lunes, 20 de mayo de 2013

Decálogo de la disolución (II)


4. Cabalga sobre la no pertenencia. Lo sé: no es una disciplina fácil. Porque somos animales tribales. La evolución de las estructuras mentales nos ha convertido en seres ávidos de formar parte de algo. Pero tú eres algo más, o algo más simple, que un soriano, un obeso, un programador informático. Una mujer, una lesbiana, una rociera. Sij, ex-fumador, ciclista. Votante de derechas, caucasiana, madre.

5. Baja de la balanza. Tú eres tú porque no eres el señor que vende periódicos enfrente de tu casa, ni tu mamá. Ni la mujer que se acuesta a tu lado. Ni tu perro. Tú eres tú porque asumes una distancia. Sopesas, emites juicios, te comparas. Eres más afortunado que X, pero menos feliz que Y. Tienes que hacer esto y aquello, y recorrer unas cuantas etapas, si quieres llegar a ser lo que admiras de Z. Eres así, y quieres ser asá. O sea, que sigues enganchado al juego de los personajes. ¿Y qué pasa si dejas de compararte? ¿Si la distancia entre el yo y lo que no es yo empieza a parecerte ficticia? ¿Y si observas lo bastante al presidente de tu comunidad, o a Mourinho, como para darte cuenta de que no hay tanta diferencia entre lo de dentro y lo de fuera?

6. Juega para quedar en tablas. No te defiendas. No ataques. Si alguien dice algo que crees que te ofende o que quebranta de alguna forma tu visión del mundo, déjalo pasar un rato. Y luego sigue dejándolo pasar. Dale la razón al que busque sacarte de tus casillas. Vaale, no tengo ni idea de política comunitaria. Vaale, a mis bizcochos les falta azúcar. Vaale, hoy vamos a comer a tu casa. El sentimiento de victoria es pasajero y endurece el callo de tu ego; el sentimiento de derrota da ardor de estómago y refuerza el mecanismo del juicio y la frustración.

7. Atiende, atiende, atiende. Recuerda el célebre dibujito usado para explicar la ilusión óptica. Tus ojos echan un vistazo, y ven a una vieja. Apartas la vista, y vuelves a mirar. Ven a una vieja. Ven a una vieja. Siguen viendo a una vieja. Miras, y requetemiras, y entonces, ajá, por fin resalta la figura de la muchachita. Pasa lo mismo con el yo. Estamos tan insertos en nosotros mismos, que no logramos ver el fondo. Recordamos, proyectamos. Decidimos, discurrimos. Somos una figura que destaca sobre un telón de cosas intangibles. Y, sin embargo, cuando miras y miras y miras, y te disuelves por fin en lo que miras, todo se vuelve tangible.


8. El chip. Recuerdas a veces, y lo que se ha perdido te roe el corazón. Eres tu memoria, y te identificas con ella. Quieres regresar a los lugares de los que te marchaste, encontrarte con los que se fueron, volver a besar por primera vez. Quieres tener aquella vieja inocencia, y la agilidad en las rodillas de cuando tenías ocho años. Echas de menos, merodeas en torno al pasado, lo utilizas para anclarte. Te cuentas tu biografía a cada instante, y eso te concede un arraigo. Eres tú, también, porque tienes una historia para definirte. Y, sin embargo, si piensas en todos esos recuerdos como si fueran la película de otro, o una caja de diapositivas comprada en un anticuario; si imaginas que te han implantado en el cerebro un chip de recuerdos aleatorios, entonces el desprendimiento termina llegando. Miras con curiosidad y suave admiración la sucesión de imágenes que desfilan por tu cabeza. Te liberas así de la nostalgia.

9. Crea con espíritu fallero. Ama el proceso más que la obra. Tampoco eres lo que produces, así que no te obsesiones con su destino, o con la respuesta que el mundo da o deja de dar a lo que de ti sale. En mi caso, cada vez que escruto el móvil en busca de comentarios al post que he escrito, y no encuentro más que un elegante salvapantallas, mi ego a ratos doliente se desenraiza un poco más todavía.

10. Piensa en tu cadáver. Ahora sí, compara: la mole inmensa de tiempo que precedió a tu nacimiento, y la que seguirá a tu muerte, con el lapsus ínfimo de tu vida. Date cuenta de lo absurdo que es aferrarte a una leyenda personal. Y luego observa detenidamente tus dos manos: ese artefacto perfectamente planeado para agarrar y soltar, para sujetar y acariciar, que te ha sido donado por lo que dura un suspiro. Date cuenta de que no necesitas más que tu cuerpo regalado para ser un raro milagro.

11 comentarios:

  1. Pues yo en el dibujito miro y remiro y solo veo a la jovencita. ¿Eso es bueno o malo?.

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    1. Según Freud y Jung y La bruja Lola, padeces el conocido síndrome de la madrasta de Blancanieves. Gromita.
      La cosa es mirar y mirar hasta que la espalda de las cosas termine haciéndose visible.

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  2. lectoraadicta20 mayo, 2013 13:36

    Encomiable el decálogo de tus ejercícios. Algunos, como el 4, superados. Otros, como el 6, inalcanzables.
    Aun así voy a ponerme a trabajar en ellos.
    Besos.

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    1. Jujuju. Ya lo sé. Lo del seis. Fundamental.
      Beso de amor.

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  3. Me encanta tu decálogo y me encanta cómo empiezas con eso de "cansarte de tu mismidad". Asín es cuando hemos caído, como dices, en la rutina o piloto automático.
    Cuán difícil llevarlos a práctica pero qué bueno lo de ir sabiéndolo y, como tu has hecho, ser capaz de desgranar tu propia receta. Mola mil.
    Resalto el 9, que implica volver a ser inocente, fijarse en el camino, hacer porque sí y disfrutarlo. Ser una niñita / principiante en el proceso más cotidiano.
    Difícil no es imposible y "yes, we can".
    Besazos Gurudesa!

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    1. Gurudesa, jijijo, cosas me dices. Me encantaría leer tu propio decálogo, Laurelilla.
      Muchos besos para ti.

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  4. Anónimo entre comillas21 mayo, 2013 23:20

    Comparto la esencia de los "principios inspiradores" de tu decálogo, aunque borro ¿cómo no? detalles (nunca o pocas veces quiero volver a los sitios de los que me he ido), matizo otros (¿es el primer beso mejor que los que le siguen?), etc.
    Y me quedo como un regalo con la última frase: "Date cuenta de que no necesitas más que tu cuerpo regalado para ser un raro milagro." Gracias.

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    1. Mejor no, claro. Pero la torpeza y el ansia los vuelve difíciles de borrar. De los primeros besos, hablo.
      Gracias a ti por tus detalles.

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    2. Coincido plenamente en las dos matizaciones a tu segunda parte de tus diez ejercicios con Entrecomillada y no sé si fue precisamente aquí o donde leí que el mejor beso es el que está por llegar... ¿o no?... algunos se recuerdan, pero no importa la cronología. El punto 10, qué oportuno, La antes conocida como Innombrable. Observar el cadáver de los que nos hicieron nos hace sentirnos arena, polvo, nada. DJ.

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  5. ¡Joder!(quiero decir, jopeta), acabo de verla, sin intención, a la vieja digo, iba marcha atrás sobre tu post y por casualidad me he parado en medio del dibujico y...¡ ahí estaba!.

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    1. Ea, pues ya sabes de qué sensación de sorpresa estaba hablando. Progresa adecuadamente, madrede

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