, al alborozo, a la pena, al desamparo, a la añoranza, al deseo de escribir un contrapost que rebata esa chorrada de que echar menos a la gente que no está al alcance de la mano es una absurdidad.
EliminarAunque vosotros estáis siempre aquí. Por más que se os olvide el funcionamiento de Esa Cosa LLamada Skype. No hay manera de pillaros, leche.
Os quiero como al sol.
Eso no es perder el tiempo es una inversión.
ResponderEliminarClaro, Bubo, cuando tienes una firme intención de mudarte. No cuando es una posibilidad tan sólida como pasar agosto en algún lugar del Sahel.
Eliminarole mi prima!cuanto tiempo sin leerte.
ResponderEliminarHoola, favorita!! Te admiro por ser capaz de encontrar un momento en tu tiempo de supermamá trabajadora para pasarte por aquí. Eres grande.
EliminarSeamos benevolentes con nosotros mísmos.No somos máquinas.
ResponderEliminarBesazo.
Ni tampoco merluzos. No deberíamos picar tan fácilmente el anzuelo de lo abstacto.
EliminarJo... De verdat... Eres una brillante escritora!! Disfruto muuuucho leyéndote!!
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