4.
Cabalga sobre la no pertenencia.
Lo sé: no es una disciplina fácil. Porque somos animales
tribales. La evolución de las estructuras mentales nos ha convertido
en seres ávidos de formar parte de algo. Pero tú eres algo más, o
algo más simple, que un soriano, un obeso, un programador informático. Una mujer, una lesbiana, una rociera. Sij, ex-fumador, ciclista. Votante de
derechas, caucasiana, madre.
5.
Baja de la balanza.
Tú eres tú porque no eres el señor que vende periódicos enfrente
de tu casa, ni tu mamá. Ni la mujer que se acuesta a tu lado. Ni tu
perro. Tú eres tú porque asumes una distancia. Sopesas, emites
juicios, te comparas. Eres más afortunado que X, pero menos feliz
que Y. Tienes que hacer esto y aquello, y recorrer unas cuantas
etapas, si quieres llegar a ser lo que admiras de Z. Eres así, y
quieres ser asá. O sea, que sigues enganchado al juego de los personajes. ¿Y
qué pasa si dejas de compararte? ¿Si la distancia entre el yo y lo
que no es yo empieza a parecerte ficticia? ¿Y si observas lo
bastante al presidente de tu comunidad, o a Mourinho, como para darte
cuenta de que no hay tanta diferencia entre lo de dentro y lo de
fuera?
6.
Juega para quedar en tablas.
No te defiendas. No ataques. Si alguien dice algo que crees que te
ofende o que quebranta de alguna forma tu visión del mundo, déjalo
pasar un rato. Y luego sigue dejándolo pasar. Dale la razón al que
busque sacarte de tus casillas. Vaale, no tengo ni idea de política
comunitaria. Vaale, a mis bizcochos les falta azúcar. Vaale, hoy
vamos a comer a tu casa. El sentimiento de victoria es pasajero y
endurece el callo de tu ego; el sentimiento de derrota da ardor de
estómago y refuerza el mecanismo del juicio y la frustración.
7.
Atiende, atiende, atiende.
Recuerda el célebre dibujito usado para explicar la
ilusión óptica. Tus ojos echan un vistazo, y ven a una vieja.
Apartas la vista, y vuelves a mirar. Ven a una vieja. Ven a una
vieja. Siguen viendo a una vieja. Miras, y requetemiras, y entonces,
ajá, por fin resalta la figura de la muchachita. Pasa lo mismo con
el yo. Estamos tan insertos en nosotros mismos, que no logramos ver
el fondo. Recordamos, proyectamos. Decidimos, discurrimos. Somos una
figura que destaca sobre un telón de cosas intangibles. Y, sin
embargo, cuando miras y miras y miras, y te disuelves por fin en lo
que miras, todo se vuelve tangible.
8.
El chip.
Recuerdas a veces, y lo que se ha perdido te roe el corazón. Eres tu
memoria, y te identificas con ella. Quieres regresar a los lugares de
los que te marchaste, encontrarte con los que se fueron, volver a
besar por primera vez. Quieres tener aquella vieja inocencia, y la
agilidad en las rodillas de cuando tenías ocho años. Echas de
menos, merodeas en torno al pasado, lo utilizas para anclarte. Te
cuentas tu biografía a cada instante, y eso te concede un arraigo.
Eres tú, también, porque tienes una historia para definirte. Y, sin
embargo, si piensas en todos esos recuerdos como si fueran la
película de otro, o una caja de diapositivas comprada en un
anticuario; si imaginas que te han implantado en el cerebro un chip
de recuerdos aleatorios, entonces el desprendimiento termina
llegando. Miras con curiosidad y suave admiración la sucesión de
imágenes que desfilan por tu cabeza. Te liberas así de la
nostalgia.
9.
Crea con espíritu fallero.
Ama el proceso más que la obra. Tampoco eres lo que produces, así
que no te obsesiones con su destino, o con la respuesta que el mundo
da o deja de dar a lo que de ti sale. En mi caso, cada vez que
escruto el móvil en busca de comentarios al post que he escrito, y
no encuentro más que un elegante salvapantallas, mi ego a ratos doliente se desenraiza un
poco más todavía.
10.
Piensa en tu cadáver.
Ahora sí, compara: la mole inmensa de tiempo que precedió a tu
nacimiento, y la que seguirá a tu muerte, con el lapsus ínfimo de
tu vida. Date cuenta de lo absurdo que es aferrarte a una leyenda
personal. Y luego observa detenidamente tus dos manos: ese artefacto
perfectamente planeado para agarrar y soltar, para sujetar y
acariciar, que te ha sido donado por lo que dura un suspiro. Date
cuenta de que no necesitas
más que tu cuerpo regalado para ser un raro milagro.
Pues yo en el dibujito miro y remiro y solo veo a la jovencita. ¿Eso es bueno o malo?.
ResponderEliminarSegún Freud y Jung y La bruja Lola, padeces el conocido síndrome de la madrasta de Blancanieves. Gromita.
EliminarLa cosa es mirar y mirar hasta que la espalda de las cosas termine haciéndose visible.
Encomiable el decálogo de tus ejercícios. Algunos, como el 4, superados. Otros, como el 6, inalcanzables.
ResponderEliminarAun así voy a ponerme a trabajar en ellos.
Besos.
Jujuju. Ya lo sé. Lo del seis. Fundamental.
EliminarBeso de amor.
Me encanta tu decálogo y me encanta cómo empiezas con eso de "cansarte de tu mismidad". Asín es cuando hemos caído, como dices, en la rutina o piloto automático.
ResponderEliminarCuán difícil llevarlos a práctica pero qué bueno lo de ir sabiéndolo y, como tu has hecho, ser capaz de desgranar tu propia receta. Mola mil.
Resalto el 9, que implica volver a ser inocente, fijarse en el camino, hacer porque sí y disfrutarlo. Ser una niñita / principiante en el proceso más cotidiano.
Difícil no es imposible y "yes, we can".
Besazos Gurudesa!
Gurudesa, jijijo, cosas me dices. Me encantaría leer tu propio decálogo, Laurelilla.
EliminarMuchos besos para ti.
Comparto la esencia de los "principios inspiradores" de tu decálogo, aunque borro ¿cómo no? detalles (nunca o pocas veces quiero volver a los sitios de los que me he ido), matizo otros (¿es el primer beso mejor que los que le siguen?), etc.
ResponderEliminarY me quedo como un regalo con la última frase: "Date cuenta de que no necesitas más que tu cuerpo regalado para ser un raro milagro." Gracias.
Mejor no, claro. Pero la torpeza y el ansia los vuelve difíciles de borrar. De los primeros besos, hablo.
EliminarGracias a ti por tus detalles.
Coincido plenamente en las dos matizaciones a tu segunda parte de tus diez ejercicios con Entrecomillada y no sé si fue precisamente aquí o donde leí que el mejor beso es el que está por llegar... ¿o no?... algunos se recuerdan, pero no importa la cronología. El punto 10, qué oportuno, La antes conocida como Innombrable. Observar el cadáver de los que nos hicieron nos hace sentirnos arena, polvo, nada. DJ.
Eliminar¡Joder!(quiero decir, jopeta), acabo de verla, sin intención, a la vieja digo, iba marcha atrás sobre tu post y por casualidad me he parado en medio del dibujico y...¡ ahí estaba!.
ResponderEliminarEa, pues ya sabes de qué sensación de sorpresa estaba hablando. Progresa adecuadamente, madrede
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