sábado, 2 de marzo de 2013

Los lutos literarios


Las crisis de lectura son siempre un drama, pero cuando ocurren después de una orgía, la cosa es todavía peor. Has estado follándote* salvajemente un libro durante un tiempo que, más corto o más largo, a ti se te ha pasado como un suspiro. Y lo has acabado. Has ido comiendo páginas, sin querer darte cuenta de cómo tu cuenta corriente de iluminación y suspenso se iba quedando a cero y, de repente, ya no te queda nada. Ningún amigo se pierde para siempre, de esa manera tajante. Y hasta el amante más pasajero te deja una mínima huella física, una señal como una medalla en el cuello, uno de los botones de la camisa un poco más suelto. Pero cuando vuelves definitivamente esa contraportada, y a veces lo haces con un ruidito como de tapa de ataúd cayendo, entonces ni siquiera el recuerdo de los momentos que has pasado leyendo, mucho más que leyendo, vale para nada. Estás en números rojos. Y no se pagan facturas a golpe de recuerdos. Te han regalado una vida más suculenta y más estructurada que la que hasta ahora considerabas como tuya propia y, sin más, te la han arrebatado.

¿Y qué es lo que sólo puede venir a continuación? El desencanto. La parálisis. ¿Vas a sacar de la estantería otra novela, sin dejar pasar un plazo de seguridad? Si te respetas lo bastante como lector, no harás eso. Sería como si Ferrán Adriá te pusiese una copa de nueces achicharradas con natuza después de un festín supuestamente celestial. Pero no comprendes la existencia sin llevarte uno o más libros a la cama, todas las noches, sin sobarlos, sin sentir en la yema de los dedos el tacto de unas páginas que a veces son pulidas como las mejillas de un niño, y otras te recuerdan a la lengua de los gatos. Así que buscas títulos que no le puedan restar méritos a lo que te acaba de robar el corazón, pero que tampoco le falten el respeto a la literatura. Que no sean ni mejores ni más absorbentes, pero que al mismo tiempo funcionen como anestesia para tu vacío. Estás de luto, y ni se te pasa por la mente mandar el muerto al hoyo con tanto descaro.

De esta manera es como terminas sacando de la biblioteca libros que sólo te atraen por sus portadas; ensayos ligeros sobre psicología o, pongamos, el arte japonés de la papiroflexia; recetarios donde te topas por enésima vez con unas milhojas de foie y manzana; la selección de artículos periodísticos de alguien cuyas novelas no te tragarías ni en una celda del castillo de If; libros que tratan sobre otros libros; a lo mejor un volumen de cuentos no demasiado exquisitos.

Pasado un tiempo prudencial, decides abandonar el luto riguroso, y empezar a usar ropa, qué sé yo, de color marrón, o azul marino. Te atreves por fin con una novela. Una novelita. Y las primeras páginas no te parecen malas, en serio. Pero el roiboos o la pechuga de pavo tampoco te parecen exactamente asquerosos, si los consideras de modo aislado. Los personajes de la novelita te resultan simpáticos, o al menos pasables, pero es que no son asunto tuyo, no te susurran al oído, no te dan patadas en la espinilla, no te meten una mano debajo de las bragas. Terminas dándote cuenta de que, más que leer, amontonas páginas. Haces ejercicio. Entrenas el músculo de la lectura, porque sí, porque dicen que eso es bueno para mantener el cerebro desatascado. Hasta que llega un momento en que la grisura te supera. No puedes seguir tragándote historias funcionarias. No te cabe en la cabeza el concepto de excepcionalidad. No puedes comprender por qué hay gente a la que se le permite publicar novelas de medio pelo destinadas a convivir en las librerías, en la biblioteca, lomo a lomo, con esas pocas otras que te han arreglado los circuitos que traías de fábrica. Igual que no puedes entender que los idiotas se sigan casando, cuando a ti, que eres tan lista y tan interesante, te han dejado el corazón hecho una cuadra.

Pero, amiguitos, el tiempo todo lo cura, y eso hasta Andy y Lucas lo saben. Cuando dejé en el mostrador de la biblioteca Todo esto para qué (recuerdo: de Lionel Shriver), y vi cómo unas manos con guantes blancos lo devolvían a su apretado estante, me pareció estar asistiendo a un funeral. Los días siguientes me eché a perder, y leí lo equivalente a tirarte dos meses encerrada en tu casa, comiendo palitos de cangrejo con mayonesa y sin, quitarte el pijama. O sea cientos de blogs no distinguidos con la etiqueta de Blogs del Amor. Luego me rehice, y volví a la biblioteca. Ya os lo conté en el simpático a la par que lamentable post de los gatos. Pues bien, ni siquiera una autora recomendada por Mi Futuro Marido Franzen me curó el desamor. Los Personajes desesperados de Paula Fox y yo, lo siento, querido me cargan más que Doña Cospedal. Pero hoy me complace anunciar que ya estoy saliendo del bache. ¿La solución? La única llave maestra que abre todos los cerrojos encasquillados de la vida. La ligereza. El humor. La chispa. En cuanto le dé al botón de publicar y me eche al coleto la ensalada, seguiré coqueteando con las Memorias de un amante sarnoso, de Groucho Marx, y/o con El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. En breve seguiré revelando mis intimidades literarias.


* Sí, Madrede, he escrito la palabra que empieza por efe.

19 comentarios:

  1. No lo podía haber descrito mejor... qué grande!

    El curioso incidente del perro a medianoche es bonito. A mí me gustó.

    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me está pareciendo tan tierno que a ratos tengo que dejarlo.

      Un besazo, bonita.

      Eliminar
  2. Como persona que también quiere casarse con Franzen, permíteme recomendarte intensamente "El Arte de la Defensa", de Chad Harbach. Muy grande.

    Y siempre te querré por haber escrito la expresión "follándote salvajemente un libro".

    Eres genial. Sigue, sigue y sigue. Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mujer, si ya lo tengo apuntado, después de leerte. Eres asín de persuasiva.
      Y estoy yo pensando: puesto que las dos nos queremos casar con JF, y a mí me dan ganas de pedirte la mano cada vez que te leo, o sea, todos los días, ¿por qué no nos casamos entonces tú y yo?

      Tú sí que sí que. Besos redoblados.

      Eliminar
  3. Genial el post. Muy gráfico. Después de tres semanas sin acabar un libro he terminado tres en dos días. ¡Como me jode esa sensación de vacio! Ese tiempo en el que te colocas frente a la estantería y tienes que decidir.
    Suelo mezclar novelas con relatos y alternando comics. Nunca dos libros seguidos del mismo autor y viendo que te ha gustado emperaré pronto "Memorias de un amante sarnoso" que lo tengo en el kindle desde enero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo de no leer dos libros seguidos del mismo autor es un must que se me olvidó. Es algo que jamás jamás jamás. Del de Groucho llevo poquerrimo. Y...recomiendas algún cómic?

      Eliminar
    2. Me gustan mucho las tiras de periódicos. Calvin y Hobbes junto con Mafalda deberían ser lectura obligada. Cualquier comics de Hugo Pratt (Corto Maltés es la hostia.) Y hace poco hice una entrada donde aparece una viñeta de "Bluesman" que estoy releyendo de nuevo. Todos los de Asterix y Obelix (aunque empiezan a flojear con la muerte de Goscinny) Le tengo un cariño especial a los comics de "Tartessos". Desde pequeño me encantan los superheroes y ahora mi nene tiene la misma afición así que en casa siempre hay alguno de Marvel o DC rondando en las esquinas. Ahora que es algo mayor también le dejo los de Frank Miller. (Aunque de esos no te los recomendaría a ti.) ¿Has leido Jeremiah, Thorgal, Durango, Akira...?

      Esto... y me callo por que me estoy dando cuenta que hablo como un friki. Compréndelo tengo varios amigos a los que este tema le apasiona y me han contagiado algo. Solo un poco pero... ¡que si, que si! Que me callo.

      Eliminar
    3. Hablas como un apasionado, y por lo tanto no deberías forzarte a callar. Yo, fíjate, soy una friki de la gente apasionada.

      Y tengo que confesar con vergüenza que, de toda tu generosa lista, sólo he tenido la oportunidad de disfrutar con Mafalda, esa gurú, y con Astérix y Obélix, esos monstruos. Pero me comprometo a subsanar mi analfabetismo cómico.

      Eliminar
    4. Ah, bueno, y a Venecia me fui con la guía de los lugares imprescindibles según Corto Maltés. Esas patillas...

      Eliminar
  4. ¿Crees que era necesario?.
    Castigada sin mirienda.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Copular = entomología sin alma.
      Hacer el amor = babas.
      Locamente enamorada del libro = parcial.
      Enfrascada = demasiado manido.
      Entusiasmada = poco visual.
      Delirando = exageración.

      Ergo, era necesario. ¿Hay más tarta de manzana?

      Eliminar
  5. ...y además no te pega.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Claro, no le pega a la parte de mí que conoces. Cuando no soy estrictamente una hija, digo po y lo que sigue, cojo y lo que sigue, pu y lo se sigue.

      Y mejor no sigo.

      Eliminar
  6. Anónimo entre comillas03 marzo, 2013 23:13

    Yo me liquidé la semana pasada a tu Futuro Marido y aunque he de reconocer que mi entusiasmo es menor que el tuyo (no voy a competir contigo y/o con Marina para pedirle santo matrimonio) sí tuve la sensación al dejar para siempre esa familia tan especial de que abandonaba una casa, igual que me ocurre con la mía del pueblo, cuando vuelvo a dejarla, cierro la llave y no queda vida -visible- dentro.
    Disfruté con "Las memorias del amante sarnoso". Cuenta cómo evoluciona "El curioso incidente del perro a medianoche", si merece la pena.

    ResponderEliminar
  7. Hablando de efes, en la pe mili, yo vi pósters centrales del Penthouse literalmente hollados (con hache) y echados, así, a perder. Eso, si lograbas despegar las páginas.

    El de Franzen, una vez superada la mitad con no poco esfuerzo, resultó más cuesta abajo. Los libros y las películas debieran empezar por ahí, por la mitad.

    El del perro me duró nueve cuartos de hora, a razón de tres sesiones de tres. A disco por sesión. Soy Eme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres un chejoviano, Eme. Por lo de la mitad, digo. ¿Libertad, o Las Correcciones?

      Jope, podías hacer un libro/blog como el del Comidista, con canciones específicas para lecturas, en vez de para recetas.

      (No creo que llegue yo a niveles de la mili)

      Eliminar
  8. Sería incapaz. Yo no soy de canciones, sino de discos. Mi lista de canciones favoritas no pasa de diez o doce, (por eso casi nunca me quedo con los títulos), mientras que discos favoritos tengo algunos más. Es raro y difícil de explicar.

    Manolo. (Yo es que también soy muy sincero y doy la cara, hala.)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tampoco es tan raro: hay grandes novelófagos que son incapaces de llevarse a la boca un cuentecito pequeño.

      Eliminar
  9. Ah, perdón. "Libertad".

    ResponderEliminar