Pobres niños, indefensos frente a los
dictados de su emotividad. Pobres adultos, que perdieron hace tanto
el diccionario para entender y socorrer a sus niños. Yo fui una niña
que se aburría mortalmente. Ahora, cada vez que trato de recordarme,
y me cuesta tanto como si hubiera nacido con doce años, apenas si
tengo acceso a imágenes de juego y perfecta inconsciencia. Tengo
unos pocos cromos dignos, sí, un puñadito de recuerdos, pero no los
suficientes como para agruparlos en una colección, y mostrarlos como
ejemplo de que también la infancia fue la época más brillante de
mi vida. Creo que los adultos que fueron testigos de aquellos tiempos
míos estarán de acuerdo en que, si de niña fui capaz de forjar una
frase inolvidable, esa fue, precisamente, me aburro.
Y me esfuerzo en serio para entenderlo.
Por todas partes busco el diccionario niño/adulto – adulto/niño,
tratando de conectar con los sentimientos que había detrás de esa
frase que repetí tanto. Ahora me parecen sencillamente
intraducibles. Algo a lo que, desde mi perspectiva actual, tengo tan
poco acceso como a los sueños sin colores ni imágenes de los ciegos
de nacimiento. ¿Cómo es posible que se aburra un niño? ¿Cómo ha
podido ser capaz, en la duración todavía corta de su vida, de
crearse una expectativa mejor y más envidiable que la realidad en la
que está inserto? El niño se aburre porque espera algo, y ese algo
no llega. Se ha convertido ya, tan temprano, en una criatura
anhelante. En un escapista. En un virtuoso de la pasividad. El niño
aburrido espera a que alguien venga a entretenerlo, a plantearle
juegos y viajes de exploración hasta el final de la calle donde
vive. No está de acuerdo con lo que tiene, y quiere más, y ni
siquiera sabe qué puede ser ese “más”, porque no tiene las
armas precisas para racionalizar su necesidad. Y carece igualmente de
las herramientas que pueden transformar un zapato en un barco, o un
lápiz de color verde en una varita mágica. Un niño que se aburre
no tiene imaginación, o la tiene encriptada en algún lugar
inaccesible. Es un niño fatalista, un anti-niño que debería ser
vigilado y protegido de sí mismo. Creo que, exagerando un poco, yo
fui una niña así.
Y ahora siento que me toca cumplir
condena por el pecado de mi aburrimiento infantil. He perdido
absolutamente la habilidad de aburrirme. Las horas pasan como un
rodillo por encima de mí. No acabo de desperezarme del todo de la
cabezada en el sofá, a la hora de la siesta, y sin saber cómo, mi
estómago empieza a reclamarme su ración, no ya de merienda, sino de
cena. Se ha hecho oscuro, sin que me haya dado tiempo a separar en
párrafos mis actividades. Todo lo que hago y lo que dejo de hacer se
amontona. Mientras escribo, me levanto para estirar las rodillas, y
ya no puedo evitar bailarme un tema de Fatboy Slim. Y todavía con
resuello de maratoniano, repaso los libros de la estantería, y me
asalta la breve sospecha de que ellos, con ese tiempo suspendido que
guardan entre sus tapas, se están burlando de mi fecha de caducidad.
Y luego vuelvo a escribir, con la esperanza de poder terminar pronto
para ponerme a leer un rato. Pero, antes de colocar la primera coma,
ya estoy haciéndolo como hace un par de post reclamaba que besase al
visitante de mi sueño. La realidad más allá de la pantalla se ha
difuminado. Las expectativas estallan. Cada minuto es nuevo y mortal
y desafía a la monotonía. Y mi tiempo se ha compactado de tal
manera que las semillas del tedio ya no pueden germinar.
Todos los días, al acostarme, doy las
gracias por esta condena.
Comparto con enorme alegría tu condena de adulta. Aunque mi memoria de la niñez es más pobre aún que la tuya, no recuerdo haberme aburrido entonces y no quiero pensar qué hubiera contestado mi madre de haberle ido con una queja así...
ResponderEliminarLa misma respuesta que me tenía que haber propinado la mía. En las costillas.
ResponderEliminarEl primer niño que dijo esa frase, después repetida por tantos otros, debió ser uno que tenía todo lo que sus padres creían que necesitaba para entretenerse y que le proporcionaban sin regateo.¡Pobres padres!.
ResponderEliminarAmén. ;)
Eliminar