lunes, 18 de febrero de 2013

De cháchara con mi avatar lamentable

Sólo necesitan una micra de descuido por tu parte para hacerse con el control de los mandos. Ya puedes estar trazando planes para las vacaciones, o escuchando las noticias de un amigo al que hacía mucho tiempo que no veías. Los automatismos se cuelan en la cabina de tu consciencia, como esos terroristas tan educados, con esa pinta tan poco musulmana, que acabaron resultando ser tus vecinos. Y no les importa, si les dejas, chocar tu avión contra alguna torre muy alta. El pasaje de tu mente es comodón, y mientras se mantenga en movimiento, pasa bastante de quién está pilotando la nave. Vale, sé que estoy escribiendo demasiado sobre contenidos mentales invasores. Pero es lo que pasa cuando una se pone a prestarle atención al ecosistema de su cabeza. Que acaba reconociendo al vuelo a los recuerdos aleatorios. Las cosas que hacemos en estado de semitrance. Los pensamientos que no pasan por ningún filtro crítico. Están ahí. También son tú. También son yo. Quién sabe si no son más yo que todo lo que en el presente es mi trending topic personal. A lo mejor esos posos de antigua suciedad mental son mi verdadera esencia.

Esta mañana volví a sorprender una vocecita que, dentro de mí, gemía eso tú no puedes hacerlo. Hay quien recomienda el truco de darle una cara y un aspecto a esos personajes mentales con quien uno no quiere identificarse. Yo lo he hecho. La dueña de mi vocecita es una de esas amas de casa inadaptadas de Minessota, que parecen ser las víctimas favoritas de los reality de cambio de imagen. El tinte rubio muy frito, las indiscretas raíces de color ratón, y la sonrisa medio paralítica por culpa del pudor a mostrar una dentadura cubista. Vestida con una sudadera que se le ha quedado pequeña a su hijo adolescente de 200 kilos, y que a ella le tapa el culo con forma de limón exprimido. Así es mi yo acomplejado. A priori parece un poco cretina, pero cuando ve la ocasión, es capaz de apropiarse de mi diálogo mental con la agilidad de una pantera. 
 

- Vamos a tener que buscarnos una excusa, me dice. Y ella misma se encarga de sugerirme  alguna. Tú no tienes la piel como para coger bichos sarnosos, pulgosos o agusanados.

- Es verdad. Podrían pegarme cualquier cosa. ¿Y si me vomita encima un buitre, o un tejón desquiciado me araña con sus uñas ponzoñosas?
No es tan lerda como parece. Sabe que para mí “piel” y “drama” son palabras prácticamente sinónimas.

- Quita, quita. Mejor le llevas un informe de la dermatóloga al jefe, y que te borre de la brigada
 
- ¿Le pregunto a Jose? 
 
- Buena idea; a él se le nublan las entendederas cuando se trata de tu salud. Seguro que está de acuerdo conmigo
 
- Tenías razón; ¿has visto qué cara de preocupación ha puesto? 
 
- Un primor de chiquillo.

- De verdad. Pero, oye, es que a mí los bichos resulta que me gustan. Al principio sería difícil, pero a lo mejor, con el tiempo...

- Ah, no, no, me interrumpe, no, de verdad. Imagínatelo: animales enfermos, nerviosos, asustados. Culebras. Cosas con garras. Garzas con pico de arpón. ¿Cómo vamos a atrapar eso nosotras? Que no. Mejor se lo dejamos a los chicos. 
 
- Pero es que... Es una cosa práctica y real. Útil. Con una captura bien hecha, yo podría contribuir a que su recuperación fuera menos traumática. Y aprendería mucho de comportamiento animal. Aprendería a tomar y a generar confianza. A acercarme a ellos sin que me vieran como una amenaza o una posible víctima. Lo que les asusta y lo que les relaja. Me sentiría verdaderamente cerca de todo el dolor de la naturaleza. 
 
- Oye, mira, a mí no me metas uno de tus rollos blogueros, ¿vale? Que las dos sabemos cómo somos. Que tenemos pegotes de yeso en vez de articulaciones. Que entre una orden de nuestro cerebro y el movimiento correspondiente se podría escribir otro libro como ese famoso de tu país, ¿Don Cipote, no es? Que nos aturullamos a la hora de enrollar un cable de medio metro de largo. Que podríamos dejar tuertos a toda la población de forestales con un cazamariposas. ¿Una actuación bien hecha para reducir el estrés de los animalitos heridos? Je je je. Tenemos que atrapar a un águila real, y capaces somos de hacer hamburguesas con ella en el intento. O de acabar con los ojos fuera de las cuencas. Que no. Que eso nosotras no podemos hacerlo. Y PUNTO.


He dejado que se desahogue. Pobrecita, últimamente está sometida a mucha presión. Se ha dado cuenta de que cada vez le hago menos caso, de que me hallo inmersa en un proceso de desactivación de automatismos, y tiene miedo por su supervivencia. Y la verdad es que he estado a punto de volver a confiar en ella. Pero durante su última perorata he observado fijamente a la veterinaria que nos explica cómo realizar este nuevo trabajo. Es rubia como la mantequilla, y tiene unos hombros todavía más frágiles que los míos. Es a la vez ligera y recia. Tiene un par de brazos flacos. Yo tengo un par de brazos flacos. Tiene unas maneras un poco encogidas y tímidas. Yo tengo unas maneras un poco encogidas y tímidas. Ella atrapa animales heridos con redes y lazos; tiene la vacuna antirrábica puesta, ha pasado la sarna, y ahí está, intacta. Yo voy a intentarlo.

Qué le vamos a hacer. Voy a tener que mandar a mi avatar acomplejado a Tu estilo a juicio. A ver si le arreglan los dientes y me la devuelven, no digo yo que hecha una Lara Croft, pero sí un poquito más presentable.


4 comentarios:

  1. Olé por los atrevimientos!. Qué bueno el post!. De acuerdo total con esa manera tan compasiva de tratar a esa ama de casa de Minessota (pártome). Y creo que, gracias a empezar a verla con humor y a tratarla con ese cariño, estarás en la vía de encontrar a una gran aliada. A la pobre sólo hay que enseñarle un poquito a no tener miedo.
    Besos mil.
    PD.: Si al final te animas con el yoga, verás que no hay diferencia con lo que estás haciendo.

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    1. Pues claro que voy a animarme con el yoga, mujer. ¿No te acuerdas de que está en mi calendario delirante? En marzo estaré haciendo asanas hasta que se me pongan los ojos chinos.

      Voy a dejar a mi ama de casa (llamémosla Tammi) hecha una jabata. Quiiáaaa

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  2. Que difícil resulta desactivar los automatismos, pero que sensación cuando consigues superar alguno que creías insuperable!.

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    1. Pero cuéntanos alguno que hayas desactivado, chavalita!! Concreshion, please.

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