viernes, 29 de marzo de 2013

Levanto el corralito

 
Vuelvo a sentarme en el sillón del copiloto, pensando en lo pertinente que sería sustituir el Durmiendo por un Viviendo, en el nombre del blog. Cuánta pobre gente tiembla a la hora de cuadrar la cuenta de los gastos domésticos. Yo, más afortunada, prefiero no sumar la cantidad de kilómetros que le estoy echando de pienso a mis vértebras. Pero no hay miedo. Llevamos libros y cepillos de dientes en nuestro equipaje; llevamos nuestra ropa para las excursiones, en un alarde de optimismo que ignora las previsiones bíblicas de la AEMET. Llevamos hasta impermeables. Tenemos el depósito lleno, y ganas de comer paisajes.

El piloto me sorprende pidiendo que ponga música. A la hora de entretener la marcha, y la vida, diría también, si esa coletilla de y la vida no estuviera tan gastada, nuestra especialización es brutal: él es hombre de radio, de charla y corrillo, de boletín en las señales horarias; yo soy mujer de discos. Sólo por imperativo laboral logro agarrar un volante sin contar con el bálsamo de la música. En el zulo de mi guantera sobreviven todavía restos de la banda sonora de mi pasado. Los voy sacando de uno en uno, a ciegas, como en aquellos viejos concursos de la tele en los que la mano inocente elegía una carta al azar de entre las muchas que había en la urna. Están tan rayados, mis discos de viaje, tan castigados, que parecen víctimas liberadas de un largo secuestro. Cada disco con su historia de vehemencia; copias de discos descargados de internet, que no necesitan ahora otra carátula que la memoria que guardo del tiempo en que los escuché. Música de cuando fantaseaba con llegar a dominar la técnica de la danza del vientre, por si acaso me servía para pagarme un cuarto en Lisboa. Música para cantar a gritos, sola, mis particulares himnos a los árboles y las fábricas del camino. Música para quitarme de encima el polvo de la rutina. Para llegar con la garganta agarrotada de emoción al destino.

Escojo el último disco que compré, hace tres años, en un periodo de mi vida en el que mis principios respecto a la autoría intelectual eran menos hipócritas y acomodaticios. Es el único que conserva su funda, y no se ve tan menesteroso. The XX. Bien. Echo para atrás la butaca. Cierro los ojos, sólo para llevarme otra vez el susto de ver la parda tierra granadina convertida en un póster de Irlanda. Suenan los primeros disparos del intro instrumental; las palmadas marcando unas ganas de boxear, y a la vez esa melodía que de alguna manera percibo como un augurio en blanco y negro. El disco avanza, el paisaje es irreal; el cielo se va desabrigando de nubes conforme nos acercamos a la costa. Y llega así el turno de la canción que prefiero del disco, al menos esta tarde. Venga, escuchadla conmigo.



Me gusta ese comienzo juguetón, la voz masculina como tomando apuntes, la femenina mucho más suelta, y el contraste siguiente entre el ritmo a paso rápido y el tono discretamente esperanzado de las frases. No tengo ni pajolera idea de qué va la letra, porque mi oído es mucho menos anglófilo que mi ojo, pero me da igual. Yo pienso en gente que trata de expresar entre líneas que se muere por echar la siesta con otra gente. Pienso en superficies frágiles que a duras penas ocultan un núcleo exaltado. Pienso en mi blog.

Y entonces es cuando me digo que hasta aquí hemos llegado. Jubilosa y con las ganas de pegar que me prestó el intro, todavía intactas. Es la hora de que vuelva a hacer las cosas como las había elegido. Es la hora de descorrer los cerrojos para reabrir de las puertas de mi casa. Me han sugerido que me limite a dar de leer lo que escribo al círculo de mis íntimos. Pero yo me resisto a seguir ese consejo bienintencionado, porque atenta contra el espíritu que hasta la semana pasada me animaba a escribir. Siempre aspiré, además de a construirme mediante la expresión, o a darme la oportunidad de crear algo donde antes sólo había vaguedad, a la comunión. Me encandilaba la posibilidad de ensanchar aquel círculo restringido, de destaparlo para que no se tornara vicioso. Me ilusionaban, me han hecho ver arco iris cada vez que han ocurrido, el contacto imprevisto, las corrientes de aire de los grandes espacios, el juego de afinidades descubiertas. El modo en que ese círculo de intimidad que apenas si me circunscribía a mí misma empieza a ramificarse. Privatizar el blog ha sido un pequeño golpe a mi orgullo. Era dar a entender que me avergüenzo de lo que escribo.

11 comentarios:

  1. ¡Qué envidia me has dado con tu descripción de los viajes en coche! es una lástima que no tengo ni el coche, ni el conductor ni unas vértebras lo suficientemente sanas y resistentes para también poder no solo dormir sino vivir en los coches, xD.

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    1. Pero me tienes a mí, si te apetece, que seguiré hablando de viajes y de canciones, a pesar de que los coches en los que me monto no sean amables con el cuerpo humano y de que a veces tampoco yo tengo conductor. ;-)

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  2. Ay cariño, si lo hubieras tenido siempre privado yo te me habría perdido! Piénsalo así!

    Me ha dado envidia tu viaje, tanto que el pequeño trayecto que tengo que hacer yo en media hora se me antoja irrisorio... aix.

    La canción es genial, por todo lo que dices, no te diré de qué habla la letra, lo de las siestas es inmejorable.

    Un besito.

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    1. a) ningún trayecto es totalmente irrisorio. b) si sólo os hablaba de un viaje a mi casa familiar que he hecho una tonelada de veces!

      La verdad es que hice trampas con la canción y busque la letra, pero a pesar de ello...

      Un besazo

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  3. "Música para quitarme de encima el polvo de la rutina"... he vuelto a recordar por qué leer es lo que es: porque alguien dice lo que tú piensas, sientes, como a tí te gustaría decirlo. Porque alguien, con sus palabras, te reivindica de tus aficiones, de tus obsesiones. Qué sencillo, que profundo está descrito uno de los motivos por los cuales escucho música. Gracias, Innombrable.

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    1. Gracias a ti por volver a acompañarme, añorado DJ. Sería un detalle que me devolvieses la reivindicación con unas cuantas canciones de las tuyas. En el Spotify van a empezar a conocerme como "ahí está otra vez la groupi cansina de Nick Cave".

      (¡¡¿Cuándo le vas a levantar el veto a mi nombre?!!)

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    2. ¡Qué honor! -y no es ironía-. Y gracias a tí por seguir aquí, escribiéndonos. Esta mujer se llama Lizz Wright, la canción "My Heart". http://www.youtube.com/watch?v=fZDMyMOlB1w

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    3. Juajuajua, por fin conozco a la artista! ! Me siento una micra más melomana! El disco completo me lo bajé del emule en aquellos maravillosos años. Vaya voz, eh.

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    4. Juajuajua, por fin conozco a la artista! ! Me siento una micra más melomana! El disco completo me lo bajé del emule en aquellos maravillosos años. Vaya voz, eh.

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    5. Jajajajaja, ¿ves como tienes un gusto exquisito?... ¡si lo sabré yo! Preciosa y poderosa voz, sí señor. Segundo intento: Jamie N Commons, "The Preacher". http://www.youtube.com/watch?v=orivEatc2fw&feature=youtu.be. Excuse moi, aun no puedo escribir tu nombre sin que me salgan sarpullidos. Un beso. Y ya basta de darte la murga.

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    6. Cómo sois los seres humanos, de verdad: me pones una canción cantada por una voz rasposa y morbosa, que me hace viajar un rato por la llanura americana. Me piropeas. ¿Y te piensas que me das la murga? Señor Anónimo, señor Anónimo...

      Un beso (y creo que te dije una vez que me puedes llamar Robustiana)

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