martes, 5 de febrero de 2013

Así nace una Líder Choni

Pasa que yo a ustedes les tengo demasiado respeto como para darles gato por liebre. Y pasa que el cuerpo humano tiene unos límites, y yo, hoy, los he franqueado. Creo que lo que me han obligado a hacer esta tarde por los centros comerciales de Granada sienta un precedente para la fundación de una nueva disciplina olímpica. A saber: el rastreo extremo en busca del chándal perfecto. Cinco horas, ¡cinco!, me he pasado alternando el peso de mi cuerpo apaleado sobre uno y otro pie, escuchando cosas como: pruébate este; ese es muy fino; tú es que no terminas de asimilar todavía que por aquí en invierno hace frío, ¿no?; las mujeres se ponen cosas de mujer, ¿lo pillas?; pequeña, no, ese pantalón no, que si asomas a la calle con ese culo, te detiene la policía. Suerte que en el momento en que escucho esto último mi glucemia anda ya por niveles negativos, porque si hubiera estado en mis cabales, me habrían saltado los fusibles. ¿A la calle? ¿Cómo que salir a la calle? ¿Pero la idea no era encontrar un chándal calentito, para que los vecinos dejen de asustarse por la magnitud 7 en la escala de Richter de mis tiritones? Porque, que nadie se engañe, detrás de esta Operación Princesa de Barrio, hay un complot para que no salga nunca más de mi pisito. 

Yo antes me compraba ropa para lucirme ante mis conciudadanos. Tenía una fuerte vocación de adorno. Estaba bastante convencida de que tenía algo que aportar a la buena apariencia del mobiliario urbano. Y más de una vez me aplicaron aquello de pero qué mona va siempre esta chica. En ocasiones hasta me compré ropa deportiva, lo confieso, pero con la obvia intención de sudarla en un gimnasio. Y ahora, ¿en qué me he convertido? En víctima de un estilismo doméstico radical. Toda mi ropa bonita está siendo subrepticiamente sustituida por ropa cómoda. A fuerza de las zapatillas de borreguito que me regala la madre de mi Pigmalión de las cavernas, la estructura de mis pies ha dejado de tolerar las alturas del más moderado tacón. Lo próximo será tatuarme en la nuca el que se está convirtiendo en el lema impuesto de mi vida: como en casa de uno, en ningún sitio.

En cristiano: que dejo en depósito lo que empecé a escribir antes de que empezara a brotarme en las orejas este par de zarcillos del diámetro de una rueda de bicicleta. Que me voy a practicar ipso facto el deporte ideal para mi nuevo medio chándal (porque después de cinco horas, ¡cinco!, he tenido que desechar la idea de encontrar un pantalón a juego con mi sudadera molona de Adidas): el babeo de fundas de almohada.

Mañana seré Homo sapiens. Creo.

6 comentarios:

  1. Prima,prima,prima...creo que también influye mucho la edad,nos volvemos mas comodonas con el paso de los años...llevo 3 dias seguidos poniendo chandal,solo por la comodidad,pero precisamente hoy,digo:No!con leguins y botas tambien vas comoda,pero marcas piernas monísimas a la vez,pq en mi caso, en este momento,tengo que pasar un poco del culo,y de cinturita,ni te cuento.Chao.

    ResponderEliminar
  2. La conexión genética funciona, querida. Adivina lo que me compré para no ir monísima con monísima sudadera de Adidas, y por abajo sólo bragas: pues unos leggins. Yo también paso de culo.

    ResponderEliminar
  3. Anónimo entre comillas06 febrero, 2013 22:39

    Que digo yo que las Chonis no van de Adidas, si acaso de Alidas o Adides o algo así.

    ResponderEliminar
  4. juijuijui, Alidas. Es que por eso me he definido como una Chonidiva, chavala.

    ResponderEliminar
  5. ¡Que salero tiene la jodía anonimillas!.
    Besos.

    ResponderEliminar