viernes, 31 de mayo de 2013

Descansar en el momento


Mi cerebro es un yonqui de la luz solar. Por las rendijas de la contraventana no entran más que dos o tres rodajitas finas de claridad, pero bastan para despertarme. Siempre es así, cuando no suena ninguna alarma: la misma sorpresa al percibir estos rastros de un nuevo día que se me ha vuelto a adelantar; una sensación parecida a la del día de Reyes cuando era niña: me despertaba, y sabía que todos los regalos tenían que estar bien colocados ya junto a los zapatos, pero quién se atrevía a levantarse. Ahora me muevo un poco en la cama, por si encuentro un eco cómplice al otro lado. Quietud. Si acaso unas suaves y perezosas olitas de respiración submarina.

Me saco los tapones de las orejas. El ruido del mundo se desata, indiferente a que haya o no alguien ahí para advertirlo. Como la radio. Tú la enciendes, y te encuentras con un aluvión de voces, en medio de historias empezadas que tampoco han querido esperarte. Los coches braman en la autovía. Por no sé qué fenómeno atmosférico, hay días en los que el sonido se amortigua, y días en los que se aviva. Parece que tiene que ver con el viento y la humedad del aire, con ese tipo de asuntos que en esta parte del mundo se tratan con una deferencia casi litúrgica. Saber de vientos y sus secuelas es nuestro propio himno, una especie de Rh nacional. Hoy es uno de esos días en los que camiones y autobuses parecen rodar dentro de la cabeza. Es un ruido sólido, sin apenas modulación, como un cinturón que rodease la casa aislada. Y están también los pájaros. Somos cuatro personas bajo este techo, y sólo uno de nosotros da muestras tímidas de haberse despertado. En medio de este jaleo de coches que pasan de largo y de pájaros que pían como si estuvieran en otro planeta, la casa me parece un agujerito vulnerable y arrinconado. Un organismo con la piel muy fina.

Miro la hora en el móvil. No son todavía las siete y media. Los ojos me duelen de sueño; lo siento espeso alrededor, como si me hubiera acostando sin limpiarme el rimmel. Pero treinta y cuatro de años de experiencia me avisan de que no voy a volver a dormirme. Reprimo las ganas de levantarme y darle un sablazo al paquete de galletas. O rascarle las orejas a las perras. O buscar gotas de rocío en los romeros del porche. O leer, a secas. Quiero llegar hasta el fondo de lo que es estar quieta. Al menos un ratito. No es un ejercicio de meditación. Al fin y al cabo, meditar es hacer algo. Y en esta mañana nueva y ruidosa he decidido que no quiero hacer nada. 

Siempre me levanto diligente y ávida. Sumando, empezando, planeando, apretando. Aquí en la casa de mi padre, donde vengo cada vez que me lo permite el trabajo, tanto como en Granada. Mi mente apenas sabe lo que es el descanso. Siempre hay una intención, o una expectativa, o una llamada obligatoria a la acción. Siempre, después del desayuno, barajo las mejores opciones para hacerme digna del nuevo día. Me siento al sol en el tranco de la puerta, y trato de decidirme. ¿Iré a la playa, o de excursión? ¿Escribiré a primera hora o por la noche? ¿Leo, o me tumbo en el suelo y no me levanto de él hasta que no arranque de mis brazos tres flexiones seguidas? ¿Vamos otra vez a Bolonia, o en busca de árboles? Pongo en mi tiempo la misma esperanza y la misma duda que un broker en sus acciones.

Y, en realidad, sentada al sol después de desayunar se está estupendamente. Tumbada a la bartola en la playa, pasando un glorioso calor de una vez por todas, se está estupendísimamente. Estoy bien sin apurar la hora de levantarme ni estirar la de acostarme. Sin prender el contacto del coche, al menos por un día. Sin subirme a un barco para avistar ballenas y sin probar a montarme a caballo. Estoy bien donde estoy. Estoy bien sin forzarme a germinar todas juntas las semillas que llevo dentro. Estoy bien sin escribir un día. Estoy bien descansando en el momento.

7 comentarios:

  1. Que bien, que estes bien. Aunque por lo que cuentas, no parece muy dificil conseguirlo.
    Besos.

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    1. Pues no te creas. Lo fácil es creerse que uno está peor de lo que piensa.

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  2. Anónimo entre comillas02 junio, 2013 23:46

    ¿Tú crees, lectoraadicta? Supongo que te refieres a que no parece muy difícil que ella lo consiga, porque con parecidas mimbres ¿cuánta gente no se siente nunca bien?

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    1. Y por este comentario, te nombro traductora oficial, querida.

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  3. Silvia, ajolá y fuera tridimensional la frase de las semillas, porque me la compraría para que adornara cualquier rinconcito de mi casa.
    Besazos!

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    1. Laurita, lo apunto como ampliar el catálogo del merchandasing bloguero.

      Besos para ti.

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  4. Yo quiero camisetas "durmiendoenloscoches" con foto incluida!!

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