(No
tengáis miedo: este post es largo como la muerte, pero facilón cual
criatura de Jersey Shore. No tiene efectos secundarios)
Después de un rato
de trajinar como topo borracho en la cocina, me pongo a desayunar.
Le doy un sorbo a mi batido de manzana y frutos rojos, y empiezo a
enjaretar mentalmente algo sobre tres mujeres y un hombre a los que
me gustaría parecerme enfermizamente. Y luego pincho un trocito de
tortilla, y sigo elucubrando, y a la vez leo uno de esos libros de
psicología cuyos títulos dan un poquito de vergüenza ajena. Mis
habituales maniobras de mujer orquesta a plena luz del día.
Y entonces suena un
click, y las tres mujeres y el hombre sobre los que estaba
escribiendo en mi cabeza empiezan a difuminarse. Mi paisaje mental ha
cambiado. La mañana ya no tan incipiente ha cambiado. ¿Será la luz
que entra por mi balcón, que a veces tiene el detalle de disfrazarse
de ese sol minucioso y tierno que ilumina la playa de Bolonia? ¿Será
un efecto de la intoxicación por leche de coco y arroz? (Que me
gusta con desmesura. Cualquier día de estos se me irá la cabeza, y
la echaré hasta en un puchero de coles). Será toda esta sensación
de estar recibiendo regalos, y será también lo que acabo de leer.
Atención: el
“Decálogo de la serenidad” del Papa Bueno Juan XXIII. Como lo
leo, lo copio. A mí esas cuatro últimas palabras me huelen a
salfumán, y bueno, el decálogo no huele, sino que apesta,
pobrecito, a música de Kenny G, a fiordos noruegos y cachorros de
mastín, a campos de amapolas, a robustos setentones con brillo de
perlas en las dentaduras postizas, en definitiva, a repulsivo
Powerpoint recibido a las ocho y cuarto de la mañana en la bandeja
de correo corporativo de un funcionario. Voy a reunir firmas para que
Powerpoint sea sacrificado. Pero el salón entero se ha llenado de
un aire calentito y crujiente como pisar hierba escarchada, y yo
estoy respirando ese aire, y tampoco huele tan mal, en realidad, ni
siquiera huele a incienso mortífero ni a moho feudal de fondo de
confesionario, y mientras respiro, mis entrañas prejuiciosas se van
ablandando como los pulpos de O Grove, y ya no pienso en la carita de
alimaña del cesante Razinger-Zeta, ni en la violencia psicológica a
la que fui sometida durante la catequesis, y mis orejas se están
poniendo tibias, como si de ellas hubiera empezado a arrancar un aura
dorada con olor a Ajax Pino. De repente ya no quiero usurpar la
personalidad de nadie. De hecho, ya no quiero nada. Porque todo un
Papa beato ha dado por bueno mi modo de desenvolverme por la vida.
Así que ni luz gaditana, ni leches raras: lo que pasa es que me he
levantado transformada en una persona serena. Mirad:
1.
Sólo por hoy, trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer
resolver el problema de mi vida de una vez.
Efectivamente. El
hambre de experiencia, las ganas de revolucionar la rutina por gusto
de ser muchas personas más de lo que parece que me corresponde, las
sacio con bocados de realidad circundante. Este sol no tiene DNI ni
pasaporte. Cierro los ojos, me dejo acariciar por él. Estoy
firmemente en este lugar, y resulta que este lugar podría tener
cualquier coordenada.
2. Sólo por
hoy, tendré el máximo cuidado de mi aspecto; trataré de ser
cortés; de no criticar a nadie ni pretender disciplinar a nadie, si
acaso a mí mismo.
Y lo leo a las
nueve y media, con los pendientes ya puestos, y esa sudadera de
Chonidiva con la que quiero ser enterrada, después de dar las
gracias en silencio por la yema solar de los huevos (de gallina) de
Pepe, el vecino de mi padre. Sólo que yo he decidido no
disciplinarme ni siquiera a mí misma. Hasta eso llega hoy mi nivel
de tolerancia.
3.
Sólo por hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin querer que las
circunstancias se adapten a mis deseos.
Si Su Santidad
supiera el poco caso que le hago ya a las humildes estadísticas de
mi blog, se plantearía reservarme un loft sin hipoteca en una
esquina luminosa del paraíso.
4.
Sólo por hoy, dedicaré treinta minutos de mi tiempo a una buena
lectura recordando que, así como el alimento es necesario para la
vida del cuerpo, la buena lectura es necesaria para mi mente y
espíritu.
Y qué voy a añadir
yo a estas alturas. ¿Que uno de mis mejores recuerdos de infancia es
cuando mi padre se presentó en el hospital donde me operaron de
vegetaciones con un montón de tetra briks de zumo de tomate, y de
tapa, un ejemplar de Robinson Crusoe?
5.
Sólo por hoy, haré una buena acción a favor de alguien que
solamente yo sabré.
Tiene que ver con
regalos de cumpleaños, mis queridos cotillas.
6.
Sólo por hoy, haré dos acciones positivas que no sean de mi agrado
y procuraré que nadie se entere.
Que digo yo que
tanta humildad puede llegar a ser indigesta, ¿no?. Son las once de
la noche. Mi día sereno – ¿sólo por hoy? – está a punto de
acabar, así que me doy permiso para confesar que esta tarde he
escuchado todas las memeces de mi jefe con cara de enamorada, y que
me he levantado rauda como Hermes de mi silla giratoria, cada vez que
el otro compañero tenía una duda con el programa cartográfico que
usamos en la oficina.
7.
Sólo por hoy, seré feliz con la certeza de que se sido creado para
la felicidad.
Yo más bien tengo
la certeza de que no he sido creada para nada en particular, lo cual
es una suerte de felicidad.
8.
Sólo por hoy, haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré
íntegramente, pero lo redactaré. Y me cuidaré de dos calamidades,
la prisa y la indecisión.
Y así he pasado la
mañana, fluyendo como Nureyev a través de las actividades que, al
terminar de desayunar, anoté en mi libreta. Leí a Paula Fox, por
mandato de mi futuro marido Jonathan F.; cociné mis cositas
multicolores; traté a mi casa con respeto y cortesía; hice gimnasia
a pesar de mi almohadilla cervical; leí blogs del amor; consulté
foros sobre smartphones. Y así, cumpliendo con lo programado, me
sentí diligente y controladora como una bestia de Wall Street.
Preñando mis horas, me sentí una machota.
9.
Sólo por hoy creeré, aunque las circunstancias demuestren lo
contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si
nadie más existiera en el mundo.
Jojojo.
Las circunstancias, de hecho, me demuestran que la buena providencia
de Dios entiende muy poco de musculatura cervical, pero en fin,
creeré, a la manera solipsista y medio hereje que exige este
precepto. Si un Papa tan Bueno lo dice...
10.
Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular, no tendré
miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
A
estas alturas de decálogo, una empieza a ver pequeños ponys y osos
amorosos por doquier. Admitamos que la segunda frase es puro relleno
sólo apto para beatas puestas de hostias consagradas. Pero, uh,
yeah, creo en la primera. Seriamente. Jovialmente Religiosamente.
Serenamente.
Buenísimo!!.Para enmarcar: "Preñando mis horas, me sentí una machota". ¡Me encanta!.
ResponderEliminarOye, ¿en tu tierra una macota también es un martillaco de coger con las dos manos? Porque tengo la cabeza dura y voluminosa, pero mis tiros no iban por ahí.
ResponderEliminarUn topo borracho en la cocina, Powerpoint sea sacrificado, los pulpos de O Grove (el mejor de mi vida, en su vecina Santiago de C.)...Es que tienes mucha gracia, no me canso de repetirlo...
ResponderEliminarNo están mal los consejillos del Papa este. A ver: el 1º, perfecto, sí señor. Y el 2º (lo de no criticar, aunque solo sea mentalmente, lo veo heróico), 3º y 4º(de manual de supervivencia), bien. 5º, 6º y 8º, pues ahí andamos...pero el 7º? el 9º? A ver si el Jefe del Papa se anima y habla más directamente, que con tanto intermediario y tanto misterio no hay manera.
El 10º, como dice Laura, para enmarcar, aunque la parte final necesite algún retoque ¿valdría "creer que puede existir la bondad"?
Graciosa tú, aunque parezca esto un partidito de ping pong.
ResponderEliminarPues está el Vaticano como para hacernos un Powerpoint (puajj) con las explicaciones.
Yo creo en tu retoque.