domingo, 28 de abril de 2013

Más instrucciones para la vida fácil


Es probable que lo que viene a continuación lo haya escrito ya antes. Una docena de veces, quizás. Sí, amiguitos. Esta es otra de esas crónicas de un domingo perfectamente feliz y olvidable. Comida rápida para el alma. Una ejecución fácil para una lectura espero que fácil. Y, sin embargo, me resisto a ceder su espacio a temas más truculentos o especiados. Por la sencilla razón de que las experiencias que inspiran estos pequeños documentales de la aceptación son reales. Mi alegría es real como un perro, y no necesita autojustificarse. Mi asombro es tan real y tan poco novedoso como el latido de cualquier corazón sano. Y a la vez, son experiencias frágiles. Demasiado amables, demasiado basales como para que se incorporen al recuerdo de manera indeleble. Porque la bonanza sólo deja huellas vagas. Pasarán los años, pisaré otros suelos, me asomaré a otras ventanas, y todo este tiempo bueno se secará como un resto de pintura para fachadas, o como esa flor que dejamos olvidada entre las páginas de un libro. En el futuro pensaré en estos días, y me veré obligada a plantearme cómo era yo y qué cosas hacía. Me escribiré cartas llenas de indulgentes consejos a la persona que hoy soy. Quizás todavía me enjuicie, y me cuestione por qué no aproveché mejor mi tiempo; por qué no tomé decisiones arriesgadas; por qué me conformé con mi propia identidad habitual; por qué no metí lo esencial en una mochila y me fui de viaje. Y así es cómo estos ínfimos momentos de gloria de ahora enmudecerán.

Por eso tengo que dejarles ahora que se pongan de pie y se apropien del micrófono, como un cuñado pesadísimo en el convite de una boda. Es el mismo mensaje repetido cien veces, la misma filigrana de azúcar un poco cargante. Recibidlas compasivamente, estas instrucciones para la vida fácil que hoy me dirijo a mí misma:


1. No cuestiones la hora en que te despiertas. Quizás sea demasiado temprano, y todavía no se escuche ni un alma zascandileando por la cocina, enroscando la cafetera para que tú pases como una zarina de la cama a la mesa. Quizás sea demasiado tarde para la cantidad de tareas con que quieres embutir este último día de descanso. Pero estás despierta. Tu cuerpo sabrá las razones. Por las rendijas de los postigos entra ya luz y el marujeo de los pájaros. Tal vez no sea la hora que tus expectativas consideran oportuna, pero tampoco es tan descabellada como para no repetir aquel viejo ensalmo del bueno, pues aquí estamos.

2. No te levantes antes de hacer el recuento de tus efectivos. Pásate lista. Piernas, presentes. Manos, presentes. Vértebras, fosilizadas pero presentes. Corazón, bullanguero y presente. Tripas, obvia y ruidosamente presentes. Ojos, miopes pero presentes. Pulmones, a dios gracias, eficaces y presentes. Mente, por una gloriosa vez no tan presente.

3. Emplea el tiempo de las pirámides en desayunar. Y no mezcles kiwis con queso de Burgos, que sabes que eso al final se paga. Ignora a los sirenos que te ofrecen una tonelada de galletas untadas con mantequilla y mojadas en café. Come hasta que tu estómago diga basta. Suena fácil, ¿verdad? Pero, amiguita, ay, amiguita. El apetito, esa cosa insondable.

4. Ordena lo que la noche y el hambre han desordenado. Cuando acabes, busca un trozo de sol donde puedas despedirte sin drama del libro que estás a punto de terminar. Siempre habrá momentos así: un libro que se cierra de forma sólo aparente, porque ha cuajado en ti, y se ha incorporado a tus fluidos corporales. No hay adioses que valgan. Las amistades robustas no se suspenden tan fácilmente, por mucho tiempo que pase entre cada encuentro. Y luego presta ese libro cuanto antes a la primera persona que pienses que le va a resultar tan provechoso como a ti.

5. Siéntate en un cojín. Cierra los ojos o déjalos abiertos, como más rabia te dé. Y, simplemente, permanece un rato quieta y atenta. Algunas personas llaman a esto meditar. Yo prefiero no poner etiquetas. Tal vez te parezca una inutilidad. Tal vez la cultura occidental no haya entrenado los músculos de tu espalda para estos festivales sedentes. Tal vez percibas la cantidad de veces que te estrujas la nariz sin darte cuenta. Esa es la idea. Intenta diferenciar tu mano derecha del aire que la rodea. Yo lo he intentado durante veinte minutos, en vano. Creo que esa también es la idea. El aire y tu mano no son exactamente dos cosas distintas. El flujo impenitente de tus pensamientos y los movimientos del aire no son tampoco tan diferentes.

6. Luego haz un poco el idiota. Salta. Corre por el piso o por la parcela de tu padre. Haz molinillos con los brazos. Túmbate en el suelo y, como una jibia, agita en alto brazos y piernas. Las tienes, ¿no? Pues deja que hablen su idioma un ratito.

7. Mariposea. A la gente le encantan las mariposas. A ti te encantan las mariposas. Pues ánimo. Cuece unas coles de Bruselas. Hazle un guiño desde la distancia a tu amigo encandilado por los encantos de Bélgica. Lee por encima del hombro de alguien los titulares del periódico. Convéncele de lo estéril que es preocuparse por sucesos que todavía no han pasado. Habla por teléfono con tu hermana. Abre un libro de yoga. Payasea unas pocas posturas. Sal fuera y lee en el cielo el libro de las nubes. Son perfectas, son volubles, se ven tersas y satinadas ahora, luego se deshilachan. Son un curso acelerado de filosofía budista. Juega a las paletas de playa con una pelota de golf. Arriésgate a hacer añicos los farolillos del porche. Ríete, busca pelea, sé marrullera, sé ridícula, vuelve a reírte. Haz lo que te manden en la cocina. Es hermoso ese deporte: preparar a cuatro manos una comida colectiva. Come. Reza aunque no seas creyente ni americana. Enróscate después como un gatito. Baja al huerto. Sudar en él tiene su mística, pero expoliar es bastante más elegante. Vale. Ahora cómete ese pedazo de brownie. El mañana llegará con nuevas restricciones y votos de continencia. Acepta tus propios regalos. Acata el aguacero inesperado. Las perras se mojan ahí afuera, y ni un solo guau de queja sale de sus hocicos.

8. Y luego escribe lo que quieras, aunque te parezca ñoño o aburrido, aunque le falte nervio y músculo, aunque sea demasiado fácil. Al menos hoy hazlo así. Sé humilde, y atrévete a rendirte por una vez ante la simpleza de estar viva.

18 comentarios:

  1. Que le falta nervio o músculo? Pero qué dices pequeña! Es genial, precioso, casi estoy por imprimirlo y pegarlo a la cabecera de mi cama!!!!

    Mil besos por esas lecciones tan importantes.

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    1. Hala, exageraaa. Aunque, bien pensado, ¿y si me lanzo al mundo del merchandasing y te nombro mi agente especial para la tarea?

      Muchos más besos para ti, por seguir ahí

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    2. Y dónde voy a irme?
      Me apunto al negocio!! ;)

      Muchos besos!

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  2. Me gustan esas tareas, voy a ponerme algunas iguales o parecidas.

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    1. Venga, te lo pongo de deberes. Hazme una lista y me la pones por aquí. O en la dirección durmiendoenloscoches@gmail.com

      Hace?

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  3. Da gusto sentirse así... ¡muchas gracias por compartirlo!, ayuda mucho.
    Besos!!

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    1. Muchas gracias a ti, por expresar una de mis aspiraciones principales: ayudar, ayudar, ayudar, aunque sea solo un poquito. Un beso muy grande

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  4. No viene a cuento de tu post, pero quería saber tu opinión. http://www.youtube.com/watch?v=1QSXBz7IvXQ.

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    1. Y mi opinión es:

      Que a pesar de no ser muy amiga de versiones, y mucho menos de conciertos grabados, me estoy empezando a enganchar de la voz de este chico tan vien vestido de vaquero. Me gustan los acordes rítmicos de guitarra (o como le llaméis los doctos musicales a ese tiquití tiquití) como pasitos rápidos.

      He buscado la versión de estudio en el Spotify (haciendo bien mis deberes, profe), y me gusta más. Más sutil, la voz más templada e íntima, y una voz femenina chavelística como corresponde.

      ¡Y ahora quiero más ejercicios!

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    2. Como diría alguien que se está yendo, se me ha ido la pelota, así que seguro que, por fin, voy a aconsejarte algo que no te gustará. Música con músculo. ¡Ah!, y no busques la versión en estudio, pierde mucho. Y digo yo, ¿no es un pegote escribir esto aquí, querida Romualda?. Pothead, "Indian Song". http://www.youtube.com/watch?v=a2wdEJMKfeU

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    3. Pero bueno.¿Cómo que "por fin"? ¿Que es esto, una maniobra para alejar a una groupi pegajosa? Mmmm. Pues tengo que confesar que casi lo consigues, porque lo que me has puesto no es que no me guste, que no está mal, tiene músculo y tal, y a mí los músculos SÍ que me gustan, pero me deja un poco...fría. Reconozco que el guitarruceo no es lo que más me va, pero también que en materia musical soy como las ranas: lo mismo me da aguas cristalinas de los Alpes, que charcos pestilentes. Todo me entra por las orejas.

      Casi.

      Y digo yo que podía ocurrírsete empezar un blog musical, dejar vídeos y consentir en que gente pesadísima y ávida de nuevas voces como yo te lo llene de comentarios.

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    4. Muchísimas gracias por tu ocurrencia. Qué más quisiera alguien tan egocéntrico como yo que ser capaz de crear un blog musical. Estaría encantado de que dejárais vuestros comentarios -¡qué miedo!-. Sólo hay un pequeño detalle: para eso hay que saber expresar con palabras lo que te transmite la música, qué vísceras se te mueve con cada una de las canciones que escuchas. Y como sabes, ahí patino. Un -otro- beso de agradecimiento, querida Silvia.

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    5. A otra con esas, amiguito.

      Porque resulta que tú sabes conmover con tus palabras vísceras paralelas a las que te mueve la música. Eso es lo que yo sé. Empíricamente

      Aunque se me ocurre otra: y si tú pones la bso y yo el guión? Molaría.

      Venga, otro, querido DJ

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  5. Anónimo entre comillas29 abril, 2013 23:51

    ¡Que no es ñoño, coño!
    ¿Por qué no una asignatura en los colegios llamada así: "instrucciones para la vida fácil"?

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    1. Comillas ha dicho "ñoño, coño", Madrede!!!!

      Ñoño, coño, ñoño, coño.

      Porque esa asignatura impugnaría el resto del curso y de la carrera escolar.

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  6. ¡Que bonito está eso!.Con lo "monjita muerta" que parecía.

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  7. Anónimo entre comillas01 mayo, 2013 22:56

    Toa la vida dios se ha dicho "mosquita muerta"...

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  8. Usté perdone, si hubiera querido decir mosquita muerta no lo habría entrecomillado.
    Besico.

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