miércoles, 13 de febrero de 2013

Me sentaré a la derecha del Papa

(No tengáis miedo: este post es largo como la muerte, pero facilón cual criatura de Jersey Shore. No tiene efectos secundarios)

Después de un rato de trajinar como topo borracho en la cocina, me pongo a desayunar. Le doy un sorbo a mi batido de manzana y frutos rojos, y empiezo a enjaretar mentalmente algo sobre tres mujeres y un hombre a los que me gustaría parecerme enfermizamente. Y luego pincho un trocito de tortilla, y sigo elucubrando, y a la vez leo uno de esos libros de psicología cuyos títulos dan un poquito de vergüenza ajena. Mis habituales maniobras de mujer orquesta a plena luz del día.

Y entonces suena un click, y las tres mujeres y el hombre sobre los que estaba escribiendo en mi cabeza empiezan a difuminarse. Mi paisaje mental ha cambiado. La mañana ya no tan incipiente ha cambiado. ¿Será la luz que entra por mi balcón, que a veces tiene el detalle de disfrazarse de ese sol minucioso y tierno que ilumina la playa de Bolonia? ¿Será un efecto de la intoxicación por leche de coco y arroz? (Que me gusta con desmesura. Cualquier día de estos se me irá la cabeza, y la echaré hasta en un puchero de coles). Será toda esta sensación de estar recibiendo regalos, y será también lo que acabo de leer.

Atención: el “Decálogo de la serenidad” del Papa Bueno Juan XXIII. Como lo leo, lo copio. A mí esas cuatro últimas palabras me huelen a salfumán, y bueno, el decálogo no huele, sino que apesta, pobrecito, a música de Kenny G, a fiordos noruegos y cachorros de mastín, a campos de amapolas, a robustos setentones con brillo de perlas en las dentaduras postizas, en definitiva, a repulsivo Powerpoint recibido a las ocho y cuarto de la mañana en la bandeja de correo corporativo de un funcionario. Voy a reunir firmas para que Powerpoint sea sacrificado. Pero el salón entero se ha llenado de un aire calentito y crujiente como pisar hierba escarchada, y yo estoy respirando ese aire, y tampoco huele tan mal, en realidad, ni siquiera huele a incienso mortífero ni a moho feudal de fondo de confesionario, y mientras respiro, mis entrañas prejuiciosas se van ablandando como los pulpos de O Grove, y ya no pienso en la carita de alimaña del cesante Razinger-Zeta, ni en la violencia psicológica a la que fui sometida durante la catequesis, y mis orejas se están poniendo tibias, como si de ellas hubiera empezado a arrancar un aura dorada con olor a Ajax Pino. De repente ya no quiero usurpar la personalidad de nadie. De hecho, ya no quiero nada. Porque todo un Papa beato ha dado por bueno mi modo de desenvolverme por la vida. Así que ni luz gaditana, ni leches raras: lo que pasa es que me he levantado transformada en una persona serena. Mirad:

1. Sólo por hoy, trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver el problema de mi vida de una vez.
Efectivamente. El hambre de experiencia, las ganas de revolucionar la rutina por gusto de ser muchas personas más de lo que parece que me corresponde, las sacio con bocados de realidad circundante. Este sol no tiene DNI ni pasaporte. Cierro los ojos, me dejo acariciar por él. Estoy firmemente en este lugar, y resulta que este lugar podría tener cualquier coordenada.

2. Sólo por hoy, tendré el máximo cuidado de mi aspecto; trataré de ser cortés; de no criticar a nadie ni pretender disciplinar a nadie, si acaso a mí mismo.
Y lo leo a las nueve y media, con los pendientes ya puestos, y esa sudadera de Chonidiva con la que quiero ser enterrada, después de dar las gracias en silencio por la yema solar de los huevos (de gallina) de Pepe, el vecino de mi padre. Sólo que yo he decidido no disciplinarme ni siquiera a mí misma. Hasta eso llega hoy mi nivel de tolerancia.

3. Sólo por hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin querer que las circunstancias se adapten a mis deseos.
Si Su Santidad supiera el poco caso que le hago ya a las humildes estadísticas de mi blog, se plantearía reservarme un loft sin hipoteca en una esquina luminosa del paraíso.

4. Sólo por hoy, dedicaré treinta minutos de mi tiempo a una buena lectura recordando que, así como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, la buena lectura es necesaria para mi mente y espíritu.

Y qué voy a añadir yo a estas alturas. ¿Que uno de mis mejores recuerdos de infancia es cuando mi padre se presentó en el hospital donde me operaron de vegetaciones con un montón de tetra briks de zumo de tomate, y de tapa, un ejemplar de Robinson Crusoe?

5. Sólo por hoy, haré una buena acción a favor de alguien que solamente yo sabré.
Tiene que ver con regalos de cumpleaños, mis queridos cotillas.

6. Sólo por hoy, haré dos acciones positivas que no sean de mi agrado y procuraré que nadie se entere.
Que digo yo que tanta humildad puede llegar a ser indigesta, ¿no?. Son las once de la noche. Mi día sereno – ¿sólo por hoy? – está a punto de acabar, así que me doy permiso para confesar que esta tarde he escuchado todas las memeces de mi jefe con cara de enamorada, y que me he levantado rauda como Hermes de mi silla giratoria, cada vez que el otro compañero tenía una duda con el programa cartográfico que usamos en la oficina.

7. Sólo por hoy, seré feliz con la certeza de que se sido creado para la felicidad.
Yo más bien tengo la certeza de que no he sido creada para nada en particular, lo cual es una suerte de felicidad.

8. Sólo por hoy, haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré íntegramente, pero lo redactaré. Y me cuidaré de dos calamidades, la prisa y la indecisión.
Y así he pasado la mañana, fluyendo como Nureyev a través de las actividades que, al terminar de desayunar, anoté en mi libreta. Leí a Paula Fox, por mandato de mi futuro marido Jonathan F.; cociné mis cositas multicolores; traté a mi casa con respeto y cortesía; hice gimnasia a pesar de mi almohadilla cervical; leí blogs del amor; consulté foros sobre smartphones. Y así, cumpliendo con lo programado, me sentí diligente y controladora como una bestia de Wall Street. Preñando mis horas, me sentí una machota. 
 
9. Sólo por hoy creeré, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.
Jojojo. Las circunstancias, de hecho, me demuestran que la buena providencia de Dios entiende muy poco de musculatura cervical, pero en fin, creeré, a la manera solipsista y medio hereje que exige este precepto. Si un Papa tan Bueno lo dice...

10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular, no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
A estas alturas de decálogo, una empieza a ver pequeños ponys y osos amorosos por doquier. Admitamos que la segunda frase es puro relleno sólo apto para beatas puestas de hostias consagradas. Pero, uh, yeah, creo en la primera. Seriamente. Jovialmente Religiosamente. Serenamente.

4 comentarios:

  1. Buenísimo!!.Para enmarcar: "Preñando mis horas, me sentí una machota". ¡Me encanta!.

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  2. Oye, ¿en tu tierra una macota también es un martillaco de coger con las dos manos? Porque tengo la cabeza dura y voluminosa, pero mis tiros no iban por ahí.

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  3. Anónimo entre comillas15 febrero, 2013 23:40

    Un topo borracho en la cocina, Powerpoint sea sacrificado, los pulpos de O Grove (el mejor de mi vida, en su vecina Santiago de C.)...Es que tienes mucha gracia, no me canso de repetirlo...
    No están mal los consejillos del Papa este. A ver: el 1º, perfecto, sí señor. Y el 2º (lo de no criticar, aunque solo sea mentalmente, lo veo heróico), 3º y 4º(de manual de supervivencia), bien. 5º, 6º y 8º, pues ahí andamos...pero el 7º? el 9º? A ver si el Jefe del Papa se anima y habla más directamente, que con tanto intermediario y tanto misterio no hay manera.
    El 10º, como dice Laura, para enmarcar, aunque la parte final necesite algún retoque ¿valdría "creer que puede existir la bondad"?

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  4. Graciosa tú, aunque parezca esto un partidito de ping pong.

    Pues está el Vaticano como para hacernos un Powerpoint (puajj) con las explicaciones.

    Yo creo en tu retoque.

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