domingo, 10 de febrero de 2013

Algo voy a tener que hacer


No sé.

Tendré que buscarme alguien que me lleve en moto hasta Mozambique.

Tendré que pedir una excedencia para irme a trabajar una temporada a una granja húngara o croata. Me levantaré más temprano todavía que ahora, y cada vez que, al ducharme, tenga que vérmelas con un calentador de agua timorato, maldeciré la hora en que se me ocurrió escapar de mi cómoda vida. Pero me acostaré cansada, sabiendo una nueva palabra de un idioma jeroglífico, y una nueva habilidad manual que jamás pensé que podría llegar a desarrollar. Miraré montañas violetas por una ventana con marcos de madera, y escribiré largas cartas mestizas de nostalgia y aceptación.

O tendré que inventarme un trabajo que pueda mantenerme por lo menos un año en Lisboa. O en Amsterdam, en Estocolmo, en cualquier sitio donde alquilar una habitación barata sea una odisea lingüística.

Tendré que vivir en una ecoaldea y aprender a no usar papel higiénico y a no depilarme las piernas.

Tendré que comprarme una autocaravana, que aparcaré cada mediodía, después del trabajo, en algún lugar situado por encima de la capa de aire sucio que se suele estancar en Granada. Me permitirá ofrecerle a Jose una política vacacional de hechos consumados: nada de hoteles, nada de tostadas de pan blanquísimo, nada de huir de lugares felices porque la hora de buscar un techo se nos ha echado encima. Recogeré autoestopistas con pinta de haber convertido Hacia rutas salvajes en su evangelio personal. Me uniré a comunidades de espíritus rodantes. Coleccionaré correos de jubilados suecos o sudafricanos que una noche me invitaron a cerveza y me mostraron sus planos andrajosos y pintarrajeados. Viviré diez días seguidos en una de las playas bravías del Alentejo, entre surferos a los que aborreceré y desearé al mismo tiempo.

O tendré que encontrar una afición que me sorba el seso hasta niveles insanos, y que cada lunes me haga llegar con aspecto de yonqui a la oficina. Parapente. Espeleología. Pesca submarina. Reggaeton. 
 
Tendré que ofrecer comidas en mi propia casa a ilustrados turistas canadienses.

Tendré que buscar a todos los que alguna vez me dejaron con las ganas, y cobrarles sus deudas. Tendré que abigarrar mi vida sentimental con un par de historias simultáneas.
Tendré que rastrear argumentos para una novela de quinientas páginas por debajo de las piedras. O tendré que fabricarme una personalidad diferente para cada una de las opciones anteriores y, sin salir de casa, vivir sus vidas escribiéndolas.

Algo tendré que hacer, porque mi vida apacible y mi dosis de amor asegurada me hacen un poco difícil encontrar temas para un reto de escritura diaria.

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Queridísimo, la mano tonta le ha dado ella solita al botón de suprimir tu comentario. Soy lerda total.

      Decía algo asín: "Me parto el pecho con eso de "Tendré que abigarrar mi vida sentimental con un par de historias simultáneas" Sí, no te va a quedar más remedio."

      A lo que yo respondo: malo, más que malo.

      Eliminar
  2. Solo tendrás que echar mano de tu imaginación.

    ResponderEliminar
  3. Primica, queremos ya post de la borrica de poblado que además ha sido hace nada.. Ale, ya tienes ahí una idea. CONTINÚA CON ESTA AVENTURA DE LAS LETRASSSS.
    Eme jota

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero, niña, que yo soy una periodista honrá. Cómo voy a escribir sobre una cosa con la que nohe podido flipar todavía en directo. El año que viene me encargas otra vez el trabajo, y me cubre los gastos.

      CONTINÚo. KIAA!!

      Eliminar