Ahora entiendo bien el primer cosquilleo
en el ego del que es captado por una secta. Cuelgo el teléfono en el
Carrefour con una sonrisa gorda que me ilumina la (ya de por sí
iluminada por la sección gourmet) cara. ¿Era ella?, pregunta Jose.
Era ella, responde esta monja tibetana en la que estoy a punto de
convertirme. Ella es Toñimix, mi presentadora. Mi líder. Toñimix
me acaba de contar que ya ha encontrado alguien que guíe mi
desamparado deambular por el mundo de la Thermomística, aquí, en
Granada. A partir de ahora deposita mi cuidado en las manos solícitas
de Patrimix. Que sólo un día después me llama para invitarme a una
primera clase, y presentarme a otros novicios como yo.
¿Cómo, que todavía hay alguien que no
se ha enterado? Ovejitas descarriadas, ¿no sabéis que me he venido
del pueblo con la Thermomix puesta?¿Y que la he pagado a tocateja,
con dos ovarios, y bastantes más euros? Es posible que esta noticia
bomba contradiga el tono de aquel post deplorable en el que esbocé
un plan para obtener el aparato mediante sablazos a amigos y
familiares. Pero creedme, el año nuevo me ha cambiado en materia
pecuniaria. El mismo día 31, cuando el 2012 ya había recibido la
extremaunción, y yo ayudaba a poner la mesa para la cena, me caí
del caballo como San Pablo: yo quería ese cacharro. Me habían hecho
una muy buena propaganda, y gente que me conoce de sobra, y que me
quiere, juraba y perjuraba que éramos almas gemelas, la Thermomix y
yo. Tenía pasta de sobra para comprarlo. Y eso es exactamente lo que
iba a hacer, en cuanto amaneciese el primer día hábil.
Pero, pasada la euforia de la Nochevieja,
la conversión no fue tan espontánea. El mismo día uno, la parte
más austera de mi raciocinio consideró que, si llevaba cerca de
quince años cocinando con cazuelas, sartenes y salpicones en la
hornilla, con resultados bastante aceptables, bien podía pasarme
otros tantos, o más, dale que dale a la cuchara de palo. Mi mundo
no necesitaba un cacharro más, ávido de electricidad. No necesitaba
establecer un nuevo vínculo emocional con un objeto. Y podía pasar
perfectamente sin atarme a una enésima posesión. Una, dos,
trescientas veces cavilé; ochocientas eché mano de argumentos
ecológicos y psicosociales de semejante calaña. Y así, abogando
por una vida sencilla, me ocultaba a mí misma que lo único que me
retenía para comprarla eran los más de mil euros de gasto.
El segundo día del año, justo antes de
salir de excursión por Despeñaperros, abrí al azar un libro de
Vila-Matas que estaba leyendo mi tía, y me topé con una referencia
al sórdido personaje automático al que uno termina imitando día
tras día. No pude evitar sentirme aludida. Rápidamente identifiqué
a ese personaje del que yo no consigo desprenderme: su cháchara
mental, que ensucia como con mocos hasta la cuestión más trivial.
Su incapacidad para decidir de manera tajante. El hábito de dejarse
influir por discursos heredados. Su actitud gazmoña y campesina
frente al dinero. Con la leche de mi madre aprendí que el dinero es
una cosa muy seria y digna de todo respecto. Que era vital no causar
el menor quebranto a ese ente abstracto que duerme en el banco.
Así que, de vuelta ya al pueblo, y por
gusto de divorciarme de mi personaje, fui por la tarde al cajero, y
sin pega alguna, saqué los mil dichosos euros. Los deposité en un
bolsillo del abrigo de Jose, que es mucho más cuidadoso que yo, y
gesticula mucho menos con los brazos. Y al rato los saqué de ahí
para ponerlos en la mano de mi prima Ana, que hacía de
intermediaria. Tan simple como eso. En total, el dinero estuvo en mi
mano no más de veinte segundos. Como billetes del Monopoly.
No existía antes de esa transacción. Y ahora, milagro, se ha
convertido en ese cacharro que me ha hecho cambiar toda la
disposición de la cocina. Una cuenta corriente es una cosa tan
matemática, que se parece bastante a la nada.
Ayer mismo saqué a la criatura de su
caja, con una reverencia casi religiosa. Merodeé en torno a ella,
temerosa de ponerle encima mis patosas zarpas. Y, poco a poco, la
desmonté, estudié sus partes, y la fui lavando, concienzudamente,
como si la preparara para un bautizo, o una boda, o un entierro.
Pulsé sus botones. La sentí ronronear de gusto, y poco me faltó
para creerme el Doctor Frankenstein. Y luego le ofrecí una primera
ofrenda. Un kilo de cebollas. La froté como a la lámpara
maravillosa. Y en tres segundos, la hortaliza del diablo quedó
reducida a escombros, que ni en Hiroshima se vieron tan pequeños.
Quise llorar. Y ya no pude echarle la culpa a los gases azufrados de
la cebolla.
Sólo tengo una pega: el nuevo personaje
automático que he creado. Sinceramente,
me preocupa su estabilidad mental. No puede dejar de pensar en la
elaboración de dos, tres, hasta cuatro recetas simultáneas.
Deambula por la página Facebook de Thermomix. Cuenta las horas que
le quedan para conocer a sus acólitos. Se pasa el día con ganas de
llamar a su prima y a su tía, que fueron captadas previamente, para
chismorrear con ellas sobre la liturgia del invento. Le molesta
encender la hornilla aunque sea para poner la cafetera. No sé, creo
que se ha dejado caer en las redes de una secta.
Mi tesssoooro |
A mi hermana se la han traido los reyes y está flipando con la suya.
ResponderEliminarEh, pues te vienes a la demostración a mi casa, no a la de tu hermana, que me hagan regalos a mí!!
EliminarMuerta de risa por todo el contenido del post: tus elucubraciones sobre el significado del vil metal (el caso es que algunas me suenan, jajaja) sobre la secta, tus familiares, acólitas convencidas ya, la gurusa granaina que te han asignado, esa ilusión de niña con su regalo de Reyes, tu primer contacto con "tu tesoooro", no carnal, claro, conociendo tus inclinaciones más bien vegetales...
ResponderEliminarQue digo yo que la compañía Vorwerk bien podía pagarte unos bien merecidos eurejos por la publi.
Espero reirme mucho más a costa del invento...
Es que en realidad mi gurusa de la vida eres tú.
EliminarY esta mañana, en la classe de bienvenida, he estado a punto de levantarme y dar referencia de mi actividad internáutica reciente respecto al aparato. Quiero el libro de la cocina al vapor YA.
He oido hablar de los milagros de este trasto.Algun dia, despues de hacer el análisis concienzudo sobre el valor del dinero, que tu has hecho, para convencerte a ti misma y adquirirla...tambien yo tendré una.
ResponderEliminarMe puedes copiar el análisis, y comprártela mañana mismo
EliminarCongratulations!!.
ResponderEliminarPreparando ojos para el engrose de "La Tasca de Sila", que, por otro lado, también los tengo puestos en una futura thermomistificación de mis platos.
Tengo amigas, no fans, sino yonkises del aparatejo.
Y, oye, si vuelves por estos lares, tell me!
Lo de yonkis...teniendo en cuenta lo pulverizadito que deja el pan, el queso, el chocolate, el azúcar, me da que imaginar.
Eliminar(Es que me llevaron por un tour infinito de primos y tíos damieleños. La próxima me escapo. O te espero por aquí)
Que contenta que estoy de que la tengas!,lo de la secta me encanta,se lo diré a Toñimix,que bueno...eres genial!
ResponderEliminarTenemos que intercambiar recetas en clave temperatura/velocidad. Los demás, pobres profanos, no se enterarán.
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